La suástica y el águila, unión tradicional

El fascismo que cobró tantas vidas era más abierto y descarnado y asomaba sus fauces sin recato alguno; pero este del águila es, además de cruel sin límites, tan dañino como aquel,  con garras que se clavan en los pueblos con maneras más taimadas, utilizando medios altamente sofisticados, medios de comunicación infinitamente superiores, bases militares que rodean el mundo y un arsenal nuclear verdaderamente espantoso.

Sin embargo, ambos con el mismo fin de invadir, robar recursos, y aplastar a todo lo que huela a progreso de los pueblos. Hitler quería que todo el mundo se postrara a su autoridad, y este más moderno igual pero con el apellido Trump precedido por otros emperadores.

Amarga verdad lo dicho si apreciamos con horror lo que está sucediendo contra el hermano pueblo de Bolivia. No sé lo que vendrá a partir del momento en que escribo estas líneas, pero lo que sí está claro es que se trata de acciones horrendas que pasarán a la historia como una de las páginas más bochornosas de la humanidad.

Matar a infelices indígenas, golpearlos hasta verlos sangrar, abusar de mujeres, dispararles con armas de fuego, usar gases tóxicos, invadir viviendas, amenazas,  y todo con una villanía y morbosidad sencillamente inaudita.

Y, al no bastarles tanto abuso, entonces llegan a pisotearles su bandera, quemarla y escupirla. Y lo más triste de todo es por cumplir mandatos tanto del imperio como de lo más podrido de la sociedad boliviana, incluyendo a conocidos delincuentes y compradores de conciencia.

Cualquier persona  honesta puede preguntarse por qué está sucediendo tanto derroche de maldad. Y he aquí la respuesta: ya desde hace años el imperio está apreciando que cada día surgen más pueblos que se rebelan,  y es por ello que se ha propuesto aniquilarlos si es necesario para mantener su hegemonía; porque según su malvada interpretación de la convivencia humana, son ellos los que tienen que gobernar y poseer a todos los países porque así lo ha dispuesto el supremo,  mencionando a Dios como si fuera otro cómplice.

¡No tienen límite con tanta infamia!  Pero hay algo más, por supuesto: lo de siempre, el robo de recursos que no pueden lograr con gobiernos progresistas y mucho menos socialistas, pero sí con otros que le sean serviles, y es lo que explica que se haya instaurado en Bolivia un gobierno de facto, presidido hasta por delincuentes, sumisos y otros especímenes de trayectoria nada envidiable.

Y  es entonces que aparece en escena el protagonista principal, no porque sea malvado, sino por ser sumamente codiciado, es decir, ¡el litio! acompañado de otros recursos naturales de extraordinario valor. No se puede olvidar que el mineral mencionado es vital para la fabricación de celulares de tanto uso mundial, la guerra para los medios de horror y muerte; pero también  los entendidos plantean que será el sustituto del petróleo,  que ya es de uso muy práctico en baterías para producir energía limpia.

Algo bien parecido es Venezuela, la que la naturaleza dotó de enormes recursos naturales que el imperio se empeña en robarle, simplemente porque desde la época de Chávez sus autoridades están empeñadas en favorecer al pueblo y eso el imperio no lo perdonará jamás.

Por eso el gran delito de Evo Morales ha sido ser indígena, como el mismo afirmó, y amar a su pueblo. Él jamás entendió –ni entiende- que los únicos beneficiarios de las riquezas sean los ricos y que, inversamente, los indígenas pobres sean tratados como si fueran bestias, a pesar de ser los padres de la patria boliviana.

Es tanto el horror que no hay tiempo para el espanto, el mundo está en la obligación de reaccionar, denunciar y luchar coordinadamente para barrer tanta barbarie. 

El tiempo de ver y callar ha terminado, se requiere ahora la lucha. No es posible continuar con apelaciones a la paz, ni débiles declaraciones que “llamen a las partes a la paz”.  No debemos ser incendiarios, pero sí luchadores activos para lograr que la suástica y el águila no sigan su marcha contra la dignidad de los pueblos.

Pedir a los salvajes que no agredan al pueblo boliviano sería como “arrojar margaritas a los cerdos”. Y no basta. Ya lo había alertado nuestro José Martí:

Plan contra plan. Sin plan de resistencia no se puede vencer un plan de ataque”. “De vez en cuando es necesario sacudir el mundo, para que lo podrido caiga a tierra”.

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