Una pandemia peor que la Covid-19

Pero cuando se lucha contra la maldad, incluso a riesgo de perder la vida, se comprende mejor lo necesario que resulta otra frase: podemos perder un combate, pero no la batalla.

Es que a partir de esa seguridad vemos con mayor lucidez, por ejemplo, que la pandemia que nos tiene tan preocupados sirve a la humanidad para acabar de desgarrar la piel del enemigo, el mismo que es capaz de dar la espalda a la ciencia, y hasta burlarse de ella, cuando ya se había alertado del inmenso peligro. Era una lógica perversa que los compromete a salvar primero el gran poder económico y después, solo después, la salud de su propio pueblo.

Y lo más cínico de todo es que el emperador de turno, al verse acorralado por la verdad criminal, resulta que culpa a todo el que se le ocurra por la gran desgracia de la pandemia, es decir, los responsables son China, la OMS y cualquier otro que se le ocurra olímpicamente como ya es su costumbre; y no dudo que culpe también a Cuba y Venezuela, mintiendo como siempre con la afirmación que estos países poseen un laboratorio que diseminó el virus.

Ya nadie sabe hasta dónde puede llegar este señor Trump, el que se ha convertido en un azote de la humanidad. En cualquier momento –no crea que exagero- podrá culpar al Papa. Él, en su mente enferma y retorcida  ha sido capaz de hacer recortes económicos, precisamente en todo lo que tiene que ver con la salud, al tiempo que pedía más millones para el gran complejo militar industrial, y hasta para el famoso muro.

¡Y qué sorpresa! Ahora, en contraposición, un país pobre,  bloqueado, asediado por los yanquis hace seis décadas, agredido de mil formas, está dando un ejemplo insuperable de solidaridad humana y envidiable organización para combatir la pandemia. Sería muy extenso relacionar todas y cada una de las medidas que viene adoptando para combatir la enfermedad; sin embargo, vale la pena mencionar, por su alta relevancia, algunas de ellas: en primerísimo lugar colocar a la salud por encima de todo; la participación activa de todos los sectores comprometidos en el mismo fin, dígase el Partido, el Gobierno, todos los ministerios, las organizaciones políticas y de masa, los Consejos de Defensa, es decir, el pueblo todo empeñado en el mismo fin.

No hay trincheras aisladas, solo un vehemente deseo de servir, como lo están haciendo nuestros médicos, enfermeras y todo el personal de la salud; y además, contando con una poderosa y sacrificada fuerza científica que ya obtiene resultados encomiables. Y, sin embargo, no nos basta y llevamos nuestra solidaridad desinteresada a una gran cantidad de pueblos sin pedir nada a cambio.

Mientras allá en el Norte revuelto y brutal mueren miles por una endémica falta de atención, acá en mi isla rebelde se le brinda la mayor a los más vulnerables, como personas que viven solas, los aquejados de varias dolencias, los ancianos que padecen varias enfermedades y por tanto son más proclives a la pandemia; se les entrega los alimentos en sus propias viviendas y otros beneficios. ¿Y quién está al frente siguiendo paso a paso la marcha de los acontecimientos diariamente? La respuesta es el propio presidente cubano, haciéndose acompañar de las principales figuras del gobierno y el partido para evaluar, exigir y conocer, paso a paso, la marcha de las acciones contra la Covid-19. Todo ello con una labor informativa diaria, incluyendo un parte diario que se le ofrece a la población a cargo del propio Jefe Nacional de Epidemiología.

Trump seguirá con su irresponsabilidad genocida proponiendo inyecciones de desinfectantes para combatir la pandemia. Nosotros, los cubanos y cubanas continuaremos el trayecto emprendido, por ser incomparablemente más noble, justo, solidario, y humano.  Es la ley inexorable de la vida. Lo dijo nuestro héroe nacional: “Unos están en el mundo para minar; y para edificar están otros”.

Autor