Día Cero, historia de dos monedas

La extinción de la URSS y el derrumbe del campo socialista ocasionaron un fuerte impacto en la economía nacional, tanto que en esos años el Producto Interno Bruto registró una caída de casi el 35 por ciento, el consumo de combustible se redujo a menos de la mitad, y el comercio exterior disminuyó considerablemente, escenario al que se sumó el impacto del bloqueo.

En ese contexto, y así lo recuerda la directora de Estudios Económicos del Banco Central de Cuba, Mercedes García, se generó un gran desabastecimiento en el mercado minorista, y el peso fue perdiendo su poder adquisitivo de forma acelerada. 

Hubo un deterioro del consumo, las personas poseían dinero, pero no tenían dónde adquirir los productos, rememora.  

Medidas necesarias

A inicios de los años 90, Cuba necesitaba, por un lado, dinero fresco para revitalizar la economía y, del otro, evitar una devaluación vertiginosa de su moneda, mucho más de lo que realmente llegó a depreciarse, al estar a 150 pesos por dólar.

Emergió así, en 1993, un proceso de dolarización parcial. Y justo en el término parcial insiste la directora de Estudios Económicos del Banco Central de Cuba, Mercedes García, pues los salarios, la seguridad y asistencia social, los productos normados y muchas otras actividades continuaron operando en pesos.

Agrega que otras medidas también se adoptaron, como la creación de las Tiendas Recaudadoras de Divisas, el incremento de las exportaciones de servicios, en particular del turismo, y una apertura gradual a la inversión extranjera, y la autorización de las entradas de remesas desde el exterior.

Una necesidad impostergable

Cuando se logró cierto nivel de recuperación económica, Cuba vivió un proceso de desdolarización, primero en el sistema empresarial en 2003, y un año más tarde en la población. 

Ese fenómeno consistió en la retirada del dólar estadounidense de circulación, y sustituirlo por el peso cubano convertible, explica la experimentada economista Mercedes García. 

Sin embargo -aclara- la tenencia de dólares siguió despenalizada. Se eliminaba así la mayor parte de la dolarización de nuestra economía, pero no la dualidad monetaria, que se mantiene hasta hoy con las dos monedas nacionales. 

No hay duda que esa dualidad resultó tabla de salvación en un momento de crisis, pero sus beneficios a corto plazo fueron superados por los costos de su extensión en el tiempo, de ahí que eliminarla sea una necesidad impostergable para quitar trabas al desarrollo.

 

 

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