El delito de llamar al amor

Nunca creí que llamar al respeto a las diferencias fuese tomado como un despropósito, pero los hay que lo quieren para sí, lo proclaman para sí; mas no lo practican con los demás. Y pueden vapulearte, si no coincides.

Nunca creí que llamar al diálogo fuese sinónimo de vaciamiento o de ceguera. Y mucho menos que algunos recusaran el tributo a nuestros héroes y poetas, que siempre he practicado. Vengan pues, tres tazas:


Los hombres van en dos bandos:  los que aman y fundan y los que odian y deshacen” (José Martí)

Al corazón del amigo: / abre la muralla;  / al veneno y al puñal: / cierra la muralla”  (Nicolás Guillén)

Tú te ofreces a todos aromática y graciosa como una taza de café; pero no te vendes a nadie (…) Isla mía, Isla fragante, flor de islas: tenme siempre, náceme siempre” (Dulce María Loynaz)


En las redes sociales se articulan relaciones con viejos amigos, nacen nuevas amistades y también se establecen lazos con personas que no piensan igual que uno. No tendrían por qué hacerlo, no se los he pedido nunca. Hablo de mi experiencia.  

Cabría esperar el mismo trato, uno supondría esa coherencia…

Más de una vez me he referido al espíritu sanador de José Martí. El genio de Paula sabía muy bien lo que era estar lejos de la patria y no se permitió por ello perder a ningún cubano de valía. La eticidad y la humanidad martiana, le permitió discernir de manera esclarecida donde estaban las falencias y donde las traiciones, sin confundir diferencias con odios. Y se cuidó muy bien de discrepar de las ideas, no de las personas.

Cuando mi madre dejó de respirar en mis brazos, se fue con ella parte de mí mismo. Solo entonces comprendí el mensaje de vida de la Loynaz sobre  “aprender a prescindir”. Es un aprendizaje tantas veces desgarrador, pero tantas veces inevitable.

Yo estoy listo para prescindir de los odios. El odio es como la roca erizada contra el viento,  el amor es como la ola. Puede llevar tiempo, sí; pero acaba siempre convertida en arena.

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