Del Caribe, de Cuba. Una aproximación (VIII)

Vendrían tiempos en que la Elders y la United Fruit Company (hoy United Brand) controlarían la producción y explotación de plátanos en Jamaica.

La Tate and Lyle controlaría la mayor parte de las tierras cañeras de Trinidad. En otras islas del Caribe se haría sentir el poder de la Caroni Ltd., mientras que las garras de la Geest Industries -empresa inglesa- llegarían a poseer la mayor cantidad de tierras de Barbados, Dominica, Santa Lucía, San Vicente y Granada.

Las ventas bananeras en Inglaterra procedentes de estas islas subieron de cuatro millones de libras esterlinas en 1950, y a 451 000 millones en 1986.49 De esos territorios, Santa Lucía, ubicada en el Caribe oriental, es la segunda de las llamadas islas de Barlovento, en las Antillas Menores. Situada a 40 km al sur de Martinica y a 32 km al nordeste de San Vicente y las Granadinas, tiene un territorio de 616 km. En el año 2006, su población era de 164 791 habitantes.

Con el transcurrir de los años, en el Caribe se van a producir graves fenómenos sociales y económicos que dejaron profundas huellas y que tendrán como protagonistas a Inglaterra, Francia y Holanda -debilitadas a causa de la Segunda Guerra Mundial- y de manera particular a los Estados Unidos, que saldrán de ese conflicto bélico como primera potencia, con su economía intacta y cada vez más fortalecida, desarrollada, expansionista y dominante.

Sin lugar a dudas, a partir de la Segunda Guerra Mundial las deformaciones estructurales de las sociedades caribeñas, las modalidades de la explotación imperialista y las transformaciones globales del medio capitalista introducen nuevos elementos en la conformación histórica de la región.

El fenómeno migratorio adquiere características diferentes. El Caribe se vuelve una de las regiones de mayor emigración hacia los Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Holanda y Canadá. La emigración se transforma en un componente en la estructura de las naciones y se convierte en un factor importante en el esquema de dominación neocolonial, que conlleva consecuencias económicas, políticas, sociales e ideológicas de gran alcance.50

El hecho de que tanto Francia como Inglaterra decidieran otorgar en la década de 1950 la ciudadanía a sus súbditos que habitaban las posesiones del Caribe, abrió un debate, tan intenso como problemático desde el punto de vista social.

Por esa vía decenas de miles de obreros caribeños y de otros territorios coloniales, sobre todo de piel negra, llegaron en grandes oleadas hacia las citadas metrópolis europeas, con inmensa población de piel blanca.

Como es natural, una decisión de este tipo, y de carácter migratorio, tuvo un gran impacto social y político, más que demográfico, por haber estado acompañada de una reacción de los europeos que fluctuaba entre el racismo y la hostilidad, o ambos a la vez, o sea, la xenofobia.

Años después, los destinos de los caribeños cambiaron ante el desarrollo económico de Canadá, convirtiéndose este en un centro de inmigración importante y a la vez cercano para los antillanos, sobre todo anglohablantes y francohablantes, a cuya preferencia antillana se sumaron después los Estados Unidos durante la década de 1960-1970, lo cual se mantiene hasta nuestros días.

En cuanto a Canadá, los inmigrantes de América Latina y el Caribe llegaron a 525 000 en 1996, cuando en 1986 solo sumaron 320 000. De la primera cantidad la mitad correspondió a jamaicanos, guyaneses, trinitarios y haitianos.51

De acuerdo con el Censo de Población de Canadá del año 2001, la mayoría de los inmigrantes procedentes del Caribe eran de la parte anglohablante.

En una investigación de 2004, el número de residentes canadienses que se identificó con un origen caribeño fue el siguiente: 211 000 jamaicanos; 82 000 haitianos; 60 000 antillanos (otros), 52 000 guyaneses y 50 000 trinitarios. En el mismo año, el Ministerio de Ciudadanía e Inmigración de Canadá reportaba que entre 1980 y 2001 los inmigrantes caribeños sumaban 253 992.52

Otro tipo de migración caribeña del área es la intracaribeña, que se produce, hasta hoy día, entre una isla y otra de la región, atraída por las oportunidades que se ofrecen en las que mayor desarrollo presentan. Así sucede con las industrias del petróleo, el turismo y la exportación de servicios en Trinidad y Tobago, Aruba, Curazao y Bahamas, entre otras.

