Hienas convertidas en gobernantes

Es decir, mata conscientemente en sus guerras sucias, y después se queda tan sereno y tranquilo como quien hace una obra noble. Recordemos la respuesta de Truman, presidente de Estados Unidos, cuando un periodista le preguntó tras la barbarie de las bombas contra Hiroshima y Nagasaki, si tenía algo de que arrepentirse, su respuesta, incluida la risita de la hiena, contestó “sí, no haberme casado antes con mi esposa”.

Otro, de apellido Roosevelt, refiriéndose a las ansias de posesión y de robo, dijo en cierta ocasión: Es una torpe, perversa y estúpida moralidad la que prohíbe prácticas de conquista que convierten los continentes en asientos de poderosas y florecientes naciones civilizadas”

La obsesión de conquista, injerencia, abuso, expansión territorial, armas de destrucción masiva, y robo, resultan consustanciales a un país que, desde antaño, quiere dominar a todo el mundo tal si fuera un Hitler moderno.

Y consiguientemente no admite la existencia de gobiernos que se insubordinen ante tanta afrenta a la dignidad humana. Ahora están en el colimador Venezuela, Nicaragua y Cuba; contra ellos arremeten con inaudita saña para destruir a tales naciones soberanas, no importan que para cumplir con sus objetivos tengan que morir miles. Hoy se habla con gran acierto de la doctrina Monroe que es, quizás, la que exhibe en sí misma toda la maldad imperial; pero no debemos olvidar otras que perseguían el mismo fin, tales como “la fruta madura” o “el destino manifiesto”.

No es solo, por ejemplo,  la Helms-Burton que persigue someter a Cuba al pasado. Es, sobre todo, una política consustancial  depredadora que siempre ha acompañado a los Estados Unidos. Es por ello que no hay que asombrarse que exista en nuestros tiempos una Helms-Burton, ni que estén tratando de aplastar a Venezuela mediante procederes tan brutales. ¿Por qué? Simplemente porque vivimos un espiral sin precedentes de maldad imperial, en que las hienas se revuelven afanosas por destruir todo lo bueno que la humanidad ha conquistado.

Se trata no solo de intervenciones militares y de robar recursos naturales a Venezuela, o también  llevar a Cuba al pasado; es sobre todo eliminar de la tierra todo vestigio de ideas socialistas y/o progresistas que entorpezcan el objetivo supremo para erigirse como amos del mundo.

Con Venezuela no hay arreglo, que no sea el del respeto a su soberanía; y con Cuba tampoco porque como los chavistas allá y los fidelistas acá no hay miedo. Debemos convencernos que la hora de los hornos ha llegado, y no tenemos otra alternativa que la UNIÓN, porque con ella triunfaremos y sin ella pereceremos.

Ya no hay cabida de llamados a la conciencia ni pálidas condenas a monstruosidades sin nombre ni apellidos, mucho menos para actitudes evasivas y acomodaticias.

Tiene que sentirse el grito de los pueblos en la calles, en los parques, en las universidades, en el campo, en las ciudades; para derrumbar el mal y el egoísmo. Hay que tener muy en cuenta los versos de nuestro Rubén Martínez Villena:

“Hace falta una carga para matar bribones, para acabar la obra de las revoluciones; para vengar nuestros muertos que padecen ultraje, para limpiar la costra tenaz del coloniaje…para que la república se mantenga de sí, para cumplir el sueño de mármol de Martí; para guardar la tierra, gloriosa de despojos, para salvar el templo del amor y la fe, para que nuestros hijos no mendiguen de hinojos la patria que los padres nos ganaron de pie”.

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