Es que la niña de 14 años a la sazón, delegada cienfueguera en representación del municipio de Cruces y al frente de la Comisión de Trabajo en dicho evento, tuvo un encuentro indeleble con Fidel, el cual incluso quedara recogido para la posteridad en el discurso de clausura del Comandante en Jefe en la cita pioneril.
«En el plenario yo pedí la palabra. Referí una anécdota que me había sucedido en la cola de la casilla -donde mi mamá me enviaba con frecuencia-, cuando trataba de comprar el pollo. Allí una mujer un poco mayor cuestionó a la Revolución por las escaseces que se vivían y yo le salí al paso, a diferencia de otros adultos que también estaban presentes, incluso militantes del Partido, pero que callaron”, recuerda la hoy teniente coronel del Ministerio del Interior (MININT).
«De lo que hablé fue de eso precisamente: de la importancia de que los pioneros no nos quedásemos callados y saliéramos siempre a defender la Revolución», afirma Yuny. Como durante su intervención irrumpió en llantos por la emoción, ella temió que su mensaje no fuera totalmente entendido. Pero, a la hora de la merienda, Fidel la llamó y le pidió que le relatara otra vez la historia.
Sin dudas, las palabras de la adolescente impactaron al Comandante en Jefe, quien durante el discurso de cierre de aquel Congreso efectuado en el preámbulo de la franja más difícil del período especial expresó con la objetividad que lo caracteriza:
«De este momento que les ha tocado vivir a ustedes, este momento difícil, de dificultades actuales, de dificultades que con seguridad serán mayores, que resultarán inevitablemente mayores, antes que empecemos a remontar de nuevo el difícil camino de las dificultades actuales y futuras, se ha hablado aquí; y dolía, sí, dolía mucho, como cuando la compañerita explicaba su discusión con una abuela en una cola y polemizaba con ella porque algo faltaba, algo no había llegado».
«Imagínense una niña de octavo o noveno grado discutiendo los problemas en la cola, casi casi como si la Revolución fuera culpable de que faltara el pollo, casi casi como si la Revolución fuera culpable de tener el pollo guardado en un congelador y no lo quisiera repartir. Casi casi como si el más poderoso imperio de la Tierra no nos acosara y nos bloqueara cada vez con más fuerza y más odio; casi casi como si el mundo socialista, en que se basaban los pilares de nuestro desarrollo económico y social no se hubiese derrumbado en cuestión de meses; casi casi como si fuéramos un país superdesarrollado; casi casi como si tuviéramos mares de petróleo; casi casi como si el subdesarrollo no existiera; casi casi como si la explotación del mundo no existiera; casi casi como si no tuviéramos hoy el dominio prácticamente unipolar de la potencia más poderosa, más egoísta y más explotadora de la historia; casi casi como si el mundo no fuera saqueado todos los días; casi casi como si la historia no existiera».
«A cualquier hora del día, todos los días, todas las semanas y todos los meses, y no solo el pollo que se retardó, sino el medicamento que salvó la vida o que alivió el dolor, o el litro de leche para cada niño, o el libro que educa, o el empleo que impide que alguien sea pordiosero, o que un anciano esté abandonado, o una joven tenga que prostituirse para vivir; por toda la justicia que la Revolución trajo al país, por todo lo que la Revolución ha hecho por el país se explica que en tiempos difíciles, quienes se acostumbraron, al fin y al cabo y mientras fue posible, a tener el máximo de cosas, no comprendan cuando empiecen a faltarnos».
«Lo que la niña decía tiene mucha importancia porque ella hablaba de política, hablaba de la batalla ideológica -y más de uno aquí, unos cuántos hablaron de lucha ideológica-, y lucha ideológica es esa, cuando alguien no tiene los datos, la información necesaria. Hemos procurado que el pueblo tenga el máximo de información, y en el congreso del Partido se ha dado una cantidad de información que no se ha dado nunca en ningún país acerca de las dificultades que hemos tenido que atravesar, estamos atravesando y tendremos que atravesar a partir del derrumbe socialista; la cantidad de información que se le ha dado al pueblo es imposible que sea mayor, hasta en números exactos, con números decimales y todo».
«Hay que discutir, y discutir con argumentos y discutir con razones, pero cuando no hay argumentos porque no se conozcan, o no haya información porque no se conozca, hay que discutir, y decir: Usted creerá esto, ¡pero yo creo en la Revolución! A usted podrá faltarle la confianza, ¡pero yo tengo confianza en la Revolución! A usted podrá faltarle la fe, ¡pero yo tengo fe! A usted podrá faltarle el valor, ¡pero yo tengo valor! Usted podrá pensar que nuestro pueblo no sirve para nada, ¡pero yo pienso que nuestro pueblo es hoy uno de los mejores pueblos del mundo¡»
Emocionada, Vilma Espín le entregó esta dedicatoria a la niña: «Para Yuny, que nos conmoviste el corazón y nos alegraste la visión del futuro. Estoy orgullosa de todos ustedes».
Hoy, 25 años después, la teniente coronel Yuny considera: «En su discurso, Fidel nos instaba a discutir con argumentos para defender siempre a la Revolución. La mujer de hoy ha tratado de ser consecuente con la niña que fui y con la que él nos pidió. Seguimos discutiendo, ahora con más argumentos, y lo seguiremos haciendo siempre para defender la Revolución».