Del Caribe, de Cuba. Una aproximación (IX)

Nada de esto habría cambiado hasta que el 18 de junio de 2008 el Parlamento Europeo aprobó la Directiva Retorno de Inmigrantes, dirigida demagógicamente a detener el flujo de los indocumentados, que la Comisión Europea calcula en unos 8 000 000.

Esa directiva lleva en su seno una violación flagrante de los más elementales derechos humanos de los inmigrantes que se consideren o tengan el estatus de ilegal, y pueden ser condenados hasta dieciocho meses de prisión. Para ser más inhumana y criminal, permite a las autoridades de inmigración detener y encarcelar a menores de edad sin acompañantes, y con peligro de ser deportados a terceros países.

El siglo XX fue testigo, con una fuerza incontenible, de la emigración de profesionales altamente calificados procedentres de América Latina y el Caribe hacia Europa. Pero también de decenas de miles que conformaron una gran fuerza de mano de obra barata. Sin embargo, antes podía hablarse de un proceso inverso: entre 1800 y 1950 partieron del Viejo Continente unos 80 000 000 de ciudadanos europeos.

Su destino era, en buena medida, los Estados Un-dos y nuestra región, debido al desempleo, el hambre y las guerras en sus países de origen, pero también por razones políticas y religiosas.

Según estudios dados a conocer en el año 2006, crece la cantidad de mujeres que toman el camino de la emigración y se calcula que, de los 180 000 000 de inmigrantes que existen en el mundo, un aproximado al 50% son femeninas que laboran en los oficios más disímiles.59

En este sentido, la población masculina que emigra se ve superada por las mujeres en los casos de Jamaica, Trinidad y Tobago y la República Dominicana.

Las remesas que realizan los emigrados a sus familiares residentes en los lugares de origen, resultan de suma importancia a la hora de analizar la relación de aquellos con los países donde laboran o residen, con el beneficio que puede representar para la economía de los diferentes países que se benefician de ese tipo de ayuda económica a los núcleos de distintos parentescos.

Según la CEPAL, los emigrados caribeños y latinoamericanos enviaron a la región 18 000 millones de dólares en el año 2000, dirigiéndose a México una tercera parte de esa cantidad. En el año 2002, la remesas de la región del Caribe alcanzaron unos 5,7 mil millones de dólares.

El impacto macroeconómico de las remesas para los países caribeños en el año 2003 fue significativo. Para Haití representó el 24,2% y para Jamaica, el 12,2% del PIB. Se considera que los países caribeños que más remesas reciben son República Dominicana, Cuba, Haití y Jamaica.

Desde Europa fluyen las remesas en divisas hacia sus naciones de origen, tanto caribeñas como latinoamericanas. Hacia finales del año 2004 se reportaba que solo desde España se remitieron 5 mil millones de dólares, así como otros mil millones del resto del Viejo Continente. Se añade que los dominicanos, colombianos y ecuatorianos eran entonces las comunidades más populosas provenientes del Caribe y de América Latina.

La Organización Internacional para las Migraciones ofrece un dato llamativo: el perfil demográfico de los migrantes de América Latina y el Caribe corresponde a una población joven y con niveles relativamente altos de educación.

En un reporte del Banco Mundial dado a conocer en abril de 2006, se dice que las remesas a países de origen ascendieron en el año 2004 a 224 000 millones de dólares, y de esa suma, 145 000 millones tuvieron como destino a los países del sur.60

Sin lugar a duda, los pueblos del Caribe en-cuentran su raíz más profunda en las migraciones que desde época remota han dejado huellas visibles en sus territorios, sobre todo en el mestizaje étnico-cultural.61

Ese gran proceso migratorio que tiene lugar en Cuba y en el resto de las islas antillanas sería el causante de la gestación de sociedades multirraciales y multinacionales. En esta línea se debe tener muy presente lo expresado por el historiador puertorriqueño Ricardo Alegría sobre cómo en algunos casos, como en las Antillas Menores, en Guyana y en Belice, no es la lengua española la que los unifica sino la herencia cultural africana.62

La migración caribeña, como parte de los movimientos de población que se han producido en el mundo, deja improntas que se hacen presentes en el orden económico en países receptores o emisores, pero también conducen a una mayor diversidad étnica y cultural, transformando identidades y desdibujan las fronteras tradicionales.63

A lo anterior es justo hacerle una debida acotación. La experiencia caribeña nos enseña, cada vez con más crudeza, que la mayor cantidad de los emigrados hacia los países en desarrollo no es precisamente la mano de obra excedente y los subempleados, sino la que comporta el capital humano, los profesionales, los más calificados.

