¡Peligro, hay tiburones! o ¡Tiburones en peligro!

Es bueno decir que su autor, Peter Benchley, a quien tuve la oportunidad de conocer cuando visitó Cuba, dedicó los últimos días de su existencia a realizar campañas en pro de proteger a los tiburones, muy amenazados en la actualidad por la depredación humana. Sirva pues este artículo como tributo de recordación a dicho novelista y como una contribución a la protección y el cuidado de criaturas tan formidables.

El miedo a los tiburones tiene sus razones

En realidad la peligrosidad atribuida a los tiburones no es muy diferente a la que otrora se concedía a los tigres “devoradores de hombres” en la India colonizada, a los leones en un África también colonizada, a los cocodrilos, y en general a todos los carnívoros que alcanzan un gran tamaño. Aunque ello tiene su explicación, no es menos cierto que, en el caso de los grandes felinos y carnívoros terrestres, la preocupación actual es cómo preservarlos de la extinción.

Pero volvamos a los tiburones. Su fortaleza, tamaño y voracidad, los afilados dientes dispuestos en varias hileras, en una mandíbula capaz de distenderse como para inspirar aún más temor, su velocidad y maniobrabilidad en un medio completamente ajeno a los humanos y unos aguzados sentidos para detectar sus presas a gran distancia, son características que se conjugan para convertirlos en uno de los animales más temidos por el hombre.

Los tiburones y rayas (peces cartilaginosos) y los peces óseos forman dos grandes grupos de animales que divergieron hace unos 400 millones de años. Son uno  de los grupos de vertebrados más antiguos del planeta y su éxito evolutivo se ha atribuido a dos factores principales: su eficacia como depredadores y su capacidad reproductiva. Una de sus grandes diferencias con los peces óseos, es que los tiburones han desarrollado modos de reproducción en los que se conjugan la producción de un número pequeño de descendientes, los cuales tienen luego una alta supervivencia gracias a que invierten grandes cantidades de energía durante el proceso reproductivo.

Sin embargo, lo que más distingue a los tiburones es que son depredadores muy eficientes. Esta capacidad se relaciona con su velocidad de natación y la forma hidrodinámica de su cuerpo, su poderosa y particular dentadura, y sus órganos sensoriales muy especializados en la detección de sus presas .Ellos fueron los primeros peces que desarrollaron una dentadura fuerte, con dientes provistos de densas capas de tejidos esmaltados y una sustancia muy parecida a la dentina.

Por otro lado, todos poseen unos receptores electromagnéticos especializados denominados Ámpulas de Lorenzini, únicos en el Reino Animal, que les permiten detectar los campos magnéticos de sus presas .Aunque a veces se les considera como basureros ambulantes, por su capacidad de comer cualquier cosa, lo cierto es que la mayoría de los tiburones son depredadores veloces, agresivos y de gran tamaño, que al estar provistos de una poderosa dentadura, disponen de un amplio rango de presas.

Excepto sus dientes, vértebras y mandíbulas, los tiburones poseen un esqueleto cartilaginoso, carecen de vejiga natatoria, sus branquias no están protegidas, los dientes se fijan directamente a las mandíbulas mediante un tejido relativamente blando y son reemplazados continuamente Una de las peculiaridades que caracterizan a los tiburones es que su cuerpo, en lugar de las llamativas escamas que poseen la mayoría de los peces óseos, está recubierto por unos diminutos dientecitos cuya propiedad principal es la de reducir la fricción del agua y facilitar el avance.

Son estos finísimos dientecitos los que provocan la misma sensación que produce pasar la mano por un papel de lija, asociada al contacto con la piel de los tiburones. Los dientes también le confieren a la piel una extrema dureza, lo cual ha sido utilizado en la fabricación de pieles. Existen trajes de baño que imitan la estructura microscópica de estos dentículos, que han sido diseñados para aumentar la velocidad de los nadadores al reducir la fricción del agua.

La Administración para la Aeronáutica y el Espacio de los Estados Unidos (NASA), ha estudiado la piel de los tiburones para producir una nueva generación de submarinos y también ha considerado la posibilidad de utilizarla como modelo para construir el casco de las lanzaderas de los cohetes espaciales.

¿Quién se come a quién?

En realidad, durante más de 400 millones de años, los tiburones pudieron vivir y evolucionar sin ser molestados por alguna otra criatura viva. Ello fue posible hasta que finalmente el hombre hizo su aparición en el planeta. Pero aún después de haber sido descubiertos por el hombre, siempre le inspiraron un gran respeto, y este fenómeno, unido al escaso valor comercial de su carne, les protegió, durante algún tiempo, de la voracidad humana.

Lamentablemente, en la década de los 90, los tiburones, rayas y similares, representaron la salvación de muchos países cuyos recursos pesqueros tradicionales  se estaban agotando rápidamente. A la luz del decrecimiento de la producción pesquera a escala mundial, muchos países incrementaron entonces la captura de tiburones A causa de ello, numerosas especies de este grupo fueron sobreexplotadas y en la actualidad, muchas voces se alzan para salvaguardar algunas especies que se encuentran amenazadas.

La costumbre ancestral, originaria del sur de China, de utilizar los “fideos” de las aletas de los tiburones, tras un complicado y casi secreto procedimiento para su extracción, ha convertido a la sopa de aletas en un platillo altamente codiciado en bodas, banquetes y cenas de negocios en casi todo el continente asiático. Pero lo que antiguamente era un plato de ocasiones muy especiales, y para unos pocos privilegiados, se ha convertido ahora en una comida regular para millones de personas, que pagan precios altísimos para disfrutar de ella. Paradójicamente, los fideos no le adicionan sabor a la sopa, sino que le proporciona una textura muy especial, la cual le confiere el valor final al producto.
La demanda de aletas para el mercado de Asia o para las minorías chinas dispersas por el mundo, sus altos precios, el desarrollo de tecnologías de pesca de tiburones sin ningún riesgo, y la elevada vulnerabilidad de estos animales, alarman a la comunidad científica internacional, que observa con preocupación cuán rápido están declinando sus poblaciones en los últimos años Para numerosos científicos, es muy probable que la extracción de tantos tiburones pueda tener repercusiones colaterales sobre muchas otras especies marinas por el papel tan importante que juegan en regular las restantes poblaciones, como depredadores situados en el extremo final de la trama alimentaria de los océanos.

El peligro puede ser mayor

Cuando se aplicó un modelo teórico para simular e investigar el efecto que podría traer  la pesca intensiva del tiburón alecrín, se produjo un efecto inesperado al aumentar las poblaciones de otros tiburones residentes en el arrecife, así como de tortugas, peces de fondo y aves marinas.  Inesperadamente, sin embargo, la abundancia de los atunes y otros peces pelágicos declinó de manera estrepitosa, en apariencia por causa del incremento de las aves marinas que se alimentan de los juveniles de estas especies.

Aunque se trata de un estudio teórico, el mismo ilustra acerca de los posibles impactos que puede tener la pesca indiscriminada de los tiburones. Lamentablemente, a los reclamos para el mercado de aletas se suma la pesca accidental que se produce durante la captura de atunes y peces de pico (emperador, castero, agujas). Se estima, que cerca de un 50 % de los desembarques de tiburones provienen de pesquerías destinadas a otros fines.

En la búsqueda de alternativas que ofrezcan una utilización más “amistosa” de los tiburones, y se pueda evitar la sobrepesca de estos carismáticos animales, se ha desarrollado un tipo especializado de turismo que consiste en establecer lugares o “parques” donde se puede bucear y alimentar a los tiburones en su propio medio. Se calcula que en el mundo hay unos 200 sitios de buceo con tiburones, y en Cuba merecen destacarse los que existen en las Doce Leguas y Nuevitas.

Hasta aquí los lectores habrán apreciado las razones por las cuales escogimos el título de este artículo. Cuatrocientos millones de años de perfeccionamiento y ajuste constante a las cambiantes condiciones de los océanos, han marcado la evolución de los tiburones.

La especie humana ha evolucionado en un período mucho más corto de tiempo, pero ello no le confiere ningún derecho a seguir acelerando la desaparición de muchas especies de plantas y animales. Sirva este artículo como un llamado a la sensatez y al buen juicio que deberán caracterizar todas nuestras decisiones futuras. De no responder a este llamado, no hay dudas que también estaríamos arriesgando nuestra propia existencia.

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