El primer día de la Patria

Pero, aún así, la significación de la fecha y los pasos que llevaron a aquellos hombres hasta allí no ocupan el mismo lugar en el recuerdo.

Carlos Manuel de Céspedes era un hacendado rico, lo suficiente para morir rodeado de lujos, viajó por varios países europeos e, incluso, culminó sus estudios de abogacía en España, en la ciudad de Barcelona que- al decir del historiador Miguel Muñoz López-, cambió para siempre la vida del joven bayamés.

Allí coincidió con su coterráneo Pedro Figueredo Cisneros, Perucho para los amigos, a quien años después el pueblo de Bayamo le pediría la letra del himno glorioso de la Patria.

Juntos se iniciaron en el liberalismo radical burgués y en la masonería, y volvieron al terruño imbuidos del espíritu liberal y rebelde de los catalanes.

Hay hombres que llevan en sí el decoro de muchos hombres, como sentenció el Apóstol José Martí, y Céspedes fue uno de ellos. Vivió el sufrimiento ajeno como el suyo propio y tomó las riendas de su pueblo para guiarlo a la lucha.

El pronunciamiento independentista no contó con el respaldo de miles de hombres armados, ni se levantó toda una región, por el contrario, en la conocida mañana del 10 de octubre, el patriota solo pudo liberar a los 23 esclavos que se encontraban en La Demajagua.

A ese sitio, cercano al mar, acudieron algunos de los valerosos hombres que empezaron las revueltas en días anteriores, para aumentar lo que sería el Ejército Libertador.

Entre los presentes en aquella jornada estuvieron hacendados, intelectuales, obreros del ingenio y esclavos.

De acuerdo con un manuscrito de Céspedes que se conserva en la urbe bayamesa, ascendían a 37 las personas armadas, aunque los historiadores manejan varias cifras con respecto a la cantidad exacta de sublevados.

En el alzamiento participaron mujeres, entre cinco y 10 esclavas que se encargaban de las atenciones de la casa y que a partir de entonces fueron libres.

Estuvo, además, una hermosa mujer blanca muy cercana a Céspedes, Candelaria Acosta, quien tuvo a su cargo la confección de la bandera que portara el joven Emilio Tamayo, trabajador del ingenio y primer abanderado de la Revolución.

En las dos semanas siguientes se produjeron levantamientos en varias localidades de la región oriental, y Bayamo resultó la primera y única ciudad ocupada en la Guerra de los Diez Años.

En ese momento muchos condenaron la actitud de Céspedes por apresurada, y todavía hoy, algunos historiadores creen que asumió un rol que no le correspondía…pero la historia se encargó de demostrar que esos eran el momento y el lugar precisos.

No debe olvidarse que el bayamés era el más experimentado y el mejor informado entre los conspiradores orientales.

Aunque en la Guerra de los Diez Años no se ganó la libertad plena, sí se luchó contra la esclavitud y contra el dominio español con la guía del Manifiesto del 10 de Octubre, programa político proclamado por Céspedes.

Sin duda alguna aquel día, con el acto heroico y altruista emprendido por quien sería denominado Padre de la Patria, se dio un giro a la historia de Cuba, que rompió la inercia de sumisión del país.

Además de iniciar la lucha por la independencia, el levantamiento permitió unir diferentes clases sociales de cubanos, que ya se autorreconocían como tales, pero estaban separados por su estatus social.

Fue la primera vez que los cubanos, armados de sentimiento patrio, dotados con símbolos propios y regidos por un programa político, se lanzaron a luchar por su tierra.

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