A lo largo del siglo XX, como en lo que avanza del XXI, se toma conciencia de otros inmigrantes europeos que llegaron al Caribe durante el proceso de colonización y representaban a estratos sociales, económicos y políticos. Aquellos eran de los grupos dominantes. Ahora, los emigrados caribeños cuyos territorios fueron o son parte del colonialismo, salvo excepciones, no llegan a ocupar lugares importantes en el contexto social de distintas naciones de Europa.

Como es conocido, el Caribe encierra una gran diversidad lingüística, social, política, cultural y económica, y sus islas se caracterizan por tener distintos niveles de desarrollo económico. Sus complejidades internas motivaron, además de intereses externos, una fuerte migración en la que Cuba resultó ser uno de los países del área más beneficiados durante las tres primeras décadas del siglo XX.

Notas bibliográficas:

  • En su libro inédito «Historia de la cartografía en Cuba», Antonio Núñez Jiménez menciona numerosos autores de mapas de distintos siglos, así como diferentes explicaciones sobre el origen del nombre. Fue comúnmente llamado así a partir de que el italiano Pedro Mártir de Anglería, compañero de Cristóbal Colón, lo bautizara con el nombre de Mar de las Antillas. Para tan destacado científico cubano, «el hecho geográfico más importante del mar Caribe es su enorme guirnalda o rosario de islas llamadas indistintamente del Caribe o de las Antillas. Cf. «El Archipiélago», en Cuba, la naturaleza y el hombre, Editorial Letras Cubas, La Habana, 1982, p. 155.
  • A juicio del prestigioso historiador dominicano Juan Bosch, «el mar Caribe debe su nombre a una nación de indios aguerridos que desde las márgenes del Orinoco se extendieron por gran parte de lo que hoy es el litoral de Venezuela y por el mayor número de las islas antillanas; y también, debido a que esas islas lo delimitaban, es conocido como el mar de las Antillas». Bosch refiere que fue en la isla de Guadalupe, a donde llegó Cristóbal Colón en noviembre de 1493, don-de él y sus acompañantes conocieron a los caribes. Cf. Juan Bosch: De Cristóbal Colón a Fidel Castro. El Caribe, frontera imperial, Cuarta Edición Dominicana, Santo Domingo, 1983, pp. 36 y 43.
  • Antonio Núñez Jiménez: Ob. cit. (en n. 1), pp. 154- 155.
  • Rafael Duharte Jiménez: «África en el Caribe. Una reflexión sobre la influencia africana en la historia y cultura de la región caribeña». Cf. AA.VV.: Pensar el Caribe, cinco ensayos de inter-pretación de la región caribeña, Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2004, p. 126.
  • Rafael Duharte Jiménez: «Conversación con Manuel Moreno Fraginals», en Revista Historia y Sociedad, Departamento de Historia, Facultad de Humanidades, Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, Año III, 1990, p. 201. Desde finales del siglo XVI, Cuba -formada por 4 195 islas, cayos y cayuelos, y con una extensión de 1 109 200 km2 – contaba con La Habana y Santiago (de Cuba) como sus dos plazas fundamentales en su vida económica. Hacia 1580 La Habana tenía una población que fluctuaba entre los mil y mil quinientos habitantes. Por su posición geográfica se fue convirtiendo en el paso obligado hacia Europa de flotas de distintas nacionalidades, en un gran astillero donde se construían o se reparaban barcos de distintas dimensiones y calado. Hacia 1590 La Habana se había convertido en el primer centro de construcciones navales de las Antillas. En esta última industria trabajaban ciento sesenta personas, lo que representaba la quinta o sexta parte de la población masculina. Si a esto se le agrega la importancia que alcanzó la construcción de fuertes militares, como sectores priorizados, tenemos que el astillero y estos últimos representaban el 80% de la economía de La Habana.
  • Antonio Núñez Jiménez: Ob. cit. (en n. 1), p. 47.
  • Gérard Pierre-Charles: El Caribe a la hora de Cuba, Casa de las Américas, La Habana, 1981, p.11.
  • Ibídem, p. 9.
  • Antonio Lot Helgueras y Manuel Lucena Salmoral: El Caribe, Ediciones Anaya, S.A., Madrid, 1988, p.14.
