Una triste realidad

Es una realidad que causa verdadero pavor.  La imagen es la de siempre: una capital engalanada luciendo sus trajes de fastuosidad y lujo, altos edificios y muchos automóviles que en su conjunto enrarecen el aire.

Del otro lado –el mayor- verdaderos conjuntos de gentes empobrecidas al límite que vagan como sombras buscando el sustento que no aparece, y en ese andar de tormento están niños, niñas, jóvenes y hasta mujeres, ancianos  que milagrosamente han llegado a serlo, todos abandonados a su suerte tal si fueran mercancías que ya no sirven para seguir engalanando ciudades, pero sí para que, a costa de ellos, exhiban el traje de abanderados de los derechos humanos y lean discursos edulcorados en las Naciones Unidas. ¡Verdaderos vampiros de esta sufrida humanidad!

Gobiernos que defienden el neoliberalismo a capa y espada porque es una vía fácil para el enriquecimiento personal de presidentes y sus secuaces aunque cueste la muerte de grandes masas. Son los casos de los Macri, los Bolsonaro y el presidente mayor que los apoya y dirige, funcionando como Al Capone, no otro, por supuesto, que Donald Trump.

Claro está, los que se rebelan sufren el castigo imperial, porque han cometido el enorme error de desobedecer  al emperador y las bestias que siempre le acompañan. Están convencidos que deben asfixiar y aplastar, por ejemplo, al gobierno de Bolivia y sus humildes indígenas con los métodos fascistas de golpear, matar, perseguir, encarcelar, desaparecer y hasta quemar y escupir su bandera.  Y todo esto porque el gobierno de Evo Morales ha dignificado a su pueblo, sacado de la pobreza a millones y exhibir índices de desarrollo verdaderamente encomiables. Tal es el motivo de su gran delito, además de ser indio.

Otros casos, como los de Cuba y Venezuela también resultan odiados por el imperio porque han tenido la osadía de enfrentarse al monstruo y demostrar que sí se puede mantener la dignidad y el decoro nacional como banderas y no arrodillarse jamás.

¿Por qué ocultan que son precisamente esos gobiernos los que más han trabajado –y logrado- el bienestar de sus pueblos?  En otras palabras: el enemigo común considera traidor a los postulados del imperio a todo aquel que luche por su pueblo y muestre al mundo el verdadero respeto a los derechos humanos.

Entonces merecen los golpes de Estado (que ahora resurgen de formar inaudita y feroz), los asesinatos y el derramamiento de sangre si de mantener su hegemonía se trata. Y en definitiva ¿qué nos ha enseñado? La respuesta se puede encontrar en los siguientes datos ofrecidos por fuentes autorizadas como la propia ONU.

Veamos:

Sólo el 6,4% de aumento de la riqueza de los más ricos sería suficiente para duplicar el ingreso del 70% de la población mundial, salvando innumerables vidas y reduciendo las penurias y sufrimientos de los más pobres. Ni siquiera algo tan elemental es aceptable para las clases dominantes del capitalismo mundial.  Solo EE.UU. gasta cada año en armamentos más de 200 dólares por cada uno de los habitantes de la Tierra. El 20% de la población mundial consume el 80% de sus recursos. Mueren al año 11 millones de personas por hambre en el mundo; 119 millones están subalimentados; 320 millones no tienen dinero para tratamiento médico; y 312 millones no tienen techo.

Entonces…¿quiénes son los culpables de tanta afrenta a la dignidad de los seres humanos? ¿El capitalismo puede justificarlo? ¿La responsabilidad de tanto horror es del socialismo?

Triste realidad.  Es por eso que debemos combatir la política de avestruz para no ver ni oír, porque si no luchamos por un mundo mejor el verdadero culpable ya no sentiría orgullo de su “triunfo”, porque sufrirá también al comprobar que ya no tiene a quién explotar y dejaría de ser capitalismo. Sería, al fin, un mundo de sombras.

Como dijo nuestro Maestro José Martí:

“Mejor es vivir abrazado por el sol que ir por el mundo, como una piedra viva, con los brazos cruzados”. “El egoísmo es la mancha del mundo, y el desinterés su sol”.

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