¡Que Viva el Son!

Queda instituido de modo oficial el 8 de mayo como Día del Son Cubano y con ello se hace justicia a una expresión artística, distintiva de nuestra identidad nacional. 

El Son Cubano surgió en la manigua del lomerío oriental cubano y constituye la ligazón armoniosa de nuestros elementos más genuinos: lo español y lo africano, ingredientes de la nacionalidad cubana. Surgido en las montañas orientales, pronto se extendió desde Maisí a San Antonio para asumir formas locales propias. De la loma llegó a los llanos y lo hizo para quedarse con la singularidad de una continua evolución expresada a través de múltiples variantes. 

Es nuestro Son por antonomasia cubano y caribeño. Los testimonios más antiguos de su origen se remiten al siglo XVI cuando las dominicanas Micaela y Teodora Ginés irrumpieron con el Son de la Má Teodora. En fecha posterior aparecieron sus más originales expresiones  entre los campesinos montañeses más pobres para consolidarse, ampliar sus áreas de influencia y evolucionar – poco a poco – entre humildes citadinos y gente de los llanos. Se distingue por ser cantable y bailable y por su versación tan melodiosa como rítmica, manifestada en la poesía de grandes como Emilio Ballagas y culminando en la obra de Nicolás Guillén. Gracias a esa inmanencia tan de sí, asume universalidad ilimitada en el escenario cubano y mundial. 

Sin temor a equívocos se puede afirmar que el Son Cubano, además de ofrecer múltiples variantes, ha sido capaz de interconectarse con cualquier otro género musical nacional y foráneo. Hoy puede hablarse en términos de música cubana de Sones armonizados con la Guajira, la Canción, el Bolero, la Guaracha el Danzón y el Chachachá por mencionar unos pocos, y en muchos casos prestándole su Montuno cadencioso a infinidad de ritmos de otras latitudes. Su esencia hace de él un paradigma capaz de traspasar fronteras y devenir como elemento básico, entre otros, del Changüí, el Mozambique, el Pilón, el Dengue y el Songo.  También constituye el principal ingrediente del producto híbrido latino-caribeño conocido como Salsa.

Baile y canto de fiestas públicas y campesinas  -lo mismo que de los más refinados salones – nunca fue de élites, y desde su criollismo capaz de arraigar en la aristocracia de su tiempo, adueñándose de su gusto. Es dinámico, en continua evolución y por ello constituye un patrimonio vivo. Debido a  esa virtud jamás se ha detenido en el tiempo, por lo que no ha sido ni será “el latín” de la música cubana. Gracias a ello la idiosincrasia cubana de hoy, los sueños e inquietudes de una cultura nacional que palpita y evoluciona junto a él. 

Cuando el 8 de mayo del 2021 celebremos por primera vez el Día del Son Cubano, traeremos a la memoria aquellos que un día lo iniciaron y le dieron su aporte,  tal vez sin imaginar el alcance de su obra. 

Ningún día mejor que el escogido por coincidir con los natalicios en lugares y años distantes entre sí de dos de sus máximos representantes: Miguel Matamoros, nacido el 8 de mayo de 1894 en Santiago de Cuba y Miguelito Cuní, quien naciera en Pinar del Río también un 8 de mayo pero de 1917. 

La feliz coincidencia en el natalicio de dos insignes soneros crece con el simbolismo de su recorrido triunfal de oriente a occidente. Son Cubano legítimo y merecedor – más temprano que tarde –, de ser reconocido como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.

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