La reconcentración de Weyler en Matanzas

En poco más de un año y a meses del fin de la guerra contra España, murieron exterminados más de 300.000 campesinos cubanos.

El mallorquín Valeriano Weyler y Nicolau llegó a La Habana en febrero de 1896 para tomar posesión de su cargo como capitán general de la Isla, en sustitución de Arsenio Martínez Campos, quien había sido derrotado y humillado por el Ejército Libertador.

Weyler dispuso que en un término de ocho días, todos los residentes en los campos o fuera de la línea de fortificación de los poblados, se reconcentrarían en los pueblos ocupados por las tropas españolas.

William J. Calhoun, funcionario civil del Gobierno norteamericano en Cuba, describía en un informe la difícil situación que se vivía:

He viajado en ferrocarril desde la Habana hasta Matanzas. El campo más allá de los puestos militares está prácticamente despoblado. Cada casa ha sido quemada, los plátanos cortados, los campos de caña barridos por el fuego y destruida cada cosa que sirviera de alimento…No vi ni una señal de vida, salvo un buitre ocasional o un cuervo volando. El campo estaba envuelto en la calma de la muerte y el silencio de la desolación”.

El hambre, la miseria, la proliferación de enfermedades y epidemias, conforman un panorama de desastre que provoca una alta mortalidad en Matanzas y toda Cuba.

En solo un trimestre de 1897, la cifra de fallecidos ascendió a 3 312, siendo las causas principales: el hambre, el paludismo, la disentería, la tuberculosis, las afecciones vasculares y el vómito negro.

El Ayuntamiento de Matanzas ante esta crítica situación, determinó dar trabajo a una parte de los reconcentrados en la playa de los judíos, en la disecación de pantanos; a la vez que construyó algunos albergues en los terrenos del Palmar de Junco y repartió más de mil raciones diarias de comida. Pero ello no resolvía el problema, ya que seguían llegando constantemente campesinos, incluso de otros términos municipales, pensando que aquí podrán mitigar mejor el hambre. Además, la guerra y la escasez de alimentos crecían.

Entre enero y octubre de 1897 murieron de hambre en la ciudad yumurina alrededor de 2 000 personas.

A contrapelo de los efectos de la bárbara política, solo comparada con los campos de concentración nazi, el apoyo del pueblo al Ejército Libertador no pudo ser eliminado. Al contrario, los cubanos continuaron apoyando a sus libertadores y sumándose a las fuerzas insurrectas; que hubiesen derrotado a España, como de hecho ya lo habían logrado en 1898, cuando de manera artera, y traicionera, fingiéndose aliados del pueblo cubano, los yanquis intervinieron en la guerra, arrebatándonos la soberanía que tantos hijos le había costado a Cuba.

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