Un recuento necesario

Todo ello como consecuencia de sus desgobiernos que prefieren entregar hasta la dignidad de sus países  al amo del norte, antes que preocuparse por mejorar los derechos humanos de sus pueblos. 

Los infelices huyen buscando amparo, sin percatarse que entrarían a una cueva, la del chacal; lugar donde los despreciarán, insultarán su dignidad, los tratarán como seres inferiores, de la misma manera que tratan a los animales; y si tienen la desgracia de ser negros serán encarcelados por cualquier nimiedad, o asesinados en plena calle por un disparo ocasionado por cualquier policía blanco. Y para colmo sus hijitos pueden ser separados de sus padres e, incluso, enjaulados.

Sin embargo Cuba fue y es la otra cara de la moneda. Conviene entonces hacer un pequeño recuento para demostrarlo. Veamos: triunfa la Revolución Cubana en 1959 y desde entonces el imperio comienza sus despiadados ataques contra la isla.

Como usted puede suponer los primeros en marchar a Estados Unidos -histórico refugio de las inmundas lacras sociales- fue lo peor de lo peor de la sociedad cubana de entonces; politiqueros, bandidos de todo tipo, oficiales del ejército y la policía, torturadores.

Debo mencionar que el caso del tirano Fulgencio Batista fue especial. En pleno vuelo hacia territorio de EE.UU. uno de sus perros más fieles le propone «al señor presidente» cambiar el rumbo hacia la República Dominicana, dado que suponía muchos enemigos en la tierra del Tío Sam donde peligraría su vida.

Y así fue, pero este pequeño pasaje merece un relato aparte para  otra ocasión. Y no se debe olvidar la Operación Peter Pan, de triste recordación para el pueblo cubano, consistente en enviar muchos niños solos a EE.UU. para «salvarlos del comunismo que pretende quitar la patria potestad a sus padres».

Se acrecienta cada vez más la propaganda enemiga de grandes medios del país del norte y se suman a la comparsa los de otros lacayos.

El supremo objetivo fue y aún es, culpar al gobierno revolucionario de las grandes dificultades económicas que ya atravesaba el país; pero, por supuesto, sin mencionar la verdadera causa, no otra que el bloqueo criminal.

Empezaron por despojar a Cuba de la cuota de exportación de azúcar, pasando por innumerables ataques de todo tipo, muchos de los cuales y otros nuevos se mantienen actualmente integrando una lista sumamente extensa.

Todo este panorama hizo posible una migración compuesta por dos grupos bien definidos; los que  marcharon traicionando a su patria para sumarse con planes específicos intentando derrocar a la Revolución, incluyendo la invasión de Playa Girón y la consecuente derrota que sufrieron en ella.

La otra, simplemente por personas que se dejaron arrastrar por el enemigo y, claro está, supeditando la patria a sus intereses personales, pero que no actuaban con el fin de destruir el proceso revolucionario cubano.

Hoy sí, hay muchos compatriotas en Estados Unidos que, incluso, merecen respeto porque, independientemente de su ideología y opiniones diversas, no mantienen una actitud agresiva contra su patria e, incluso, abogan con firmeza por el levantamiento del bloqueo criminal y hasta han opinado respecto al proyecto de nueva Constitución.

Claro, se mantiene un grupito de ancianos en la popular calle 8 de Miami, a los que asquea mencionar. Ya ve usted la diferencia: nosotros recibimos con los brazos abiertos a quienes no estén comprometidos con destruir a su país, pero  el imperio aborrece y maltrata hasta los propios migrantes de antaño que contribuyeron en mucho a la economía de la poderosa nación norteña.

Y ahora estos nuevos que pretenden llegar a su territorio, los reciben con muros, alambres de púas y hasta soldados dispuestos a disparar contra ellos o rociarlos con gas lacrimógeno.

Si no luchamos todos unidos, no tengo duda que pereceremos. ¿Seguiremos contemplando tanta barbarie? ¿Nos acostumbraremos a ser rebaños del gran señor? ¿Merecemos el desprecio? ¿Queremos para nuestra descendencia un mundo mejor o no? 

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