  • Adela Pellegrino: Migrantes latinoamericanos y caribeños, Comi-sión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL)-Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (CELADE), Programa de Población, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de la Republica Oriental del Uruguay, Montevideo, 2001, p. 13.
  • Gérard Pierre-Charles: Ob. cit. (en n. 7), p. 12.
  • Estrella E. Rey Betancourt: «Algunos aspectos socioeconó-micos de Cuba colonial temprana (1512-1555)», en Catauro, Año V, No. 8, julio-diciembre de 2003, p. 87.
  • Ballesteros: Historia de América, tomo I, Salvat, Barcelona, 1961, pp. 788 y 789.
  • Ibídem, pp. 825-826.
  • Julio Le Riverend: Historia económica de Cuba, Editora Universitaria, La Habana, 1965, p. 45.
  • Rafael Duharte Jiménez: Ob. cit. (en n. 4), p. 125.
  • Adela Pellegrino: Ob. cit. (en n. 10), p. 55.
  • María Teresa Linares et al.: «Presencia del africano en América y particularmente en Cuba». Ponencia presentada por varios investigadores del Instituto de Etnología y Folklore en el Seminario de Estudios Afroamericanos, realizado en La Habana, entre el 21 y 27 de octubre de 1968. En Revista Etnología y Folklore, No. 7, enero-junio de 1969, p. 15.
  • Hebert Pérez Concepción: «Introducción al Caribe». Cf. AA.VV.: Pensar el Caribe, cinco ensayos de interpretación de la región caribeña, ed. cit., p. 20.
  • Gérard Pierre-Charles: «Abarcar el Caribe en su unicidad y su diversidad», en Revista del Caribe, No. 23, 1994, p. 4.
  • Antonio Lluberes Navarro: «Caribe, azúcar y migración, 1789-1944», EME EME, Estudios Dominicanos, Volumen VII, No. 39, noviembre-diciembre de 1978, p. 5.
  • Jorge Gómez Barata: «Cruceros en el Caribe: sin romance incluido», Por Esto (Versión digital), México, 20 de abril del 2006.
  • Eric Williams: Capitalismo y esclavitud, La Habana, 1975, p. 4.
  • Cervera Catasús, Pedro Cano y Rosa Tarraza: «La inmigración a Cuba entre 1900-1950», Centro de Estudios Demo-gráficos-Instituto de Economía-Universidad de La Habana, Serie 1, Estudios Demográficos, No. 6, agosto de 1975, p. 4.
  • Eric Williams: Ob. cit. (en n. 23), p. 135.
  • Adela Pellegrino: Ob. cit. (en n. 10), p. 15.
  • La fecha de abolición de la esclavitud en distintos territorios del Caribe es: Haití, l de enero de 1804, con su independencia; las colonias británicas, entre 1833 y 1838; las Islas Vírgenes danesas (Santa Cruz, San Juan y Santo Tomás ), entre 1846 y 1848; la colonia sueca de San Bartolomé, en 1847; las colonias francesas, en 1848; las Antillas Holandesas, en 1863; Puerto Rico, en 1873; Cuba, entre 1880 y 1886; y Brasil, en 1888. En los Estados Unidos se produjo a partir de 1865.
  • Juan Pérez de la Riva: El monto de la inmigración forzada en el siglo XIX, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1979, p. 40.
  • Suzy Castor: «Prólogo» a Ramón Antonio Veras: Migración caribeña. Un capítulo haitiano, Santo Domingo, 1985, p. 1.
  • Antonio Aja Díaz: «Las migraciones internacionales: temas en torno a un debate», Contracorriente, Nueva Época, No. 21, segundo semestre, 2004, p. 47.
  • Antonio Veras Ramón: Migración caribeña. Un capítulo haitiano, Santo Domingo, 1985, pp. 3 y 23.
  • Alejo Carpentier: «La cultura de los pueblos que habitan en las tierras del Mar Caribe», en Casa de las Américas, Año XX. No. 118, enero-febrero de 1980, p. 5.
  • Jesús Guanche: «Conflicto bélico e inmigración», en Debates Americanos, No. 7-8, enero-diciembre de 1999, p. 34.
  • José Antonio Benítez: Las Antillas: colonización, azúcar e imperialismo, Casas de las Américas, La Habana, 1977, p. 11.
  • Gérard Pierre-Charles: Ob. cit. (en n. 7), p. 375.
  • Jorge Ibarra: «La inmigración antillana. ¿Desproletarización y desnacionalización del proletariado cubano o aceleración de las contradicciones sociales? ¿Disgregación y marginalización del antillano o progresista integración de éste en las luchas de la clase obrera?» Ponencia presentada en el IV Encuentro de Historiadores Latinoamericanos y del Caribe, Bayamo, 1983, p. 25.
  • Adela Pellegrino: Ob. cit. (en n. 10), p. 15.
  • Alfonso Iglesias García y Alberto Pedro Díaz: «Definición y evolución de la plantación de las Antillas. Elaboración conceptual desde una perspectiva sistémica». S.f.

