Trump, la política del espectáculo

Como especular es gratis, o casi, muchos estiman la situación tan grave como un nuevo Watergate, como se llamó al escándalo de espionaje doméstico que le costó el cargo en la Casa Blanca a Richard Nixon en 1974.

Como para agregarle más pimienta al tema, está la forma en que se realizó el sonado despido, pues Comey se enteró que había perdido el empleo por medio de un noticiero de televisión cuando tenía una reunión con un grupo de subordinados y pocos minutos después le leyeron por teléfono la carta donde Trump ordenaba su dimisión.

Se dice que el presidente tomó esa decisión para frenar una investigación que el FBI presuntamente lleva a cabo sobre una eventual intromisión de «intereses» rusos durante las recientes elecciones que lo llevaron hasta el Despacho Oval, en Washington.

A partir de esa sospecha, una palabra se ha multiplicado como bacterias en los medios políticos y periodísticos, dentro y fuera de Estados Unidos: Impeachment, es decir un juicio político al jefe de Estado, algo que según las leyes del país solo ocurre en casos de traición y otros delitos graves cometidos por el gobernante.

En la historia norteamericana sólo dos presidentes fueron sometidos a ese procedimiento: Andrew Johnson, en 1868; y William Clinton, en 1999; y ninguno de los dos fue destituido. Nixon, recordemos, renunció antes de ser llevado a este tipo de juicio.

Será el próximo Donald Trump? No faltan quienes así lo esperan, pero en todo caso hay que recordar que el magnate devenido presidente será un inexperto en política, doméstica y foránea, pero ingenuo no lo es en manera alguna.

Además, ¿piensa alguien en serio que el partido Republicano, que controla el Congreso, va a permitir que se desencadene un impeachment contra el presidente antes de las elecciones legislativas de 2018, cuando se renueva toda la Cámara de Representantes y un tercio del Senado? Sería conmovedor que esa agrupación se suicidara de esta manera, pero dudamos que eso vaya a ocurrir.

Rusia, por otra parte, ha negado siempre cualquier intervención en los comicios presidenciales de Estados Unidos, y no hay razones para poner en duda esa palabra.

Ahora bien, ¿han notado ustedes que en medio de la ventolera, hubo acontecimientos importantes que casi se quedaron en la orfandad mediática?

Nos referimos a la reunión en la Casa Blanca entre Trump y el ministro ruso de Relaciones Exteriores, Serguei Lavrov, donde se abordaron sin duda temas muy delicados, como la situación en la península de Corea, la guerra en Siria y los movimientos de tropas norteamericanas y jordanas cerca de este último país.

No se dice nada de eso, la atención está puesta en otras cosas y Trump, insistimos, es un especialista en dirigir la mirada de la gente hacia el punto del espectáculo que a él le interesa. Así llegó a la Casa Blanca, y así está dispuesto a mantenerse en ella.

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