Única alternativa

No queremos remedios, ni evasivas, ni términos medios, y mucho menos raquíticas limosnitas, como si debiéramos agradecer un gesto magnánimo.  Lo que exigimos es que, definitivamente, se entierre el criminal bloqueo que mantiene Estados Unidos contra nuestro pueblo en oposición a toda norma legal y mucho menos moral.No es posible, a estas alturas, cejar en el empeño de mantener la denuncia al bárbaro crimen que se comete desde hace más de 60 años, por los sucesivos gobiernos del país del sueño americano, las libertades y la defensa de los derechos humanos. Como es conocido, contra Cuba se han aplicado todo tipo de acciones dirigidas a destruir la obra de la Revolución que hemos edificado con todo derecho al amparo, incluso, de todas las normas de coexistencia pacífica entre las naciones.

El objetivo supremo es, sin duda, enterrar a la Revolución, porque olímpicamente ellos lo han decidido; Cuba les estorba en su camino pecaminoso, no quiere doblar su espalda ante ninguna potencia imperial, su gobierno solo entiende de lealtad a derechos inalienables del hombre, pero jamás de servilismo y deslealtad al pueblo que fundó nuestra obra noble de todos.

Tampoco pone a su servicio la ruindad del dólar por encima de sagrados sentimientos; y mucho menos traicionar a nuestros muertos sagrados que entregaron sus vidas sin esperar nada a cambio. Así que ya están las cartas sobre la mesa: o levantan totalmente el criminal bloqueo, o seguiremos luchando por derribarlo.

EE.UU. no tiene el mínimo derecho a pisotear a ningún pueblo.  Y Cuba tiene el derecho sagrado de edificar su propio sistema de gobierno sin injerencias y el máximo respeto a las normas de coexistencia entre las naciones.

Muchos órganos de prensa en manos del gran poder imperial se empecinan en demostrar que los actuales problemas económicos que sufre el país resultan de la ineptitud de nuestros dirigentes y no consecuencia del bloqueo. Sin evadir dificultades y errores propios hay que llamar la atención a lo dicho, tan acertadamente, por nuestro ministro de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez:

Si los problemas son únicamente nuestros… ¿Por qué entonces no eliminan el bloqueo, y de ese modo quedaría al descubierto nuestra culpa como únicos causantes de las enormes dificultades que afrontamos?

Lógicamente, con tal pregunta el imperio quedó atrapado y, como siempre, la respuesta queda vagando en el espacio. Claro, el cinismo y la desfachatez hace gala al mostrar tanto desprecio al mundo, tanta ignorancia hasta de mínimas normas de convivencia humana.

Por supuesto, el bloqueo ha ganado un gran terreno en el ámbito económico y golpeado muy duramente a sectores como la salud y otros frentes muy importantes. Y tanta maldad y desprecio se ha consumado bajo el vil empeño del enemigo de los pueblos de seguir dominando y sojuzgando sin importar en lo absoluto el derecho ajeno.

Pero dentro de tanta vileza salta a la vista el papel tan bochornoso de algunos cubanos que añoran el pasado de la soldadesca yanqui en nuestra tierra, el hot dog y el vasallaje. A esos les viene muy bien lo afirmado brillantemente por nuestro Martí: “Hay que cargar los barcos de esos insectos dañinos, que le roen el hueso a la patria que los nutre”

Llegará el día en que seguramente no vivirá este modesto escribidor –como dice el admirado Bianchi- pero mi descendencia si podrá disfrutar de un país digno que supo defender el decoro contra la ignominia, y el valor desafiando a lo más oscuro de la humanidad.

“Antes que cejar en el empeño de hacer libre y prospera a la patria, se unirá el mar del sur al mar del norte, y nacerá una serpiente de un huevo e águila” José Martí

Autor

  • Silvio José Blanco Hernández

    Silvio José Blanco Hernández. Colaborador del Portal de la Radio Cubana. Destacado y multipremiado periodista, escritor, asesor y analista de información. Es autor de libros como "La radio, técnica, arte y magia", y "Los programas informativos de la radio... Y algo más", entre otras obras y materiales investigativos con importantes aportes metodológicos al medio radial.

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