No es concebible nada más perverso

Muchos de esos niños trabajan en condiciones de explotación, muchos son inducidos a la prostitución y alcanzan la espeluznante cifra de 8 millones;  una gran cifra  participa en guerras como “niños soldados” que, en muchos casos, son utilizados para descubrir minas “pisándolas”. Es como una carrera loca y deshumanizada por asesinar el futuro de esta humanidad.

¿Y cuáles son los escenarios de tanto crimen? Son las guerras y el egoísmo inaudito que desata el mundo rico presidido por Estados Unidos, pero jamás por el socialismo, y países como Venezuela, Nicaragua, Cuba, Viet Nam, Bolivia, entre otros.

Y es que hay algo más indignante que atenta contra estas criaturas que recién se asoman a la vida y causa verdadero pavor: es el tráfico de órganos extraídos a menores de edad, engañados o secuestrados y luego asesinados, lo que obviamente la mente humana se resiste a asimilar como una verdad.

La explicación es tan sencilla como aterradora: sucede que un gran señor millonario necesita un determinado órgano para trasplantarlo a su menor hijo; paga millones para obtenerlo; un grupo de increíbles humanos se encarga de la siniestra tarea indagando por tal órgano, por supuesto, en países empobrecidos.

 El próximo paso es “trasladar la mercancía a un respetado Instituto que, sin ánimo de lucro se ocupa del resto”,  entidad, por supuesto, que no funciona en las naciones catalogadas por el imperio, como países ejes del mal o comunistas.

Y mientras todo esto sucede ante la mirada indiferente de otros millones de seres, un tal Jeff Bezos se ha convertido en uno de los grandes ejemplos de desigualdad humana, porque su patrimonio ya alcanza los 171 mil 600 millones de dólares.

Entonces se imponen algunas preguntas: ¿Le importará la vida de esos niños, muchos de los cuales no rebasan los 5 años de edad?, ¿Será capaz de contribuir con un pequeño por ciento de su fortuna para evitar tanta injusticia? ¿Podrá hacer un pequeño alto en sus ocupaciones bursátiles para ocuparse de “esos detalles”?. Dirá usted con no poca razón que son preguntas tontas, en cuyo caso le aseguro que no me molesta. Pero es que hay que mantener la denuncia y no perder un segundo para que esta humanidad reconozca que la pasividad y la resignación  son nuestras grandes enemigas empeñadas en hacernos la vida un castigo. 

Nuestro buen amigo Eduardo Galeano, en cierta ocasión  y con su gran agudeza humana dijo:

“El mundo trata a los niños ricos como si fueran dinero, para que se acostumbren a actuar como el dinero actúa. El mundo trata a los niños pobres como si fueran basura, para que se conviertan en basura. Y a los medios, a los niños que no son ricos ni pobres, los tiene atados a la pata del televisor para que desde muy temprano acepten como destino la vida prisionera”. 

Y a esos niños pobres, o niños “basura”, les tiene que llegar el día en que no mueran de enfermedades, abandono o torturas, pero para eso hay que luchar mucho y constantemente contra las causas que producen tanta infamia.

No hay arreglo posible, lo que se necesita son soluciones. Basta de palabras huecas y exhortaciones baldías. Lo más importante en este mundo es salvar a nuestros niños, que son el futuro de nuestra humanidad.

Hoy como nunca hay que ser fieles a nuestro Maestro Mayor, José Martí y su extraordinario pensamiento humanista. En cierta ocasión afirmó:

Los malos solo se abren camino por entre las divisiones de los buenos”.

Por tanto nuestros pueblos deben unirse con urgencia para evitar que la maldad se imponga y queden abandonados a su suerte millones de niños y niñas. Lo contrario sería la gran derrota de los buenos.

 

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