Memoria de Lorca

Entre el 17 y el 18 de julio un golpe de estado falangista (versión española del fascismo) asestaba una herida mortal a la Segunda República Española. Un gobierno popular era echado abajo por la fuerza y los bandos contendientes se desangraron durante tres años hasta que, finalmente, la España republicana de entonces expiró.

El asesinato de poetas, como fue el caso de Lorca, ha sido práctica común entre las fuerzas de la contrarrevolución, el fascismo, el golpismo y el anticomunismo. La historia más reciente nos recuerda el asesinato del cantor-poeta chileno Víctor Jara por parte de los golpistas encabezados por Pinochet, y la misteriosa y acelerada muerte del poeta Pablo Neruda, intelectual que militaba en la Unidad Popular del Presidente Salvador Allende.

Entre los grandes creadores del teatro español del pasado siglo XX, Lorca fue además quien mayor influencia ejerció sobre los poetas de su época. Estuvo de visita en varios países latinoamericanos incluyendo a Cuba, dejando aquí amistades duraderas, entre otros, con el Poeta Nacional Nicolás Guillén.

Gran artífice del llamado “cante jondo”, sus obras teatrales y poéticas se centran en el amor y el deseo con un constante estilo en la creación capaz de hacerlas inconfundibles. Toros, luna, sangre, hombres a caballo y agua son, entre otros, los arquetipos más nombrados en todo su quehacer literario, cada uno de éstos con su simbolismo propio. Destacan entre su fecunda obra el “Romancero Gitano” (1928), como en el teatro “Bodas de Sangre”, “Yerma” y “La casa de Bernarda Alba”.

Hoy que se cumplen 80 años de su muerte, Federico García Lorca conserva la condición de gran poeta de una España de todos los tiempos; sigue siéndolo más allá de su ausencia física. Su estudio resulta imprescindible en todo currículo académico de Literatura, se le recuerda, además, como símbolo de una España ahogada en sangre por el anti republicanismo y la contrarrevolución fascista de su época, logrando trascender con indiscutible sello de universalidad.

 

 

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