Entre fortalecer y ordenar

Porque entre las razones esen­ciales del proceso de unificación monetaria y cambiaria está preci­samente el perfeccionamiento del entorno empresarial, para corregir las deformaciones que con el tiempo la dualidad introdujo y arraigó en materia de contabilidad, finanzas, eficiencia económica, gestión impor­tadora y exportadora, e incluso en asuntos más próximos al trabajador, como los sistemas salariales y de es­timulación, los comedores obreros, entre otros.

El aumento del salario básico en comparación con su real poder de compra ante la devalua­ción del peso cubano, la distribución trimestral de utilidades, el precio del almuerzo y otros servicios internos que reciben los trabajadores, en este mismo instante se encuentran por eso más en el candelero del debate.

Sin embargo, lo que de ver­dad decide el juego, también en las aristas que acabamos de mencionar, son las medidas que cada empresa debe­rá echar a andar para conseguir un desempeño eficiente en las nuevas circunstancias.

Mayores gastos fijos, encareci­miento de las importaciones y es­tímulo a la exportación o la venta en moneda convertible dentro de nuestras fronteras, readecuación de los precios que les cobran los proveedores y prestadores de ser­vicios que impactan en los costos y la formación de sus propios pre­cios, bajo reglas estrictas para re­ducir el efecto inflacionario, son solo un pequeño ramillete de los múltiples factores que ahora los empresarios deben asumir, ajustar y ver sobre la marcha cómo evolu­cionan, para introducir las correc­ciones que resulten necesarias en aras de la salud económica de cada entidad.

Y no es que lleguen a este pun­to huérfanas de herramientas para afrontar el desafío. Las más de 40 medidas que en el último año se aprobaron para el fortalecimiento de la empresa estatal ya desbroza­ron el camino de la mayoría de los obstáculos que aún restringían su autonomía en múltiples facetas.

También es cierto que aprehen­der y poner en práctica todas esas nuevas oportunidades puede resul­tar complicado en medio de un pro­ceso tan complejo y profundo como la Tarea Ordenamiento, que ya de por sí implica tensiones y aprendi­zajes, con efectos a mediano y largo plazos que muchos equipos de direc­ción aún no tienen –y tal vez no pue­den tener– suficientemente claros.

Existe además un compromiso del Estado por facilitar ese tránsi­to, y para ello están previstas pro­tecciones y garantías en la medida de lo posible, sin que implique un retroceso al paternalismo o a la permisividad ante la ineficiencia.

Porque tampoco es imposi­ble hallar esa ruta del éxito. Hay ejemplos de entidades con proyec­ciones e ideas enriquecedoras que buscarán aprovechar al máximo esta coyuntura transformadora.

Darles voz y participación en esa remodelación de la empresa a sus tra­bajadores puede contribuir en mucho a desa­tar las fuerzas productivas, así como a zafar cualquier nudo o trabazón, lógico por demás, que surja durante esta etapa tan cambiante, donde ha­brá que transitar a paso forzado y con los menos errores posibles por ese ca­mino de fortalecer y ordenar a la vez.

 

 

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