El futuro de Cuba lo decidirán los cubanos, nadie más

Nada, que si lo miramos bien, ahora mismo la nación norteña podría parecernos una República bananera. Sí, de esas a las que por menos controversias, los yanquis envían portaviones y mueven tropas para proteger sus intereses; y si el candidato perdedor es de su simpatía, pues intervienen, con la aquiescencia de su «ministerio de colonias», la OEA, el beneplácito de parcializados países europeos y de cuanta ONG exista en el mundo financiada con capital estadounidense.

Por cierto, de nada de eso se habla ahora; no obstante, han transcurrido seis días ya desde los sufragios, y aún no se conoce oficialmente el ganador.

No hay dudas de que las aberraciones de Trump traen patas arriba al mundo y en no pocas oportunidades lo ha puesto al borde de una guerra con armas de exterminio masivo de por medio.

Suerte la paciencia demostrada por los chinos, la imperturbabilidad rusa y la osadía coreana, que le han puesto un parón a la guapería trumpeana, aunque no dejó él de calentar el panorama universal.

Para Cuba, el hecho de que Trump pierda la administración norteamericana y el poder, significa una baja en las tensiones y un respiro para proseguir, más sosegadamente, nuestro camino de construcción socialista, sin las constantes sanciones y persecuciones económicas.

Por estos días, en no pocas ocasiones he asistido o participado en tertulias entre familiares, compañeros de trabajo y amigos, a propósito del posible triunfo de los demócratas, lo que según promesas de su candidato Joe Biden, significaría un cambio de proceder para con Cuba.

Pero promesa al fin, coincidió la mayoría, no nos debe apartar de la senda trazada para nuestro desarrollo, aunque inobjetablemente sería bajo menos presión. No obstante, prefiero el «está por ver».

Que nadie se imagine, pues no sucedió con Obama, que de un día para otro desaparecerán los retos que tiene ante sí la mayor de las Antillas para su desarrollo, y el empeño de mantener la igualdad de oportunidades para cada cubano.

Tampoco crea usted que ya no se mantendrán las multimillonarias erogaciones para la contrarrevolución, pues para nadie es un secreto que representa un lucrativo negocio para algunos en USA, aunque tengan que dedicar algunas migajas a sus asalariados dentro de la isla.

Nadie puede olvidar, y mucho menos obviar, que Biden contribuyó, siendo vicepresidente de Obama, en el acercamiento con Cuba.

Como firmes partidarios de la llamada «doctrina del poder inteligente», esa administración Obama cambió su estrategia para con la Isla, que, en este caso, implicó dar preferencia a la negociación para la solución de conflictos; pues lo hecho hasta ese momento no había dado resultado.

Cuba aceptó el reto, y el líder histórico de la Revolución, Fidel Castro, en una de sus reflexiones al respecto, dio el espaldarazo al acercamiento; pero alertaba de que nadie se hiciera la ilusión «de que el pueblo de este noble y abnegado país renunciará a la gloria y los derechos, ni a la riqueza espiritual que ha ganado con el desarrollo de la educación, la ciencia y la cultura».

Creo que ahí está la esencia del asunto; así lo ratificó el presidente Díaz-Canel, a propósito de los resultados electorales en Norteamérica: «…creemos en la posibilidad de una relación bilateral constructiva y respetuosa de las diferencias».

Muchos serían los ejemplos y cuestiones a enumerar de los pro y los contra de este momento, que enfrentamos con plena conciencia de sus resultados para nuestro país, y que serán motivo de comentarios en nuestro día a día. Pero de lo que sí estamos plenamente seguros, es de que «el futuro de Cuba lo decidirán los cubanos; nadie más».

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