Trump: amenazas, sanciones e injerencias

Desde el primer día de su presidencia y hasta la fecha jamás ha adoptado medida alguna que, al menos indirectamente, beneficie al mundo. Claro está con la excepción de los que presiden grandes corporaciones que lo ayudaron con muchos dólares para que se convirtiera en el nuevo emperador y a cambio, él les retribuya el favor.

Definitivamente, se ha convertido en el gran distorsionador y mentiroso, para cambiar de un plumazo conceptos básicos que rigen el comportamiento de la humanidad: ahora  los que luchan para derrotar la injusticia son terroristas al servicio del comunismo; los que emigran buscando el “sueño americano” son bandidos y no seres humanos que llegaron al límite del sufrimiento, precisamente a causa del neoliberalismo que preside Estados Unidos.

Y hay más: tiene una perversa aberración y desprecio hacia homosexuales, mujeres, y todo aquel que pertenezca al mundo pobre, es decir, el mismo mundo que ellos se han ocupado siempre de convertir en lacayos y sumisos servidores de sus enormes intereses económicos.

Hasta aquí es solo una muestra. Hay otras aristas de su personalidad, como por ejemplo, criminalizar, amenazar, sancionar e inmiscuirse en asuntos internos de las naciones sin el más mínimo respeto a sus pueblos y sus dirigentes; todo ello con sus características de altanería, insolencia y bravuconería, al estilo de un gran capo de la droga.  

Y para colmo pretende acercar la chispa al polvorín para que salte en pedazos el mundo.  ¡Y todavía hay personas que no lo quieren nombrar fascista!; entonces qué es?

Ahora se permite amenazar con intervenciones en América Latina para controlar las protestas sociales”. Y surge la pregunta de siempre: ¿Con qué derecho? Las Naciones Unidas se lo encomendó? ¿Quizás fue orientación de las organizaciones de derechos humanos?

Naturalmente lo de controlar no es más que aniquilar a un pueblo si es necesario, como sucede en Bolivia y Chile, por citar solo dos ejemplos. Por otra parte, resulta que este buen señor califica a los cárteles de la droga en México como terroristas, al mismo tiempo que, por omisión, aparece Estados Unidos como víctima de ellos.

Esconde cínicamente que Estados Unidos es el principal beneficiario de los enormes negocios derivados del narcotráfico y el crimen organizado; y en su país hay unos 7 millones de adictos a la cocaína. Pero no combate tanto horror simplemente porque es una fuente fabulosa de millones de dólares. Es decir, los malos son los otros.

No debo dejar de mencionar en este asunto del narcotráfico algo que apareció publicado  en La Haine, con el título “Estados Unidos Narcopotencia”. Decía entonces: Estados Unidos es el principal abastecedor (90%) de las armas a los cárteles que operan en Afganistán ¡y a los ejércitos que los combaten!, duplicando así explotación y beneficios. Es decir, el objetivo son los millones, después las consideraciones humanas y éticas porque tales palabras no funcionan en ese imperio. No hay duda alguna que su presidencia resulta muy singular en este pecaminoso trayecto hacia la barbarie.

Muchas de las acciones del señor Donald Trump merecen el derecho de autor, pero otras siguen las de sus predecesores, es el caso de las famosas listas del Dpto. de Estado: los que violan los derechos humanos; los que no contribuyen contra el narcotráfico y otras tantas que dan pena.

Claro está, preguntar por qué no se incluyen es una tontería.  No dudo que un día de estos se le ocurra crear una lista para incluir a los que no simpatizan con él como mesías de esta humanidad.

En 1948 y en 1976, las Naciones Unidas proclamaron extensas listas de derechos humanos; pero la inmensa mayoría de la humanidad no tiene más que el derecho de ver, oír y callar. ¿Qué tal si empezamos a ejercer el jamás proclamado derecho a soñar? ¿Qué tal si deliramos por un ratito? Vamos a clavar los ojos más allá de la infamia, para adivinar otro mundo posible» (…) 

Eduardo Galeano en su mensaje a la ONU.

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