De la seudorepública

Este sátrapa, obviamente, era millonario; poseía innumerables propiedades, medios de comunicación, centrales azucareros, y un vínculo muy estrecho con la gran mafia norteamericana, lo que, por supuesto, engrosaba aún más su fortuna.

Durante su período de gobierno se continuó arrastrando -y aumentando-, grandes males sociales.

Les digo solo algunos pocos ejemplos: La Habana contaba con el 22 por ciento de la población total del país y, sin embargo, disponía del 65 por ciento de los médicos y el 62 de las camas hospitalarias; la mortalidad infantil alcanzaba los 60 fallecidos por cada mil nacidos vivos, y la esperanza de vida apenas llegaba a los 58 años (hoy rebasa los 75).

Vivir en las zonas rurales era una agonía perenne: un obrero agrícola disponía, como promedio, de 25 centavos diarios para cubrir las necesidades básicas de su familia; un 60 por ciento vivía en bohíos con techo de guano y piso de tierra; carecía de servicio sanitario, y el 85 por ciento de agua corriente; por supuesto ni hablar de escuelas, servicio eléctrico, refrigeradores.

Agréguese la existencia de una gran cantidad de enfermedades como la tuberculosis, la tifoidea y un parasitismo endémico.Nunca deben dejarse de mencionar los abusos de la Guardia Rural.

Del mismo modo que mataban a infelices guajiros, también destrozaban sus humildes viviendas por necesidad del terrateniente. (Los datos consignados hasta aquí corresponden al censo de una asociación católica en el año 1957).

Y aunque les parezca increíble, aún hoy el recuerdo de Batista pervive en las calles de Miami, y su estela de horror cuenta todavía con decrépitos o sus descendientes adeptos, como politiqueros, connotados esbirros, asesinos y oficiales del ejército vencido que se cocinan en su propia salsa, reunidos en la calle 8, fumando habanos, bebiendo ron o ideando una nueva organización contrarrevolucionaria, para engrosar los cientos ya existentes.

Solo tres ejemplos bochornosos de tal pléyade sirven para caracterizar el perfil de estos personajillos sin honra ni bandera: Ileana Ros-Lehtinen, y los hermanitos Díaz Balart (Rafael y Mario).

La primera, furibunda enemiga de la Revolución cubana con su verborrea insultante, incluso contra nuestros mártires y figuras prestigiosas de la historia nacional. Y los últimos, se jactan orgullosos del gran vínculo que los unió al dictador.

Lógicamente, Washington jamás ocultó su apoyo incondicional a Batista, tal como lo hacía con otros gobiernos dictatoriales.

Había que destruir a los rebeldes de la Sierra Maestra y el llano, y con tal objetivo llegaban a Cuba pertrechos bélicos de todo tipo, enviados por «el país de la democracia y el respeto a los derechos humanos».

Estas verdades son irrebatibles. No obstante, les recomiendo a nuestros jóvenes que confirmen, indaguen, penetren en la historia de Cuba con paciencia y decisión y, sobre todo, no se dejen arrastrar por el aire venenoso del vecino poderoso que nos desprecia.

 

 

Autor

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *