Claves para soñar y continuar Cuba

Puede que la varilla de las adversidades esté alta, pero no importa, el cubano, muy cubanísimo, es capaz de enfrentarlo todo, luchar, batallar, sobreponerse, y buscar alternativas, incluso cuando las fuerzas casi se agotan, y al final vence.

Se vence trabajando más; se vence con la inteligencia de sacarle el máximo a cada recurso material y humano; se vence con sistematicidad y constancia; se vence con disciplina, rigor y exigencia; se vence con pensamiento colectivo; se vence con mucha sensibilidad humana, porque sin ella, como principal materia prima dentro del comportamiento humano en nuestra sociedad, no podría hacerse mucho con pocos recursos y ahogados por una amalgama de medidas que se llama bloqueo.

Sin esos ingredientes de alta sensibilidad, no podríamos hacer mucho más. Pero he visto día tras día, semana tras semana, al gobierno de mi país, cómo es capaz de soñar Cuba y empujarla hacia adelante, entrelazando saberes de muchos, inteligencias y propuestas, para llegar a un consenso, escuchando a la gente, lo que dicen, sus preocupaciones y dudas, también sus miedos e incertidumbres. El gobierno de mi país se preocupa y ocupa, cuando diariamente analiza desde el Grupo Temporal del Gobierno la situación de cada territorio para enfrentar a la COVID-19 y qué más se debe hacer.

El gobierno de mi país se ocupa y preocupa cuando escudriña hasta el más mínimo detalle para perfeccionar e implementar la Tarea Ordenamiento, crucial, compleja, osada en circunstancias de enfrentamiento a la pandemia, pero también necesaria para corregir distorsiones que marcan el punto de partida en su ejecución práctica.

El gobierno de mi país recorre la nación de una punta a otra, para intercambiar con sus dirigentes, funcionarios, con las personas que hacen y sueñan una nación cada día, desde sus municipios que conforman una provincia, y buscar más temprano que tarde soluciones a las dificultades.

El gobierno de mi país dedica una gran parte del tiempo a seguir y evaluar el impacto de los principales programas de gobierno, desde las enseñanzas que nos deja la práctica, pero también sobre cómo queremos el presente-futuro de Cuba en escenario de crisis sanitaria e internacional, para no solo resistir sino además lograr mayor auto sostenibilidad, resiliencia y soberanía en todos los sentidos. A eso nos obliga la ignominiosa ley del bloqueo, a reinventarnos como nación, a soñar y continuar un país.

El gobierno de mi país intercambia cada semana con científicos y expertos que son protagonistas en los nuevos protocolos sanitarios para la atención médica a pacientes positivos a la COVID y para el tratamiento a los convalecientes.

Nuestro gobierno estableció un diálogo de aporte permanente, que es pilar en la gestión de gobierno, para aplicar más ciencia dirigida a incrementar la producción de alimentos, para desarrollarnos desde la innovación en el terreno de las construcciones y también en otros vitales para el desarrollo, experiencias que surgen de enseñanzas que dejan estos largos meses de batalla frente a la letal pandemia.

Soñar y continuar un país es eso. Que todos, juntos, aunemos voluntades y acciones para construir poco a poco nuestro propio destino, que es común para la mayoría.

Miremos hacia el mundo que nos rodea, removido por una profunda crisis sanitaria con una cascada de impactos en el terreno de la economía y lo social, miremos hacia el resto del planeta, incluso hacia países poderosos en recursos materiales, nada es comparable con Cuba cuando se trata de gestionar el presente y futuro de la nación.

¿Qué hay inconformidades? Claro, existen. Pero no hay inercia. Porque hacer lo que nuestra nación hoy en circunstancias tan duras, y frente a una amalgama de acciones engendradas desde las leyes del bloqueo, solo puede lograrse, sin chovinismo, solo en Cuba.

¿Dónde radica la diferencia? En la sensibilidad humana, en que nos importan las personas. Por eso se habla de protección a los vulnerables, de no subsidiar productos pero sí a las personas que lo requieran. La Revolución es esencia, y dentro de ella, lo humano la transversaliza.

Soñar y continuar el país que queremos es todo eso y más. Es escuchar a los jóvenes, cómo se involucraron en tareas en centros de aislamiento y la llamada zona roja sin que nadie se los impusiera. O conocer el orgullo que sienten cuando expresan que el tiempo de hoy, es su Moncada.

Cómo dice esa icónica canción que nos ha marcado a muchos: “Y hablo de países y de esperanzas, hablo por la vida, hablo por la nada, hablo de cambiar esta, nuestra casa, de cambiarla por cambiar, nomás ¿Quién dijo que todo está perdido? Yo vengo a ofrecer mi corazón”.

Soñamos y continuamos Cuba, desde el corazón que nos late fuerte, con el propósito de que entre todos, podremos hacer de lo imposible, lo posible.  

 

 

 

 

 

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