Recuerdo a Juan Emilio Friguls

En la cobertura del sector cultural era de los inevitables, El cronista, que también andaba en lo mismo, no concebía un certamen de la Casa de las Américas, un festival de cine o de ballet, un encuentro de teatristas o una fiesta del bolero, sin verlo.  Siempre con la última información en la mano y dispuesto a tirarle el cabo al despistado o al novato.  No perdía la compostura ni aún cuando se acalorara, y era de los pocos cubanos que, sin chistar, soportaba el cuello duro y la corbata en lo más ríspido del verano, aunque de cuando en cuando no era remiso a lucir una impecable guayabera de manga larga.

Guardo no pocos recuerdos de Friguls a  quien, por su larga permanencia ininterrumpida en la profesión, a veces llamábamos el decano. Fue comentarista  de asuntos religiosos en el Diario de la Marina y el papa Pío XII lo distinguió con la orden Pro Ecclesia et Pontifice, una de las más altas condecoraciones del catolicismo. Por eso también, a veces, le llamábamos monseñor o cardenal, cariñosamente, con respeto porque era toda una institución en el periodismo cubano y todo un nombre en el ámbito cristiano de la Isla: fue dirigente nacional de Acción Católica, presidió hasta 1989 la Comisión de Estudios de la Iglesia en América Latina y era, en un momento dado, uno de los tres católicos que, a título personal, integraba el Consejo Ecuménico de Cuba. Fue camarero secreto de Su Santidad, lo que le permitía estar cerca del papa siempre que este estuviera en lugares públicos.

Juntos merecimos, en 1999, el Premio Nacional de Periodismo Cultural José Antonio Fernández de Castro, galardón que en aquella, su primera convocatoria, distinguió asimismo a Jaime Saruski, Rolando Pérez Betancourt, Pedro de la Hoz, Mercedes Santos Moray,  Mireya Castañeda y Juan Blanco.  Y no era raro, siempre que el tiempo lo permitiera, que nos enfrascamos en largos diálogos en los que él  abordaba detalles y anécdotas del periodismo que a lo largo de más de sesenta años le tocó conocer y hacer y de las personalidades con las que  alternó en su larga carrera. Era una gran anfitrión. Cuando se le visitaba, hacía lo imposible porque el visitante quedara complacido. En una de las veces en que lo visité en su casa de la calle Teniente Rey, en la que creo que habitó toda la vida, me prestó un libro de Ramón Vasconcelos, Dos años bajo el terror,  no sin recomendaciones de que se lo devolviera, lo que hice en contra de mi voluntad.

-Tuve la suerte de trabajar en los mejores órganos de prensa de Cuba, y tuve, ideología aparte, muy buenos directores que me enseñaron lo que sé –comentó un día, con modestia. La gente me vio más como un comentarista de asuntos religiosos, como me asocia ahora con el reporterismo cultural, pero yo, como periodista, me moví en los sectores más diversos y trabajé todos los géneros.

Un perfil aproximado

Aún sin haber matriculado estudios de periodismo, Friguls dirigió dos revistas religiosas, Juventud Católica y Brocal, y no había concluido todavía la carrera cuando se le confió la crónica católica del periódico Información, para lo que tuvo que proveerse de una autorización especial del Colegio Nacional de Periodistas. Después, ya graduado de la Escuela Profesional Manuel Márquez Sterling, simultaneó el empleo en dicho diario con el de reportero de Unión Radio, y más tarde, sin perder sus vínculos con esa emisora, integró el equipo del Diario de la Marina hasta la desaparición de esa publicación en 1960.

Luego de un tránsito breve cono jefe de personal de la Imprenta Nacional de Cuba y director de la Editora Juvenil, tiempo en que no perdió el contacto con la radio, pasó a trabajar en el periódico El Mundo y desaparecido este quedó como periodista de la dirección informativa del Instituto de Radio y Televisión. Desde 1970 trabajó en Radio Reloj, a cargo de la esfera  cultural y el mundo diplomático.

Fue colaborador de Bohemia y de su célebre Sección En Cuba y estuvo entre los fundadores del Canal 12, que en 1958 inició  en la Isla  la  TV en color.

En 1981 la Central de Trabajadores de Cuba lo eligió Trabajador Vanguardia Nacional, y en 1997 mereció el Premio Nacional de Periodismo. Fue de los pocos periodistas no italianos que consiguió entrevistar a dos papas, Pio XII en 1950,  y Pablo IV, en 1968.

Testigo excepcional

Me mostró una foto a la que concedía una importancia excepcional. Es el 15 de mayo de 1955 y la cámara lo captó en el momento en que entrevistaba a Fidel Castro, a su salida del Presidio Modelo, de Isla de Pinos, donde había cumplido prisión por los sucesos del cuartel Moncada, el 26 de julio de 1953.

