De una vez y por todas, tenemos que extirpar los vestigios de machismo todavía enraizados, que -por un lado- hacen ver al hombre como un ser insensible a los agasajos, y -por otro- intentan perpetuar la idea de que «padre es cualquiera».
Con tantísimos amigos padres -y padre yo mismo- puedo asegurar que nada más lejos de la realidad que esas «creencias» discriminatorias, excluyentes, muestras también de violencia contra los hombres, y en las que debemos poner atención para eliminarlas.
Mucho avanzó la humanidad hasta hoy en términos de igualdad entre hembras y varones. Tanto así que papá y mamá, codo a codo, asumen las tareas hogareñas y las responsabilidades familiares, propiciando un ambiente de armonía en casa.
Muy atrás quedó aquel padre autoritario, rudo, que infundía pánico. Hoy papá dialoga, comparte puntos de vista, negocia en los conflictos, entrega amor sin prejuicio alguno. Él impone respeto desde su actuar consecuente y es, además, amigo en las tristezas y las alegrías de su hij@ o sus hij@s.
Lo más importante -y aunque parezca una frase hecha- no será cuánto de material pongamos este día en sus manos, sino el cariño que le entreguemos, la gratitud que explicitemos a quien no solo nos dio la vida, sino que -junto a mamá- es uno de los pilares de nuestra existencia.
Cada tercer domingo de junio celebramos en Cuba el Día de los Padres, cuya expresión social -reitero- tiene que ir más allá de la reunión familiar y los acostumbrados regalos. Es una fecha conmemorativa que complementa al segundo domingo de mayo, día en que honramos a las madres.