El hombre sin edad

Oyeron que se escurría en la madrugada, sin importarle el sueño o el cansancio.

Los hubo ansiosos, desafiantes, que no creyeron lo que decían sobre él. Pensaron que era un mago. Vivió el hombre rodeado de misterios que otros inventaron en su afán por entenderlo.

Un niño un día alzó sus ojos y vio que un rostro le sonreía diferente. Este le ofrecía sus manos sin edad y siguió al pequeño al parque donde el pueblo estaba reunido.

Mientras sostenía al muchacho en sus hombros, vio cómo un señor con un bastón se dirigió a todos y gritó:

«Este es el mejor hombre del mundo. Nunca hubo alguien que hiciera tanto por los más necesitados». El eco de su voz retumbó a cientos de miles de kilómetros.

Los presentes lo rodearon, lo llamaron “querido amigo”, le tendieron la mano, en tanto él les expresó: «muchas gracias, soy un humilde servidor y seguiré siéndolo, para que nadie se atreva jamás a quitarnos lo que mucho nos ha costado. Soy uno más de ustedes, continúen festejando».

Y en ese instante el niño les recordó a todos: «este hombre, eterno como el tiempo, cumple años hoy. Vamos a cantarle ¡Felicidades!».

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