Las raíces del caguairán

Hemos vivido los últimos 365 días sin tu compañía física Fidel. Pero ha sido a la vez, un año multiplicado hasta el infinito, donde todos te hemos sentido presente en cada obra que se levantó con tus ideas y hasta con tus manos, –esas que Guayasamín pintó–, porque son expresión pura de tu carácter indomable.

Te sentimos cada minuto y segundo de nuestros días y siempre te recordamos con tu uniforme verde oliva como identidad de rebeldía y valor.

Leemos y releemos tus discursos, tus reflexiones. Eres referencia obligada para un pueblo que trasciende nuestras fronteras y se extiende por toda América Latina y el mundo.

Cuando se habla de Solidaridad, en mayúscula, todos la identifican con Fidel. Desde el discapacitado de la selva ecuatoriana, o el indígena boliviano, el venezolano que recobró su vista y su vida. En Haití eres símbolo y no hace falta hablar español para decir Fidel cuando se trata de Cuba. África toda te recuerda. Para todo el planeta estás presente porque todos sabemos cuánta falta haces todavía.

Hemos sido cientos de miles los que durante este primer año visitamos ese santuario de la historia y de la vida, que es el Cementerio Santa Ifigenia, en Santiago de Cuba.

Allí, estoy seguro, la inmensa mayoría, además de depositar una flor para el Comandante, hemos «conversado» con él; le hemos preguntado, le rendimos cuenta de cómo marcha su obra, la difícil pero segura obra que nos enseñó a construir y que tenemos el compromiso de cuidarla y hacerla mejor.

Su concepto de Revolución está presente en cada acción. Y no se trata de que solo lo aprendamos de memoria, sino que lo sepamos interiorizar y hacer de él la bandera de combate de cada jornada.

También han llegado a rendir honor al Comandante Jefes de Estado, de Gobierno, ministros, dirigentes de partidos políticos y otras muchas personas que lo admiran, venidas desde África, América Latina, Asia y Europa.

Ahora, Fidel, cumples tu primer año en otra dimensión, acompañado de Martí. Del Apóstol al que calificaras como «el más genial y el más universal de los políticos cubanos».

«¿Y qué otra cosa hizo Martí para hacer la revolución sino organizar el partido de la revolución, organizar el partido de los revolucionarios? ¡Y había un solo partido de los revolucionarios!». Así recordaste siempre a ese hombre grande de nuestra historia.

El 14 de octubre de 1991, cuando te referías a la caída física de José Martí, en el discurso pronunciado en la clausura del IV Congreso del Partido Comunista de Cuba, efectuada en la Plaza General Antonio Maceo, en la ciudad Héroe de Santiago de Cuba, expresaste: «¡Tú, Martí, no fuiste jamás vencido el día que caíste en Dos Ríos!, y por ustedes, por su ejemplo, por su muerte, hoy hay millones de cubanos dispuestos a seguir el ejemplo, dispuestos a defender las ideas, y dispuestos a morir, igual que hicieron ustedes, para salvar la libertad, para salvar la justicia, para salvar el honor y el decoro de los hombres; porque sin honor y sin decoro no puede haber vida, ni importa la vida, ni queremos la vida; sin honor y sin decoro no importa la vida, ni queremos la vida, no solo la nuestra, sino incluso la de todos aquellos a los que amamos. ¡Sin honor, sin decoro, sin independencia y sin dignidad no es nada un pueblo, no importa la vida de un pueblo!».

Ahora muy cercano a la roca monolítica desde donde nos guía el Comandante, han sido plantados monumentos con los cuerpos inertes de Mariana Grajales y de Carlos Manuel de Céspedes.

De la madre de los Maceo y de «todos los cubanos», Fidel había dicho el 23 de agosto de 1960 que «Cuba puede sentirse afortunada en muchas cosas, pero entre ellas, la primera de todas, por el magnífico pueblo que posee. Aquí no solo luchan los hombres; aquí, como los hombres, luchan las mujeres. (…) Y no es nuevo, ya la historia nos hablaba de grandes mujeres en nuestras luchas por la independencia, y una de ellas las simboliza a todas: Mariana Grajales»… aquella que le dijo al hijo más pequeño: «¡Empínate, para que vayas a luchar también por tu patria!».

De igual forma, Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de la Patria, está en el entorno cercano a Fidel y Martí, en una lógica de continuidad histórica.

«¿Qué significa para nuestro pueblo el 10 de Octubre de 1868? ¿Qué significa para los revolucionarios de nuestra patria esta gloriosa fecha? Significa sencillamente el comienzo de cien años de lucha, el comienzo de la revolución en Cuba, porque en Cuba solo ha habido una revolución: la que comenzó Carlos Manuel de Céspedes el 10 de Octubre de 1868 y que nuestro pueblo lleva adelante en estos instantes.

«No hay, desde luego, la menor duda de que Céspedes simbolizó el espíritu de los cubanos de aquella época, simbolizó la dignidad y la rebeldía de un pueblo –heterogéneo todavía– que comenzaba a nacer en la historia».

Fueron estas palabras de Fidel que resumen su pensamiento abarcador de una historia que no se puede limitar a un combate, a una victoria, sino que define el camino mismo de la obra que se levanta.

En esos más de cien años de lucha por una Cuba libre e independiente, se entrecruzan hombres y mujeres como Martí, Maceo, Mariana Grajales, Carlos Manuel de Céspedes y otros muchos de los iniciadores de esa Revolución que continuó y llevó hasta el triunfo Fidel y los combatientes de la Sierra y las ciudades y que está presente, para no perderse nunca, desde el 1ro. de Enero de 1959.

 

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