Era la segunda vez que el reportero y el líder rebelde se encontraban cara a cara. Pocos días después del asalto al Moncada, Friguls, junto a Enrique Pérez Serantes, arzobispo de Santiago de Cuba, había asistido a la presentación  de Fidel, capturado por una tropa al mando del teniente Pedro Sarría, en el vivac de esa ciudad oriental. Fue el único periodista que asistió a la escena, pero no estaba allí como reportero, sino como representante personal del cardenal Manuel Arteaga Betancourt, a quien Mirta Díaz Balart  había pedido que intercediera por la vida de su esposo. De ahí  que Friguls integrara una comisión encabezada por Pérez Serantes y de la que también formaba parte el comerciante Enrique Canto, comisión que trató de impedir que la soldadesca batistiana siguiera asesinando a mansalva a los jóvenes moncadistas.

-Me entrevisté con el cardenal Arteaga por la tarde y esa misma noche, sin pasar antes por  mi casa, por vía aérea viajé a Santiago. La ciudad vivía en un clima de espanto. El aeropuerto estaba a oscuras y no se veía un alma en la calle. El hotel Casa Granda prestaba servicio, pero tenía  cerradas las puertas y tuve que tocar para que me abrieran. Desde la habitación llamé al Arzobispo, y me pidió que lo viese en la Catedral, al día siguiente, a las seis de la mañana. Así lo hice y poco después, acompañados por Canto,  salimos en una yipi hacia Siboney, en las afueras de la ciudad. Sabíamos que debíamos detener el vehículo justo en el sitio en que, a la orilla de la carretera, esperaban dos jóvenes con pantalones de mezclilla. Así lo hicimos.

Friguls recordaba que casi enseguida vio avanzar hacia  ellos a un grupo de jóvenes que marchaban detenidos, entre ellos, el después Comandante de la Revolución Juan Almeida, y que en ese mismo momento una patrulla militar, emboscada cerca, salió de su escondite disparando al aire y exigiendo la entrega de los revolucionarios.

Pérez Serantes pidió a Friguls entonces que volviese a Santiago y solicitase al fiscal provincial que gestionase el envío de tropas frescas que garantizaran la vida de los moncadistas. Cumplió el encargo y regresó tan pronto pudo junto al Arzobispo. Poco después vio que la tropa del teniente Sarría traía a Fidel prisionero.

En el camión de Juan Leizán, porteador privado y propietario de la finca donde Fidel fue capturado, Sarria conduciría a los detenidos hacia el vivac, y  en una actitud muy valiente se negó a entregarlos al comandante Pérez  Chaumont cuando este lo interceptó en la carretera con el propósito de trasladarlos al cuartel Moncada. Eso hubiera significado, de seguro, el asesinato de Fidel a manos de una soldadesca envalentonada y ahíta de sangre. El yipi en que viajaban Friguls y el Arzobispo escoltó el camión en que viajaban Fidel y sus compañeros,

-Pero cuando llegamos al vivac y quise entrar, Pérez Serantes me tomó por el brazo y dijo: Recuerde que usted no vino como periodista.  Nuestra misión ha cesado.

El placer del trabajo

Pero la misión de Friguls no había concluido. Claro que también estaba allí como periodista. En cuanto volvió al hotel, llamó por teléfono a Unión Radio y pidió que lanzaran en un flash la noticia de que Fidel Castro estaba vivo.  Enseguida pidió comunicación con la redacción del Diario de la Marina a fin de que le reservaran espacio en la primera plana de la edición del día siguiente. De regreso a la capital, fue directamente del aeropuerto al periódico.

-Gastón Baquero, el jefe de redacción, me pidió que apurara la nota pues Batista quería revisarla.  Redacté la información y esperé  a  Gastón regresara del Palacio Presidencial. El dictador, de su puño y letra, había añadido un párrafo. Era una intromisión intolerable y decidí que el material apareciese sin mi firma. De todas formas, en el rotograbado del Diario que circuló días más tarde, se publicó mi foto y en el pie se decía que yo había sido el único periodista que asistió a la presentación de Fidel en el vivac.

Friguls gustaba recordar que su padre le repetía que procurara ganarse el pan, no con el sudor, sino con el placer de la frente y comentaba que no había hecho otra cosa a lo largo de las últimas décadas.

-Santo Tomás decía que Dios da vocación a una persona cuando le otorga también los medios para que la lleve adelante. Ese es mi caso.  El periodismo me ha permitido vivir en una constante plenitud de satisfacciones y ser testigo de los acontecimientos más importantes del país.

“Por eso no me he jubilado. Me place haber llegado hasta aquí, mantenerme activo y cooperar en lo posible a difundir la obra de la Revolución. Me siento un poco el intermediario de la Revolución con el pueblo. Un vocero no oficial, pero sí de corazón”.

Juan Emilio Friguls y Ferrer nació en La Habana, el 3 de agosto de 1919, y falleció en la misma ciudad el 8 de agosto del 2007.

Autor. Ciro Bianchi / Cubaperiodistas

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