Fidel y Allende: una amistad inquebrantable

Sus contactos con profesionales, científicos, instituciones diversas y sobre todo estudiantes y obreros fue una constante hasta su partida el 4 de diciembre. Indudablemente, resultó una visita de gran estímulo para las fuerzas populares que apoyaban a Allende.

Justo, al amanecer del 11 de noviembre de 1996, Fidel se encontraba frente a la tumba de mármol donde se hallaba el cuerpo de Allende, muerto en el primer día de combate del artero golpe de Estado militar ejecutado por el general Augusto Pinochet, con  el apoyo total del Departamento de Estado y de la CIA.

Era acompañado Fidel por periodistas y amigos de Allende, y de Cuba, y siendo portador de una corona de flores blancas, rojas y azules, los colores de la bandera chilena. No pocas fueron las interpretaciones que la prensa extranjera ofreció sobre el silencio que se produjo en aquel momento, cuando el Jefe de la Revolución Cubana inclinó su cabeza en recuerdo y honor del presidente constitucional de Chile.

El 20 de enero de 1959, se produjo la primera visita  de Allende a Cuba, cuando el país se encontraba en plena efervescencia revolucionaria, entrevistándose con Fidel y el Che. Después de otros encuentros participó en la Conferencia Tricontinental, celebrada en La Habana en 1966, donde fijó sus posiciones políticas, al decir “.. será el propio pueblo de Chile y las condiciones de nuestro país, los que determinen que hagamos uso de tal o cual métodos, para derrotar al enemigo imperialista y sus aliados”. Fue, en esencia, una declaración de lucha contra el colonialismo y el neocolonialismo.

Fidel y Allende símbolos de amistad y compromiso con sus pueblos

Meses después, como Presidente del país austral, la tierra del padre de la patria chilena Bernardo O Higgins, regresó a Cuba otorgándosele por el gobierno cubano, en la Plaza de la Revolución, la Orden José Martí, la más alta distinción que concede la República de Cuba.

Antes de asumir el poder por la vía de las elecciones, y después de tenerlo, el 3 de noviembre de 1970, Allende tuvo que hacer frente a varias conspiraciones. Fue un gran cerco a un político destacado nacional como internacionalmente, en lo cual participó activamente, además de la CIA, la burguesía nacional y sectores tan importantes como los transportistas que llegaron a paralizar el país antes del fatídico 11 de septiembre de 1973.

En esa fecha la decisión de Richard Nixon y Henry Kissinger llegó a cumplirse cabalmente. El general Pinochet encabezó el golpe militar e instauró la dictadura más cruel que conocería ese país a lo largo de su historia.

Por cientos se contaron los detenidos, torturados, asesinados y exiliados clasificados como integrantes de la Unidad Popular, de la Juventud del Partido Comunista, intelectuales, artistas, estudiantes y obreros, y otros por simples sospechas. Una buena cantidad pudo buscar refugio en distintas embajadas acreditadas en Santiago de Chile, entre ellas la de Cuba, México, Panamá, Venezuela, Perú y distintos países de Europa.

En la mayor de las Antillas muchos chilenos brindaron sus conocimientos profesionales, constituyeron familias o se asentaron definitivamente. Fue, sin lugar a dudas, una prueba elevada de la solidaridad entre los pueblos.

Como parte del golpe de Estado se gestaba el criminal Plan Cóndor – código de aquella organización multinacional del crimen cuyo origen estaba en las oficinas de la CIA y el FBI de Estados Unidos, y en Chile, en la Dirección Nacional de Inteligencia Política (DISIP)- Eran tiempos en que existían las más férreas dictaduras militares en el cono suramericano: Paraguay, Bolivia, Argentina, y por supuesto la más organizada por la CIA en Chile.

Salvador Allende con el fusil que le regalara Fidel CastroLas garras asesinas del Cóndor – ave que habita las más altas alturas de los Andes – se extenderían a numerosos países donde eran detenidos numerosos chilenos siendo trasladados por los cuerpos represivos a Chile, hacia las cámaras de tortura o la muerte.

Con su fusil regalado por Fidel con la dedicatoria en la culata “ A mi amigo y compañero de armas Salvador Allende”, éste combatió, junto a sus amigos más fieles defendiendo el edificio del Palacio de La Moneda donde radicaba el gobierno que él presidía, ya en estado deplorable debido a los bombardeos de la aviación y de la artillería.

Allende moriría siendo consecuente con sus ideas con repeto a la toma del poder político utilizando la vía pacífica, mediante elecciones. Fue, hasta el último momento, un amigo fiel a Cuba y a Fidel, además de ejemplo de valentía, y de antimperialismo.

 

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