El 10 de octubre de 1868, Carlos Manuel de Céspedes y del Castillo (1819-1874), se vistió de paño impecable e hizo tocar la campana de su ingenio La Demajagua, en el Oriente de la Isla. Fue un campanazo a la conciencia nacional y más de cuatro siglos de yugo español se conmovieron.
Cuando José Martí valora el hecho, apunta sobre la épica fundadora de Céspedes: “Y no fue más grande cuando proclamó a su patria libre, sino cuando reunió a sus siervos, y los llamó a sus brazos como hermanos”.
Las acciones militares se sucedieron tras la proclama de libertad. El 18 de octubre estaban ya a las puertas de la ciudad de Bayamo y la guarnición española, capituló dos días después. El 20 de octubre de 1868 se cantó por primera vez “La Bayamesa”, devenido nuestro himno nacional.
Ese día fue escogido como Día de la Cultura Nacional, que adquirió carácter oficial desde 1980. Se habían unido excepcionalmente en una sola jornada, la poesía, la música, la decisión de libertad de todo un pueblo.
Vivimos en la conmemoración de esos días gloriosos, entendida la cultura como un espíritu, como una heredad, como la unión de saberes y tradiciones, en constante refundición. En ese infinito camino de nuestro ser, no podremos olvidar a la radio, que desde la década del veinte del pasado siglo, nos acompaña, como protagonista.
Desde el infatigable Manolín Álvarez en Caibarién, desde aquel llamado del caballero Luis Casas Romero en el centro de La Habana… hasta la última casa radial fundada en este archipiélago, la radio ha tendido sus redes a la memoria, la información y el disfrute de sus oyentes.
La radio ha popularizado ritmos e intérpretes, ha logrado paralizar a todo un país con una radionovela, ha entregado a manos llenas, humor y espectáculo; ha sido amiga para el desvelo y para los sueños. Ha sido la primera en decir en muchos acontecimientos y ha sido el único medio que ha sobrevivido a la hora cero, en el azote de los huracanes.
La radio, desde sus antenas y estudios, ha llegado a los lugares más recónditos. No cree en distancias ni en montañas.
La radio hace familias entre el equipo realizador y sus oyentes. Convierte en pan de todos, una frase y un estilo. Da voz a todos, a todos cobija, de voces estamos hechos. Aconseja, alerta, explica, acompaña.
La radio forja imágenes desde la imaginación y es capaz de evocar un siglo, una geografía, un carácter desde una palabra, una intención, un efecto y un corte musical. Y eso no deja de maravillar a una generación tras otra.
Grandes nombres han hecho la radio y la siguen haciendo. Transmitiendo tantas veces la historia de otros, forja la suya. Cada salida al aire, cada puesta es una aventura única. Loor a sus cien años de fértil aporte. Loor a su gente.