El culpable no es Trump

No importa, él quiere más y más, sin reparar en «pequeños detalles» que hablan los comunistas, como por ejemplo, el desamparo de los pobres de este mundo, que lo son, precisamente, porque existen muchos Trump; o la extrema desigualdad entre ricos y pobres; o el analfabetismo que aún sufren grandes masas desposeídas; o niños que vagan implorando un pedazo de pan o son sometidos a vejámenes como la prostitución infantil, el robo de sus órganos y el trabajo esclavo. Y qué decir, del odioso racismo que produce muertes a consecuencia de disparos de policías blancos.

Como se conoce, Estados Unidos se encuentra en la recta final de su proceso electoral, es decir, uno de los momentos cumbres en los que se hace imprescindible colocar en la tendedera algunos trapitos sucios de su contrincante.

Así las cosas, surgen a granel acusaciones, frases indirectas aludiendo a la moral del adversario, momento en que sale a la luz pública asuntos de infidelidad conyugal, adicciones a la marihuana u otras sustancias alucinógenas; en fin… un circo donde vale todo, incluyendo un aspirante que, aunque está cerca de los seres racionales, sus acciones y manera de conducirse no lo parezca en absoluto.

Trump es un vivo ejemplo. Recordar que el cerebro del elefante no le permite más que sus instintos; sin embargo, tiene unos colmillos muy valiosos que producen dinero.

Otros que llegaron a Presidente se parecen mucho entre sí, digamos George W Bush (el del pucherazo) que pronunciaba barbaridades en sus discursos, ignorante total que, no obstante, llegó a escribir un libro con sus memorias.

Y ahora este aspirante pretende construir un muro en la frontera con México para que sus nacionales no penetren en territorio norteamericano.

Pero además, la susodicha construcción debe ser costeada por los propios mexicanos; es decir, es una imagen donde el victimario ordena a la víctima que pague el costo de la soga con la cual lo colgarán. Así son las cosas en el país de la libertad, la democracia y los derechos humanos.

Veamos los resultados finales. Ahora, escribiendo estas líneas, recuerdo la respuesta de Rafael Correa, el mandatario de Ecuador, cuando un periodista le preguntó cuál de los dos aspirantes sería el presidente de Estados Unidos, y él le contestó que sería preferible Donald Trump, para que el pueblo estadounidense se percate de la clase de persona que puede llegar a estar al frente del país norteño.

Claro, mucho respeto y admiro a Correa, pero desde esta página le diría mi inconformidad, porque no se debe jugar con fuego. ¡Imagínese usted!. Pero al final, puede suceder cualquier cosa.

“Es recia y nauseabunda una campaña presidencial en los Estados Unidos”. José Martí.

 

 

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