La amplia información que han brindado nuestras autoridades gubernamentales enseguida generó una gran repercusión entre la población, lo cual es lógico cuando se habla del dinero de todos, tanto de las personas como de las entidades.
La enorme complejidad de ese proceso no escapa a la inteligencia colectiva, incluso entre quienes no son especialistas en temas económicos.
Se trata de realizar cuatro transformaciones profundas a la misma vez: unificar las monedas, establecer una sola tasa de cambio frente a las divisas internacionales, eliminar o reducir subsidios y modificar los salarios e ingresos de los trabajadores y pensionados.
Por tanto es lógico que aparezcan preocupaciones, dudas y expectativas diversas sobre lo que ocurrirá en nuestro entorno y en la vida de cada familia.
Cuando ocurra, este ordenamiento monetario desatará muchos cambios para los cuales, la mejor recomendación posible, es mantenernos atentos e informados.
Algo interesante de estas medidas es que tal vez sus principales impactos, y los giros más dramáticos, no sean ni siquiera los que nos implican como ciudadanos, sino en el ámbito de las empresas e instituciones, que sin dudas estarán ante muchas tareas que deberán resolver a la vez, y por las mismas personas que también tendrán sus propias preocupaciones en el plano individual.
Por tanto, no es posible dar un salto de esa magnitud sin que surjan contradicciones y hasta dificultades. La manera en que se han discutido, sopesado y proyectado tales cambios tiene necesariamente que llevarnos a un estadio superior, incluso aunque para alguien muy puntualmente no sea posible darse cuenta en un primer momento.
Por supuesto que ese ordenamiento nos debe y tiene que compulsar a hacer las cosas de forma diferente, lo cual incluye la posibilidad de que nos plantee tensiones y retos adicionales, que nos saquen de nuestra zona de confort o comodidad, para introducirnos en nuevas prácticas económicas y sociales que conllevarán una adaptación por nuestra parte.
En ese tránsito lo mejor será mantener una actitud positiva y de colaboración con las transformaciones. En la medida que más rápido y con menos resistencias nos adentremos en el escenario futuro que traerá este ordenamiento, más probabilidades tendremos de entender y aprovechar mejor sus beneficios.
Tampoco se trata de desesperarnos por lo que ahora mismo no entendemos del todo y nos puede provocar incertidumbre, y mucho menos de intentar dárnosla de listos para procurar sacar ventajas anticipadas de lo que ni siquiera sabemos cómo nos involucrará o no en cada paso.
Está claro que habrá un acompañamiento institucional para explicar, razonar y hasta corregir cualquier problema que se presente sobre la marcha, de modo que lo más prudente ahora es prepararnos mentalmente para asumir esos cambios, con más conocimientos, sin predisposición y con una mirada positiva, hacia ese otro orden que ya está a la vista.