A estos elementos se suman, en cuanto a la selección de destinos caribeños, la proximidad geográfica, el idioma común y las características o tradiciones culturales parecidas o similares.

El movimiento intracaribeño resulta de indudable beneficio para las islas receptoras desde el punto de vista cualitativo, motivado por los positivos niveles de educación de los migrantes. Según apuntan Miguel Villa y Jorge Martínez -acudiendo a Thomas Hope-, el nivel de educación de los migrantes intracaribeños de habla inglesa superaba al de las poblaciones de origen y destino; por ejemplo, en Antigua, Bahamas y las Islas Vírgenes Británicas la proporción de inmigrantes que cuentan con estudios universitarios se calcula en más de dos veces a la población nacional, y en Barbados esa relación es más de siete veces.53

Sobre todo en las Antillas Mayores, y entre estas, con mayor fuerza, Haití, República Dominicana y Puerto Rico, ha sido una constante el incremento de la migración de las zonas rurales a las ciudades con la consiguiente posible continuación del ciclo migratorio con la migración al exterior de los territorios nacionales.54

Cuba sería considerada por los emigrantes europeos como un país próximo y apropiado para po-der llegar a los Estados Unidos. Esto también era del pensamiento de muchos braceros antillanos.

Es de significar que la circulación o migración entre las islas del Caribe cada vez se hace con mayor intensidad, aumentando en ese contexto el papel de la mujer, en fuentes de trabajo como el turismo. Sin embargo, hacia los Estados Unidos predomina la migración masculina, determinada por la demanda de ciertos tipos de trabajo. Es precisamente en ese país donde reporta la CEPAL que en el año 2005 existían 25 000 000 de latinoamericanos y caribeños, 4 000 000 más que en 2000, estimándose que casi la mitad de ellos tienen la condición de indocumentados.55

El Caribe -excepto el llamado español- se nos presenta preferentemente también como zona de inmigrantes provenientes de sus otroras o todavía metrópolis, como Francia, Inglaterra, Países Bajos, pero también de la India.

Las extremas medidas que se instrumentaron en los Estados Unidos en materia migratoria a partir del año 2001 con motivo de los atentados terroristas que produjeron la destrucción de las Torres Gemelas, provocaron que el flujo de emigrantes caribeños y latinoamericanos se dirigiera a Europa.

Así, reporta la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) que entre 1995 y 2003 los migrantes de América Latina y el Caribe en España pasaron de 92 642 a 51 4485, mientras que se acota que en el Reino Unido también han aumentado los ciudadanos caribeños.56

De todas maneras, los Estados Unidos siguen siendo el principal destino de los emigrantes de América Latina y el Caribe. Se calcula que en dicha nación se halla el 75% de caribeños de nacimiento y de descendientes de primera generación. A mediados de la década de 1990 la emigración caribeña hacia distintos continentes ascendía a 6 000 000 de ciudadanos. Solamente en los Estados Unidos se asientan 2,4 millones de aquellos, arribados durante las últimas tres décadas.57

Los movimientos migratorios que se producen desde distintas regiones hacia los países desarrollados no dejan de ofrecer sorpresa en cuanto a sus consecuencias.

De simple vacío a llenar en materia de fuerza de trabajo, la inmigración se convirtió en un dispositivo que, además, suple a una población que debió haber nacido y no fue así, en distintos países de Europa. Por eso en el Viejo Continente no disminuyó su población a partir del año 1995. En resumen fue gracias a las inmigraciones recibidas.

En abril del año 2006 las Naciones Unidas dieron a conocer que el flujo de emigrantes proceden-tes de países en desarrollo ha evitado la virtual despoblación de las regiones más desarrolladas del mundo, afectadas por bajos o negativos niveles de fecundidad. En el mencionado reporte de las Nacio-nes Unidas se precisa que la emigración represen-tó la mitad del crecimiento poblacional en las referi-das regiones entre 1990 y 1995, dos tercios de 1995 a 2000 y tres cuartas partes de 2000 a 2005.58

Es precisamente la emigración la que viene a salvar a muchos países desarrollados de tener cierto crecimiento poblacional, y reportarlo, además, como algo suyo, como parte de su identidad o demografía interna.

Continuará.

 

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