Ley Helms-Burton: Otro engendro de la bestia imperial (II)

Pero conozcamos más de ese legislativo que codifica a niveles insospechados el bloqueo económico y comercial y por tanto el diferendo entre Cuba y Estados Unidos.

Se trata, sin dudas, de una ley que es preciso denunciar, porque de forma tácita es un síndrome más de la barbarie impuesta por Estados Unidos y cuyo fin no es más que ahogar a todo el pueblo cubano. Con inaudito cinismo el odioso instrumento “legal”, vigente hasta hoy, llega a plantear el tipo de gobierno que quiere para los cubanos, que no puede incluir a figuras de tan alto relieve humano y revolucionario como Fidel y Raúl Castro.

Es decir, la potencia de otro país es la que va a determinar, gracias a la implementación de esa Ley Helms-Burton, el tipo de gobierno que debemos tener, quiénes lo integrarían y, por supuesto, sin importar para nada la opinión del pueblo cubano; esa es la interpretación de democracia a lo yanqui.

Por lo tanto, borraban toda la gloria conquistada por la Revolución de la Sierra y hasta el ejemplo de altas figuras que en el devenir y la forja de nuestra Patria hasta murieron por la dignidad de los cubanos.

En  aquella Ley se determina la eliminación los Comité de Defensa de la Revolución (CDR), también el Ministerio del Interior (MININT), y hasta suspender el sistema de interferencia a las transmisiones ilegales de EE.UU. contra Cuba. En este último caso  imagino que la podredumbre de Radio y Televisión Martí entraría en pánico porque dejarían de percibir muchos adorados billetes verdes por su “gran servicio a la patria”.



Y no podía faltar el establecimiento de un nuevo sistema judicial y convocar a elecciones “libres”, pero al estilo gringo, porque ya sabemos que constituye un verdadero bochorno para la democracia y un insulto al propio pueblo estadounidense. En definitiva, es una legislación verdaderamente aberrante que no tiene igual en el mundo dado su evidente carácter extraterritorial e injerencista, totalmente contradictorio con lo regulado por la Organización de las Naciones Unidas en materia de relaciones internacionales.

Hay algo que no debo dejar de mencionar porque  prueba la catadura abyecta de la Helms-Burton. La Ley surgió en momentos muy convulsos en que la contrarrevolución arreciaba fuertemente contra Cuba; y también aquellos días Cuba se vio obligada, en legítima defensa,  a derribar avionetas de la llamada Operación Hermanos al Rescate, por violar nuestro espacio aéreo. Y es entonces que, aprovechando tal coyuntura le presentan a Clinton la Ley que nadie hasta entonces se atrevía a firmar por su descarado carácter extraterritorial.

Momento en que William Clinton firma la Ley Helms-BurtonAquel engendro denominado “Ley para la libertad y la solidaridad democrática cubana”, que en realidad debió llamarse Ley Esclava, contempla la internacionalización del bloqueo; la negativa de créditos y ayuda financiera a países y organizaciones que favorecieran o promovieran la cooperación con Cuba y, en definitiva, evitar a toda costa la inversión extranjera en la isla.

Dicho en otras palabras: sumir en la miseria a todo un pueblo, de manera que favoreciera la “bondadosa” intención de intervenir en nuestro país para “salvarnos” y recibir los beneficios que nos otorgarían como estado libre asociado, deudor siempre de los yanquis. Algo así como el colmo de la desvergüenza. La soberanía cubana estaría en manos y a disposición del presidente de Estados Unidos y su Congreso. ¿Qué les parece?

A pesar de todo, el monstruo siempre ha sido consecuente con su ideología aviesa y retorcida.

En 1823 ya el propio James Monroe, presidente 28 de EE.UU. y padre de la doctrina que lleva su apellido,  dijo: “Agregar a Cuba era lo que necesitaba Estados Unidos para alcanzar el mayor grado de interés…siempre la miré como una adquisición interesante para nuestro sistema de Estados Unidos”.

Y otro presidente norteamericano, Thomas Woodrow sostenía que “el boicot a una nación podía hacer rendir a una nación, por métodos silenciosos y mortíferos”



Nadie mejor que nuestro Martí para describir tanta maldad: “Ninguna pluma que se inspire en el bien, puede pintar en todo su horror el frenesí del mal”.

 

 

 

   

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