La Demajagua convoca a nuevas batallas, empeños y victorias

Aquella lejana madrugada comenzó la Revolución que nos llega hasta hoy, en cada momento con su impronta de realidades y circunstancias, pero en definitiva la misma desde Céspedes hasta Martí y Fidel. Una Revolución para edificar la Cuba de todos los que la amamos, de quienes la soñamos, la pensamos y la hacemos cada día para que cada día también sea más hermosa.

A 151 años de nuestra iniciación como hombres y mujeres libres, los legítimos representantes de este pueblo aguerrido e invencible se reúnen constituidos como Asamblea Nacional del Poder Popular; esta vez para cumplir lo establecido en nuestra actual Constitución, hija natural de las de Guáimaro y Jimaguayú. Esta vez toca elegir los nuevos cargos para la dirección del Estado y Gobierno, y ello es para cada uno de nosotros, como ciudadanos de un país libre, y unidos como hermanos e hijos de una nación heroica, honor y orgullo.

Somos los hijos y las hijas de un país que madura continuamente en la experiencia acumulada por su devenir histórico. Lo mismo en horas de gloria combativa, que en la cotidianidad de producir el pan, enseñar, aprender, amar y andar con la frente en alto; madurez creciente ante cualquier adversidad, así como en los éxitos y logros que – por cierto – son abundantes y encomiásticos.

Pertenecemos al cúmulo de “Oscares” hijos del Padre de la Patria y somos mambises, moncadistas, expedicionarios del Granma, rebeldes de la Sierra y de los llanos.

Es cada 10 de octubre – por tantas y muchas razones – razón de sentirnos felices.

Hoy como nunca antes el enemigo estrecha el cerco económico con que pretende asfixiarnos; mas, con la frente en alto, la hidalguía de Céspedes, el ideario de Martí y la guía de Fidel enfrentamos el odio y la saña que se nos cierne, y lo hacemos con madurez soberana y certeza en la victoria.

La experiencia de siglo y medio advierte a quienes osan agredirnos que aquí no hay cabida para zanjones, ni capitulaciones; que los mambises entraron en Santiago de Cuba el primer día de enero de 1959 y lo hicieron para quedarse y desde allí hasta nuestros días iluminar de dignidad los caminos de la Patria.

Nos queda mucho por andar para el perfeccionamiento de nuestro modelo de país, para hacerlo cada vez más incluyente, democrático, participativo, justo y para el bien de todos.

Lo sabemos, y en pro de ello entre todos pensamos y hacemos la Cuba que queremos; lo hacemos convencidos de que tanta experiencia acumulada, sumada a nuestro infinito amor por la Patria, nos llevarán a superarlo todo. Nos sobran valor, voluntad política y ética revolucionaria para alcanzar cada meta propuesta.

En nuestra Asamblea Nacional del Poder Popular, en la continuidad del trabajo creador, lo mismo que cuando enfrentamos pecho abierto y frente en alto las agresiones junto con Céspedes, Martí, Fidel y la actual generación de la continuidad revolucionaria, la campana de La Demajagua vibra con su bronce que suena a rebato para convocarnos a nuevas batallas, empeños y victorias.

Autor