Buenos momentos en tiempos de amar

Acontecimiento feliz para un público deseosode contar con telenovelas del patio; ello, sin renunciar a las bien aceptadas que llegan desde Brasil, Argentina y Colombia, entre otros, y que también atrapan a muchos espectadores.

Sin que deje de formar parte de la copiosa industria del entretenimiento -palabra que a algunos molesta porque en ocasiones se interpreta como enajenación, cosa que no siempre es así-,el género forma parte de esa pausa que nos separa de manera transitoria de los afanes, ocupaciones y preocupaciones cotidianos.

Imaginar y soñar; vivir como realidad una que otra fantasía, forma parte de la necesaria ecología interior, tan dañada y merecedora de salvarse como la medioambiental.

Una vez comenté en broma -de lo que no me arrepiento aunque me cause risa- que el gusto por las telenovelas canaliza esa subyacente «pasión por el chisme», inseparable de la naturaleza humana, y de espaldas a cualquier frontera.

Solo que en este caso se trata del afán por «enterarse» para luego comentar y suponer, aunque admito que no pocos y pocas re-contextualizan historias noveladas y las rediseñan sobre escenarios propios.

Eso es parte del copioso talento imaginativo de personas que -si se lo proponen- serían capaces de aportar buenas historias para llevar a la radio y a la ya no tan pequeña pantalla hogareña.

Dejo a un lado tanta digresión para manifestar beneplácito por la actual telenovela cubana «En tiempos de amar». Las actuaciones me convencen y admito  estar, tres veces por semana, ante un producto netamente cubano, actual y elaborado con todos los recursos del lenguaje audiovisual contemporáneo.

Desde el comienzo su tema de presentación y toda la banda sonora,compuesta por Raúl Paz, me conquista con los códigos ofrecidos a partir de una estructura elaborada a talento pleno que alista a penetrar en un argumento que sus cuatro escritores (Eurídice Charadán, Serguei Svoboda, José Víctor Herrera y Alberto Luberta Martínez) desarrollaron de manera dinámica y con una semiótica que nada envidia al más perfecto mecanismo de relojería.

Al comienzo y a modo de flashes, recurso a tono con lo actual de las realizaciones del género, pequeñas retrospectivas llevan a «reconectar» con el argumento.

Lo mismo ocurre al final cuando, a pesar de los cierres, de por sí cautivantes de cada capítulo, los flashes de avances nos dejan con el deseo de seguirla disfrutando.

Atrapa el manejo de las subtramas que se entretejen y son parte de la urdimbre dramatúrgica general, algo que le confiere unidad y coherencia a este resultado televisivo y, por añadidura, merecidamente televisable.

Las escenas breves y convincentes, mientras el paso entre una y otra acontece con tal maestría que las comparo con la alta cocina, donde los platos deliciosos se nos dan poquito a poco.

Cuando comenzó -a excepción de quienes ya tenían una idea- no era fácil augurar nada al respecto.

A la altura de casi cuatro meses, el balance es óptimo y lo admito como televidente. Su temática concuerda con larealidad de cualquier familia cubana actual: situaciones felices unas, otras no tanto; aspiraciones, necesidades y conflictos que cualquiera de nosotros pudiera afrontar.

Todo a partir de personajes con psicologías claramente definidas. Personajes que no son ni buenos ni malos absolutos en sí, más bien «a rayas como las cebras», cuyos defectos y virtudes radican en la manera de afrontar e intentardar solución a sus conflictos,casi en su mayoría de convivencia familiar.

Desde mi punto de vista no es una telenovela «en blanco y negro» que se debate entre ángeles y demonios; es simplemente humana donde «lo malo» no es forzosamente «alguien» sino ese «algo» a lo que algunos apelan para resolver sus problemas.

En  cuanto a las actuaciones, ni qué decir de su elenco de primer nivel que para ser justo debiera mencionarlos a todos.

Personalmente me impresiona la actuación de Yia Caamaño (Elena, la hermosísima malvada, la de intenciones más pérfidas, obviamente), antagónica de Maikel Amelia Reyes (Laura).

