María Valero (+Video)

Aquella tarde del 25 de noviembre de 1948, la actriz española María Valero, proclamada por la crítica especializada como la Gran Dama de la Radio de Cuba, conversaba con otros actores en uno de los pasillos de la radioemisora. Santelices pasó por su lado y le agarró una mano. Le dijo: «Cuidado, cuidado… Hay un accidente».

La actriz prefirió ignorar el comentario. Sonrió y prosiguió la conversación con sus amigos antes de perderse por los vericuetos del edificio. El tiempo apremiaba y debía prepararse.

Esa noche, a las ocho, salía al aire el capítulo 199 de El derecho de nacer, la gustada radionovela de Félix B. Caignet, en la que su personaje, Isabel Cristina, era uno de los puntos clave de la trama.

Desde su papel en El collar de lágrimas, de Pepito Sánchez Arcilla, que con sus más de 900 capítulos es la radionovela más larga en toda la historia del género, María Valero se había convertido en la figura femenina más popular de la radio.

Su arte y su voz maravillosa eran la admiración de los oyentes que seguían, devotos, sus interpretaciones. Todo aquello, sin embargo, estaba a punto de acabar. Horas después del encuentro con Santelices, el cadáver de la actriz estaba tendido en la funeraria Caballero, de 23 y M, en el Vedado.

María Valero llegó a Cuba luego de haber vivido la experiencia de la guerra civil española, en la que había trabajado como enfermera de un hospital de guerra con Tina Modotti. Traía, en un cofrecito, un puñado de tierra madrileña que recogió en la premura de la evacuación para que la acompañara para siempre, y desembarcó cubierta con una gran mantilla negra.

Había hecho teatro en su patria y en La Habana el éxito le llegó más temprano que tarde. Casi enseguida pasó a formar parte, como artista exclusiva, del cotizado cuadro dramático de la firma jabonera Sabatés.

María Valero y Ernesto GalindoAsida del brazo del galán de moda Ernesto Galindo formó la pareja romántica que hacía suspirar a jóvenes y mayores. Galindo y María serían los protagonistas de Doña Bárbara, la novela de Rómulo Gallegos que, en versión de Caridad Bravo Adams y con la dirección de Luis Manuel Martínez Casado, dos glorias de la radio nacional, se trasmitió en el espacio La Novela del Aire, de RHC Cadena Azul.

Pero CMQ, que ya ha iniciado su guerra a muerte contra la RHC, quería a María Valero en sus predios y le ofreció un salario de 600 pesos mensuales, suma no alcanzada por actriz alguna en Cuba, y totalmente desconocida hasta entonces en el medio radial.

María aceptó la propuesta y se desbarató así la pareja que formó con Ernesto Galindo. A rey muerto, rey puesto; sin embargo, otra pareja artística surgirá en CMQ: la de María Valero y el primer actor Carlos Badía. Junto a él actúa en otra novela de Caignet, El precio de una vida.

Llegó así la madrugada del 26 de noviembre de 1948. Un cometa era perfectamente visible desde La Habana y su visión se haría imponente e insuperable si se le observaba desde la Avenida del Puerto, a las cinco de la mañana.

Un grupo de actores, entre los que se encontraban María Valero y Eduardo Egea, quiso vivir la experiencia. Cruzaban la vía, cerca del restaurante El Templete, cuando ocurrió el accidente terrible.

Se dice que ella llevaba anudada al cuello una larga chalina que iba flotando en el aire. Cuando atravesaban la calle, pasó un auto por detrás, la chalina se enredó en las ruedas, y María cayó al suelo, golpeándose la cabeza contra el pavimento, lo cual le ocasionó la muerte inmediata.

Esa versión, que equipara su muerte con la Isadora Duncan, no es cierta. La verdad es que María Valero, inexplicablemente, se adelantó al grupo que la acompañaba sin percatarse del vehículo que avanzaba sobre ella a gran velocidad.

En la funeraria, los fotógrafos captaron la última imagen de María. La mantilla negra que había traído de España le cubría la cabeza y parte del rostro maltratado por el accidente.

Tanta era la gente que quería despedirse de su ídolo que para entrar a la casa mortuoria no quedó más remedio que formar una fila que arrancaba en Malecón y subía por 23, y otra desde la calle 27 hasta M. A la hora del entierro, el pueblo a pie la acompañó hasta el cementerio.

La noche siguiente no se trasmitió el capítulo 200 de El derecho de nacer. La CMQ trasladó a la funeraria sus micrófonos. Se escribieron de prisa los textos con que los actores rendirían homenaje a la actriz desaparecida.

Y el director Justo Rodríguez Santos entresacó de capítulos ya trasmitidos de la radionovela frases en boca de la fallecida a fin de ponerla a dialogar con Minín Bujones, que asumiría el papel de Isabel Cristina. María se despedía en aquella conversación que nunca fue, como si partiera a un lugar remoto. Y el público pudo escucharla, con su voz bellísima, yéndose de la novela, yéndose de la radio, yéndose de la vida.

 

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