«#AliciaAlonso se ha ido y nos deja un enorme vacío, pero también un insuperable legado», afirmó presidente cubano Miguel Díaz-Canel (+Videos)

«#AliciaAlonso se ha ido y nos deja un enorme vacío, pero también un insuperable legado. Ella situó a #Cuba en el altar de lo mejor de la danza mundial. #Gracias Alicia por tu obra inmortal. #SomosCuba», escribió el presidente de la Republica, Miguel Díaz-Canel, tras darse a conocer la noticia del fallecimiento de una de las grandes bailarinas de los siglos XX y XXI.

Hace 71 años fundó el mítico Ballet Alicia Alonso, hoy Ballet Nacional de Cuba (BNC), su obra artística y humana más extraordinaria. Como su directora y figura principal, ha sido inspiración y guía para la formación de varias generaciones de bailarines cubanos, con un estilo propio que conquistó un lugar destacado en el ballet internacional.

Nacida el 21 de diciembre de 1920, en el reparto Redención, popular barriada de Marianao, en un modesto hogar formado por Antonio Martínez Arredondo, teniente veterinario del ejército, y Ernestina del Hoyo y Lugo, refinada modista, la ilustre bailarina encontró en la danza desde muy temprana edad la vocación que guiaría toda su vida.

Su ruta estelar, iniciada en la Escuela de Ballet de la sociedad Pro-Arte Musical de La Habana, en 1931, se vio obligada a tomar nuevos derroteros al tener que marchar al extranjero por el escaso nivel, los prejuicios y el carácter elitista que enfrentaba el ballet en la Cuba de entonces.

Trazar su órbita artística profesional es tarea ciclópea, pues abarca desde las comedias musicales de Broadway, el Ballet Caravan, el Ballet Theatre de New York, el Ballet de Washington y el Ballet Ruso de Montecarlo, hasta sus colosales triunfos como estrella invitada de las más relevantes compañías, festivales y galas de ese género artístico en todo el mundo.

Su excepcional categoría  de prima ballerina assoluta no obedeció a una caprichosa reputación jerárquica, sino al dominio de un vasto repertorio de 134 títulos que abarcó las grandes obras de la tradición romántico-clásica y creaciones de coreógrafos contemporáneos.

Cuando el 28 de noviembre 1995, en el Teatro Massini de la ciudad italiana de Faenza, hizo un alto en su trayectoria como intérprete, ya había logrado establecer un récord difícil de igualar, no solo por el tiempo de vigencia sobre las puntas, sino por el nivel de excelencia con que lo hizo.

Pero la grandeza de la Alonso, no radica solamente en habernos representado triunfalmente en 65 países, recibir las más atronadoras ovaciones, imposible de contabilizar, de Helsinki a Buenos Aires, de New York a Tokio o Melbourne, sino haber puesto al servicio de su Patria todos los honores recibidos, entre ellos los 266 premios y distinciones internacionales, 225 de carácter nacional y las 69 creaciones coreográficas -románticas, clásicas y contemporáneas, que ha realizado, revertiéndolos como frutos del quehacer que ella ha visto siempre como modesta contribución no solo a su cultura, sino a la cultura danzaría mundial.

Hace más de medio siglo al regresar a nuestro país cargada de honores extranjeros, no vacilaba en declarar:

Toda mi esperanza y mis sueños consisten en no volver a salir al mundo en representación de otro país, sino llevando nuestro propia bandera y nuestro arte. Mi afán es que no quede nadie que no grite: ¡Bravo por Cuba!, cuando yo bailo. De no ser así, de no poder cumplir ese sueño, la tristeza sería la recompensa de mis esfuerzos”.

Esa patriótica postura la llevó a fundar, junto a Fernando y a Alberto Alonso el 28 de octubre de 1948, el hoy Ballet Nacional de Cuba, y en 1950 la Academia de Ballet que llevó su nombre y tuvo la tarea histórica de formar la primera generación de bailarines dentro de los principios técnicos, estéticos y éticos de la hoy mundialmente reconocida escuela cubana de ballet.

Durante más de siete décadas, especialmente a partir del triunfo de la Revolución, pudo con mano firme situar al BNC entre las compañías de mayor prestigio a nivel mundial, y fundamentar un sistema de enseñanza que abarca la totalidad de la Isla y es la garantía del ballet antillano, así como estimular un movimiento de colaboración internacionalista que en el campo del ballet Cuba ha extendido a casi medio centenar de países de América, Europa, Asia y África.

Es la Alicia guía y mentora, que con su don aglutinador pudo convocar en La Habana, en 26 Festivales Internacionales de Ballets, a las más célebres personalidades de la danza, en una fiesta de arte y amistad.

Y es también la Alicia que hemos visto dar la mejor entrega de su magisterio, lo mismo en escenarios de la más alta prosapia que en rústicas tarimas, en plazas públicas, fábricas, escuelas y unidades militares, consciente de que al pueblo, cualquiera que éste sea, siempre se asciende y nunca se desciende.

Quienes tuvieron el privilegio de estar a su lado, conocieron también el extraordinario ser humano que había en ella, que por coraje y férrea disciplina no se dejó derrotar nunca por quebrantos físicos, vicisitudes o incomprensiones.

Fue la Alicia nuestra, que aunque bañada de cosmopolitismo añoró oír los cantos de nuestros gallos, gustar del olor al salitre de su Malecón habanero, valorar la mariposa y el coralillo como las flotes más exquisita, o fascinarse con los adelantos científicos y los misterios del cosmos. «Un ímpetu tenaz, frenético, heroico -disparado contra la enfermedad y contra el tiempo- hacia la perfección incansable», como acertadamente la definió Juan Marinello.

Cualidades y decisiones tejieron leyendas sobre Alonso, algunas asociadas a su virtuosismo técnico e interpretativo dentro de obras clásicas, otras a la decisión de seguir bailando pese a la progresiva pérdida de visión y la voluntad de mantenerse activa en escena hasta muy avanzada edad.

La escuela cubana de ballet fundada por Alicia, Fernando y Alberto Alonso es única en el continente americano y una de las seis reconocidas en el mundo.

Alicia Alonso recibió el Premio Nacional de Danza en Cuba; la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes de Madrid, en España; y el Premio ALBA de las Artes, un lauro solo concedido a personalidades reconocidas del continente.

En el 2000, el Consejo de Estado de la República de Cuba otorgó a Alonso la máxima condecoración de la Isla, la Orden José Martí y, en 2015, la misma entidad dispuso sumar a la denominación del Gran Teatro de La Habana el nombre de Alicia Alonso.

Justo al interior de ese coliseo, una estatua de bronce de la artista en plenitud, cuando bailaba su clásico favorito, Giselle, atrae la mirada de los visitantes.

En el 2003, el entonces presidente de Francia, Jacques Chirac, le confirió el grado de Oficial de la Legión de Honor y, en 2017 fue investida como Embajadora de Buena Voluntad de la UNESCO.

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