En el caso de Yia admiro la fuerza que imprime a su personaje; actriz joven de la que estoy convencido, deja buena impronta y de quien sé nos hará disfrutar más en producciones futuras.

En cuanto a Maikel Amelia, no me escondo para admitir que disfruto todas sus actuaciones; en esta telenovela es un alma encantadora, mujer equilibrada que intenta salir adelante con su talento, dotada de un carácter noble.

Por su deslumbrante belleza, no en vano un compañero de trabajo le lanza discretos piropos, y hasta su propio cuñado Armando -de carácter débil y sometido por Elena a una cruel abstinencia sexual-, sin que ello lo justifique, se electriza ante ella.

Esta actriz posee ojos y mirada cautivantes que suma a su talento actoral. Una y otra, Yia y Maikel Amelia se compensan entre sí, y con las actuaciones de Carlos Solar y José Alejandro.

Cautiva Beatriz Viñas (Silvia) con su actuación convincente como la mujer que desea rehacer su vida y enfrenta el egoísmo de un hijo malcriado que no sabe de los sacrificios de su mamá por educarlo. Los demás, mujeres y hombres, son igualmente estelares. Quise solo mencionar tres actrices, y pienso que tal vez no sea del todo justo con las omisiones.

Hace alrededor de un mes saludé a Rubén Breña, quien encarna a Julián Rodríguez, padre de Laura, y conversamos brevemente.

Me interesó su opinión acerca de esta telenovela, acerca de la cual me dijo:

Pienso que esta novela un poco que viene a rescatar determinada teleaudiencia del espacio que ha ido perdiendo por la periodicidad en la transmisión. Ha habido baches en la transmisión de la telenovela cubana en determinados periodos y eso, por supuesto, va en contra de la teleaudiencia y del gusto del pueblo por la telenovela. Tiene un buen nivel de teleaudiencia, la anterior también, la que la antecedió. Esperemos que todas esas cuestiones se vayan solucionando porque indudablemente es histórico el gusto del público cubano por la telenovela cubana».

Julián Rodríguez es un hombre que guarda muchos secretos de su pasado. Sin esfuerzo nos enteramos de los sentimientos de culpabilidad que lo embargan. Como Rubén Breña es quien lo personifica, mi segunda pregunta fue preguntarle acerca de él.

Este no es de los personajes más importantes de la telenovela, no, pero tiene una subtrama atractiva, es un individuo que cometió errores, muchos errores en su vida, que los irá conociendo el público en la medida que la novela vaya transcurriendo, y que ahora arribando a determinada edad él está arrepentido, viene a tratar de solucionarlo, de paliar esa situación, de hacer lo que no hizo».

Cierto que Julián no es protagónico; en cambio, confiado a un actor de la talla de Rubén, éste le saca el máximo y lo pone en uno de los primeros planos, contrapuesta al personaje de Fermín, interpretado por otro de nuestros grandes actores, Fernando Echevarría.

Al aprovechar su presencia, quise hacerle dos preguntas, esta vez no a Rubén Breña, sino a Julián Rodríguez. Así le pregunté si Laura iría por fin con su papá a México…

«Eso no te lo voy a decir».

¿Se salva tu yerno Manolito?

«Tampoco te lo voy a decir», entonces empieza a sonreír.

No tengo duda, Julián Rodríguez, sigues siendo un tipo enigmático. ¡Caramba, qué trabajo cuesta enterarse contigo…!

«En tiempos de amar» cuenta con la dirección de Ernesto Fiallo. Novela que siendo actual y abordando nuestra problemática cotidiana, lo hace con un realismo que en nada denigra la media general en la Cuba de hoy; contacta con la realidad sin dejar de mostrar los buenos sentimientos y virtudes que caracterizan a la gran mayoría de nuestro pueblo.

Espero que después de esta producción sigan llegando otras que hagan posible recuperar esa continuidad necesaria de la telenovela nacional. Lo necesita la televisión cubana y en primer lugar sus primeros depositarios, los televidentes.

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