Luces y tinieblas

Sin embargo, hay luces contrarias de aquellos, empeñados, día a día, en construir un mundo mejor y posible. Ya lo había dicho nuestro gigante de la obra y el pensamiento, José Martí: “Hay hombres dispuestos para guiar sin interés, para padecer por los demás, para consumirse iluminando”. Como se conoce el Maestro no albergaba odios, sin embargo, dedicó su fecunda vida a combatir la desigualdad, la injusticia y todo aquello empeñado en sumir a Cuba en las tinieblas.

Y afirmando lo anterior mi mente recibe un golpe al recordar lo inaudito de un hecho reciente repudiado por todos los cubanos, desde  oriente a occidente, por hombres, mujeres, niños, jóvenes, ancianos: ¡Ultrajados los símbolos que perpetúan a nuestro amado Héroe Nacional! Con derroche de villanía dos hombres mancharon con sangre de animal bustos, tarjas y todo lo que lo recordara. Inmediatamente de conocerse aquellas acciones  el pueblo mostró su indignación ante aquel hecho que, en un primer momento, parecía incierto, pero  de inmediato mostraba las fauces de un chacal que acababa de salir de las tinieblas para  agredir  la gloria del Apóstol. Pero, ¿quiénes eran estos seres que se atrevieron a tanta afrenta?

¡Nada!, palabra  vacía, que solo sirven para ser siervos del mal, el mismo del Norte que se esconde tras la maleza y es el verdadero culpable; los dos hombres que mancillaron el honor son, en definitiva, seres desprovistos de sentimientos y llenos de ambición para obtener miserables monedas, capaces de vender su alma al diablo a costa de perder dignidad. Ellos viven en las tinieblas esperando que el amo les recuerde y pague sus indecorosos servicios. Y al final son peores que las bestias. Obviamente, jamás conocieron que el mismo hombre que ellos profanaron, había dicho:

Hombres hay para el pesebre que viven de estrujar y de engullir; hombres de corral, a la verdad que en el cieno están bien, que es blando y engorda.

Un 28 de Enero le nació al mundo un hombre extraordinario. Llegó a Cuba para convertirse en  sabia que nutre de decoro a cubanos y cubanas, y más allá también de guía para los que luchan por un mundo más justo.

Vivimos orgullosos de Martí tanto como aborrecemos al Norte revuelto y brutal que hace parir hijos malvados. No importa el empeño por destruir la hermosa obra de la revolución cubana, porque inversamente proporcional crece y se multiplica nuestras ansias en mantenernos como nación libre y soberana.

Las tinieblas del mal vayan allá donde nacieron, porque acá tenemos a un Martí que cada día más nos entrega las luces del porvenir.

Él mismo afirmó en cierta ocasión que:

El odio canijo ladra y no obra. Solo el amor construye”.

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