Identidad cubana: la forja perpetua (I) El legado aborigen

Así  lo consideró un intelectual de la talla de Fernando Martínez Heredia, recientemente desaparecido.  Por ese camino de la identidad, como forja perpetua de la nación, iniciamos nuestro medular  recorrido. La memoria es imprescindible como sustento del presente.

El padre Bartolomé de las Casas en su Brevísima relación de la destrucción de las Indias, registra el suplicio de Hatuey en 1512, en Yara. Lo cuenta cuatro décadas después. Cuando ya la hoguera era su trágico destino, el padre Olmedo le preguntó si quería ser cristiano.

«¿Y los españoles también van al cielo?», preguntó el cacique. Y al serle afirmativa la respuesta, contestó: «No quiero yo ir allá (…) por no estar donde estén y por no ver tan cruel gente».

Hatuey ha sido considerado el primer rebelde de América. Cuando las armas primitivas de los aborígenes no pudieron con los arcabuces, y espadas españolas, fue el pensamiento quien hizo la resistencia.

En el orden estricto de los hechos, los españoles  no «descubrieron» tierra alguna, porque este era ya suelo habitado. Ese concepto es puramente eurocéntrico. Es cierto que reconectó dos universos, pero no fue  un encuentro entre dos culturas, en todo caso resultó un encontronazo.

Si apartamos las referencias arqueológicas, y por supuesto tradiciones que han llegado hasta hoy (la utilización de la palma real en la vivienda, el casabe, el apego a la tierra), el lenguaje es el asidero más visible de la huella aborigen. Y comienza nada menos que por el nombre del país.

Los conquistadores nunca pudieron imponer el nombre colombino de Juana, ni el posterior de Fernandina a esta tierra. Fue el nombre aborigen, primigenio y breve de Cuba, el que quedó.

En el aruaco insular, el vocablo Cuba puede traducirse como «tierra labrada o tierra grande». Cuando se dice cubano, estamos hablando en aruaco.

El lenguaje indígena, sus topónimos, sus palabras para designar animales, plantas y fenómenos naturales resultaron indestructibles. Debieron ser asimilados por el idioma español. Eso sin olvidar que, según estudios realizados, la población cubana posee un 9 por ciento de genes de origen nativo-americano.

En la rebeldía, el pensamiento y el lenguaje pueden hallarse los primeros gérmenes identitarios de la nación.

 

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