Guapería al estilo Trump

La bestia imperial está convencida de que puede inmiscuirse en todo lo que no le resulta de su agrado. Es como si el mundo fuera una selva en la que el león reina como el  Todopoderoso.

Ayer este señor presidente orientaba una barbaridad contra pueblos, hoy comete otra atrocidad, y mañana nos pone a esperar por una verdadera debacle mundial. Es algo así como el método que utilizaba la mafia de Chicago: o te sometes a mi banda o ametrallo a toda tu familia. O un connotado criminal dictando pautas del buen vivir a las personas.

Ahora se ha revuelto el gallinero imperial: gritos, alarmas y alaridos que inundan los medios de comunicación, porque han descubierto, nada más y nada menos, que ¡militares rusos en Venezuela!, todo lo cual atenta contra los intereses de Estados Unidos y constituye una inusual y terrible amenaza a la paz.

Pero lo más curioso, por no decir por respeto una palabra soez, es que la gritería y el espanto se producen, precisamente, en el país del norte, el mismo que hace un permanente homenaje a las armas y la guerra; el que tiene rodeado al mundo de bases militares; el que, ahora mismo, quiere impedir la llegada de ayuda humanitaria a Siria, no la que quisieron utilizar para invadir a Venezuela, sino una de verdad, de solidaridad; la nación única en el mundo que utilizó armas nucleares contra civiles, hace guerras para conquistar petróleo ajeno y recursos naturales muy valiosos, y amenaza a naciones con el uso de la fuerza militar.

Se mantienen en contra a ultranza de todo lo que sea normal, y si es para defenderse con legítimo derecho por la amenaza de una intervención militar que puede costar a Venezuela un muy alto precio de vidas, pues entonces se arma el zafarrancho de combate, «porque Venezuela atenta contra Estados Unidos».

Es decir, la fórmula ya tan cacareada de convertir a la víctima en victimaria. Es por ello que admiro al joven Ministro venezolano Jorge Arreaza por quitar el manto a tanta maldad, cuando ha afirmado que «es la misma nación que tiene más de 700 mil millones de dólares asignados al presupuesto militar, y tiene el descaro de objetar la cooperación técnico-militar entre Venezuela y Rusia».

Le llegó a pedir al monstruo que «al menos tenga un ápice de moral para hacer este tipo de crítica», fustigando también, y con sobrada razón, a los gobiernos de la región que mantienen bases militares en sus territorios.

Creo, en mi modesta opinión, que el mundo ha llegado a un extremo de peligro tal que se pone en juego el destino de la humanidad, convencido que la única y poderosa arma para evitarlo es, sin duda, la unión de las naciones.

Hay que levantar a los pueblos para enfrentar tanta maldad, y ello no es una petición incendiaria, es únicamente responder al justo clamor de los que sufren, de los oprimidos de ayer y de hoy, de los que no tienen otra alternativa que obedecer para seguir siendo miserables y deudores del gran señor, de las reales víctimas del capitalismo voraz, salvaje y depredador.

Por supuesto que el estiércol no conoce de gladiolos y amapolas, las detesta y las aplasta; y mucho menos conoce al gran mexicano don Benito Juárez, el mismo que exclamó sabiamente que «entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz».

Autor