Revolución cubana en jaque

Dos días antes, provenientes de México, llegaron a costas cubanas 82 combatientes a bordo del Yate Granma. En la playa Las Coloradas, al sur de Oriente, se había realizado el desembarco.

Con el agua hasta el pecho y cargados de los materiales de guerras, Fidel y sus hombres regresaban a Cuba para iniciar una guerra de guerrilla. En ese punto y casi perdidos, aún les quedaban casi dos kilómetros de terreno cenagoso para llegar a tierra firme.

En su libro «Pasajes de la Guerra Revolucionaria», Ernesto Che Guevara narra lo siguiente: «Veníamos extenuados después de una caminata no tan larga como penosa. Habíamos desembarcado y caminado durante interminables horas por ciénagas de agua de mar, con botas nuevas. Esto había provocado ulceraciones en los pies de casi toda la tropa (…). Habíamos llegado a Cuba después de siete días de navegación a través del Golfo de México y el Mar Caribe, sin alimentos, con el barco en malas condiciones, casi todo el mundo mareado por falta de costumbre al vaivén del mar, después de salir el 25 de noviembre del puerto de Tuxpan. Todo esto había dejado sus huellas en la tropa integrada por bisoños que nunca habían entrado en combate».

El 4 de diciembre, los expedicionarios llegaron a la guardarraya del central Niquero (New Niquero Sugar Company), donde dejaron un rastro de bagazo de caña que facilitó el seguimiento del ejército del dictador Fulgencio Bastista. A ello contribuyó el parte que dio a los militares de la tiranía el campesino que había guiado a los rebeldes hasta el lugar. 

El día 5 de diciembre, empezando la tarde, el cerco en torno al los expedicionarios estaba armado y con el trueno del primer disparo se desató el infierno. «Poco después del mediodía se escucharon los primeros tiros, generalizándose de inmediato un cerrado tiroteo. Los expedicionarios habían sido sorprendidos por el ejército, y bajo el intenso fuego, se dispersaron. En medio de la confusión y la balacera fueron inútiles todos los intentos por reagruparlos», contó el Comandante Juan Almeida Bosque en el libro de su autoría ¡Atención! ¡Recuento!».

Y agrega: «Miro a un lado y encuentro a Che herido en el cuello. Está sentado, recostado a un árbol de tronco fino. Junto a él, su fusil, una mochila grande con los medicamentos e instrumental médico y una caja metálica de balas. Me tercio el fusil en bandolera, saco la pistola-ametralladora, le pongo el culatín y comienzo a disparar hacia el lugar donde veo cómo se mueven los guardias de la tiranía y desde el cual nos tiran. Uno de ellos grita: – ¡Ríndanse! ¡Ríndanse!- a lo que respondo: ¡Aquí no se rinde nadie, c…! (…) Le indico a Che: recoge tu fusil, deja la mochila, coge la caja de balas y lo que más puedas, pues no podemos cargar tanto. Ponte algo en el cuello, que estás sangrando mucho, y vámonos».

El tiroteo ocasionó una dispersión de los combatientes. Aunque prevalecieron tres grupos (Fidel, Raúl y Almeida) muchos quedaron desperdigados por la zona, lo que los llevó a ser capturados por el ejército y asesinados. Los 

expedicionarios muertos fueron 21.

Días más tarde en el lugar conocido como Cinco Palmas, las tres agrupaciones vuelven a encontrarse y reanudan la lucha. Alegría de Pío fue el bautismo de fuego del naciente Ejercito Rebelde y un revés que puso en jaque a la Revolución Cubana hasta su triunfo el 1ro de enero de 1959.

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