Fidel es Fidel

Por estos días se le hace muy merecido homenaje por su aniversario 90, y con tal objetivo se han escrito y pronunciado palabras de alta significación para reconocer sus virtudes. Pero mucho más: en el justo empeño se han sumado gobiernos, científicos, organizaciones políticas y sociales, Premios Nobel, intelectuales de fama internacional…en fin, de todos los confines del mundo. Y, naturalmente, se han destacado en primer plano, las incuestionables virtudes del Comandante en Jefe, que ni el más humilde y honesto obrero se atreve a cuestionar. Ahora bien, como un modesto admirador más, quiero referirme, únicamente, a dos de sus logros más importantes que, de cierta manera, integran a las demás.

Excepcional humanista. Compruébese esta gran verdad cuando nos percatamos que no existe una sola acción de Fidel que no esté impregnada de esa maravillosa cualidad, desde su empeño por alfabetizar a todo un pueblo, hasta el desvelo por el bienestar de niños, ancianos, mujeres, pasando por la atención a la salud, la educación y tantas grandes obras que han hecho grande a Cuba, como por ejemplo su apego al internacionalismo solidario. Y la otra virtud es, para este comentarista, si no la más grandiosa, al menos la que ocupa un lugar cimero: devolver a la isla su autoestima, decoro y dignidad nacional, obligando a que se nos respete como nación soberana a pesar de la soberbia y aullidos imperiales de la súper potencia.

Soy consciente que nada nuevo he afirmado hasta aquí; lo conoce el mundo. Sin embargo, uno siente algo así como una mezcla de crueldad, cinismo y desfachatez, al comprobar que seres sin escrúpulos y sin patria son capaces de injuriar a Fidel, demonizarlo ante el mundo como un ser maligno, haciendo de él tal si fuera un émulo de los grandes monstruos que han asolado a nuestros pueblos. ¿Quiénes son? Poderosos medios de comunicación al servicio del imperio, y algunos eslabones sueltos que andan regados por este mundo, autodenominados “independientes”. Confieso que alguna vez, allá por mis años mozos de romanticismo y buena carga de idealismo, pensé que había un límite a la maldad. Hoy comprendo lo equivocado que estaba.

El morbo corroe las entrañas de estos grandes monstruos modernos con ropaje de prensa libre y democrática. Por eso son capaces de manchar a figuras admiradas en todo el mundo, de la misma manera que reclaman más justicia histórica para sátrapas de triste recordación como Fulgencio Batista o Augusto Pinochet, porque para ellos “no eran tan malos, más bien hombres fuertes”. Naturalmente, saben muy bien que están del lado de la maldad y son enemigos de la razón; pero prefieren sucumbir ante el dinero prostituido a costa del sufrimiento de los pueblos para poder gozar de una vida placentera.

Pero ya ven estos señores. A pesar de vientos envenenados que siempre nos han llegado del norte revuelto y brutal, de sus acólitos y de grandes guerras mediáticas, FIDEL ESTÁ AQUÍ Y SEGUIRÁ POR SIEMPRE ENTRE NOSOTROS SIENDO FARO Y GUÍA. No importa lo que hagan y digan, la verdad y la justicia siempre se abre paso entre la maleza de la desvergüenza y la sinrazón. En definitiva, vale mucho más el decoro nacional y la modestia solidaria y compartida, que el lujo venenoso de los opresores. Eso bien lo sabe el aventajado alumno de Martí. ¡VIVA FIDEL!

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