39 Ídem.

  • Para iniciar estos trabajos, en 1878 se constituyó la Compañía Universal del Canal Interoceánico, con la presidencia del conde Fernando de Lesseps, lo cual fracasó. El 18 de noviembre de 1903 se firmó un tratado entre los Estados Unidos y Panamá para culminar dicho proyecto. El 15 de agosto de 1914 comenzaron las operaciones comerciales en el Canal. Oficialmente sería abierto, por decreto del presidente de los Estados Unidos, el 12 de julio de 1920. Panamá tendría la plena soberanía del Canal el 31 de diciembre de 1999, que tuvo su fundamento en el Tratado Torrijos-Carter, de junio de 1978.
  • Juan Bosch: Ob. cit. (en n. 2), p. 659.
  • Ibídem, p. 607.
  • República de Cuba, Secretaría de Hacienda de Cuba: Clasificación por nacionalidades y ocupaciones, Sección de Estadísticas, Inmigración y Movimiento de Pasajeros, La Habana, 1906-1931.
  • Jesús Guanche: Ob. cit. (en n. 33), p. 35.
  • Juan Bosch: Ob. cit. (en n. 2), p. 17.
  • En el período censal de 1931 a 1943, la tasa de crecimiento demográfico desciende a 1,58 de promedio anual, debido, entre otros factores, al valor negativo que por vez primera asume el saldo migratorio externo, como consecuencia de la repatriación forzada de antillanos que promovió el gobierno de Gerardo Machado. Cf. Antonio Aja Díaz: «La emigración cubana entre dos siglos», en Temas, No. 26, julio-septiembre de 2001, p. 61.
  • José Sánchez Guerra: Los anglocaribeños en Guantánamo (1902-1950), Editorial El Mar y la Montana, Guantánamo, 2004, p. 20.
  • Jesús Guanche: Ob. cit. (en n. 33), p. 35.
  • Gérard Pierre-Charles: Ob. cit. (en n. 7), pp. 375-376.
  • Suzy Castor: Ob. cit. (en n. 29), p. 3.
  • Miguel Villa y Jorge Martínez: «La migración internacional en América Latina y el Caribe: rasgos sociodemográficos y económicos», en CELADE. División de Población de la CEPAL, Secretaría Permanente del SELA, mayo-agosto de 2002.
  • Keith Nurse: «Diáspora, migración y desarrollo en el Caribe», FOCAL, Documento de Política, Fundación Canadiense para las Américas, 2004. Cf. www.focal.ca.
  • Miguel Villa y Jorge Martínez: Ob. cit. (en n. 51).
  • Antonio Aja Díaz: Ob. cit. (en n. 30), p. 60.
  • «Reporta CEPAL aumento de cuatro millones de emigrantes entre 2000-2005», Agencia de Prensa NOTIMEX, México, 21 de marzo de 2006.
  • «Migración desde Latinoamérica hacia Europa: tendencias y desafíos» (OIM), cable de la agencia de información Frai Tito para América Latina, fechado en Suiza, 17 de junio de 2004.
  • Keith Nurse: Ob. cit. (en n. 52).
  • «Migración evita despoblación de países desarrollados», Agencia Prensa Latina, cable fechado en Naciones Unidas, 6 de abril de 2006.
  • «Se feminiza migración en busca de mejores condiciones de vida: CEPAL», Agencia de Prensa NOTIMEX, cable fechado en México, 22 de febrero de 2006.
  • Ver nota 58.
  • Carlos Véjar Pérez Rubio: «Las danzas del Huracán. Aproxima-ciones a la identidad cultural e integración del gran Caribe», en Casa de las Américas, Año XLII, No. 225, octubre-diciembre de 2001, pp. 131-132.
  • Ricardo E. Alegría: «Propuesta de Puerto Rico. La aportación del negro a la cultura caribeña», en La Revista del Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y El Caribe, No. 17, julio-diciembre de 1993, p. 23.
  • Antonio Aja Díaz: Ob. cit. (en n. 30), p. 46.

 

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