Abelardo Vidal, por siempre en el corazón de Cuba

Los guionistas de los medios electrónicos forman parte de un sinnúmero de especialistas cuya voz e imagen física es desconocida por los destinatarios de esos productos y sin embargo configuran la columna vertebral de la creación mediática. Cuando logran impacto y notoriedad rebasan su muerte física y perviven en la memoria colectiva con personajes y relatos insertados generación tras generación en el imaginario colectivo de oyentes y televidentes.

El 19 de noviembre de 2010, los miembros de la Unión de Escritores y Artistas (UNEAC) cubanos participantes en la plenaria de la Sección de Cine, Radio y Televisión, recibimos la triste noticia del fallecimiento de Abelardo Vidal Rivas, guionista privilegiado en nuestra historia radial, televisiva y cinematográfica.

Cuando en 1966, Vidal se inició como asesor de programas dramatizados radiofónicos y comenzó sus pininos en la dirección, aun no avizoraba que sería su labor de guionista quien marcaría pautas. Entre sus primeras obras como escritor aparece en el espacio original de Sector 40 radial, la serie denominada Clave Escorpión, que inaugura la temática de la contrainteligencia militar en nuestra radiofonía, tendencia continuada en Operación Trasbordo –dedicada a la vida de Alberto Delgado– que también llego a la televisión y finalmente al celuloide con su propio guión en la memorable cinta El hombre de Maisinicú. Por añadidura en una de nuestras radioemisoras nacionales, Abelardo realizó junto a Julio Batista un noticiero radial experimental que hizo época.

Muy pronto sus historias se vertieron a cuentos, series episódicas y documentales cinematográficos pletóricos de nuestras problemáticas sociales y gran humanismo obteniendo numerosos lauros en los certámenes de nuestro giro y consagrándolo como creador de nuestros medios de comunicación.

A finales de los años 70 del pasado siglo, recibió la propuesta del Ministerio del Interior cubano –quien auspició su producción y realización– la concepción de un serial televisivo para homenajear el XX aniversario de los Órganos de la Seguridad del Estado, culminado en marzo de 1979. Nos referimos a En silencio ha tenido que ser, dirigido por el consagrado director de programas televisivos Jesús Cabrera, devenido paradigma de esta tendencia en nuestra pantalla, fenómeno de audiencias reiterado una y otra vez en nuestros públicos en cada una de sus sucesivas retransmisiones. Constó de dos partes. La primera la realizó Vidal en co-autoría con Nilda Rodríguez mientras la segunda, El regreso de David, corrió íntegramente a su cargo, defendido ambas por un equipo técnico y artístico de grandes kilates y con un elenco privilegiado.

Su repercusión generó como réplicas televisivas las series televisivas de Julito el pescador y Juego en defensa propia, surgidas de la imaginación de Vidal, donde sus personajes se erguían como símbolos de la valentía, la humildad y el talento de muchas generaciones de cubanos y cubanas.

Primero adaptó historias y luego creó sus propios relatos demostrando una particular habilidad para el diseño del ideario del proyecto revolucionario y de los hombres y mujeres revolucionarios desde 1959, cargadas de una resonancia ideológica, emotiva y comunicativa peculiar.

En una de las entrevistas que le realicé hace algún tiempo, le pregunté su criterio sobre la responsabilidad social del escritor cubano de los medios de comunicación, a lo cual respondió: «El escritor tiene el privilegio de hablarle al oído al oyente o mostrar con sonidos, imágenes, ideas o sentimientos a través de la ficción. Cuando esa ficción refleja su realidad, la responsabilidad es aun mayor. Cada obra nueva me permite una nueva propuesta y hay que buscar cada día formas más creativas para interesar a los públicos y lograr el objetivo deseado.»

Cuando solicité su percepción personal sobre el éxito de En silencio ha tenido que ser, su respuesta fue la siguiente: «Su éxito me sorprendió. Yo había trabajado poco para la televisión y este serial se hizo en muy poco tiempo. Pienso que contó con algunos elementos novedosos que lo hicieron atractivo más allá del sentido patriótico. Se comenzó a realizar con un equipo de guionistas y el director respeto mucho a cada uno de los especialistas.»

Creó una nueva estética televisiva: la cámara de video se usó como la de cine. Grabamos todo fuera de estudios y por vez primera se compuso música original para todas las situaciones y personajes.

David, el protagonista, era un héroe anónimo que se inspiró en uno real pero que integró las cualidades de un sin número de ellos. Era el compendio de muchos. Tenía defectos y apetencias, cometía errores y esos elementos se usaron para hacerlo creíble, veraz, humano. Era como si dijera a todos cuantos héroes desconocidos hay en el pueblo cubano.

Entre otras funciones gremiales y sociales, Abelardo Vidal lideró en una etapa la Sección de Cine, Radio y Televisión de la UNEAC. En los años 90, fungió como guionista de dramatizados y telenovelas en una televisora venezolana, allí enriqueció su experiencia profesional pues aprendió el mecanismo industrial de la concepción y realización de telenovelas en ese país sin que ello le apartara de su proyección social, evidenciada en su proyecto Sueños, que brindó cultura en los barrios pobres caraqueños, mucho antes del ascenso de Hugo Rafael Chávez Frías a la presidencia en ese país y los empeños que hoy conocemos.

Vidal privilegió en su obra los relatos detectivescos donde los hombres y mujeres del pueblo sostenían una lucha anónima como agentes encubiertos que desarticulaban acciones contrarrevolucionarias o delictivas pagando un elevado costo en sus vidas personales ante la perplejidad de familiares y allegados que no comprendían la metamorfosis sufrida en su accionar social. Muchos de ellos murieron sin revelar su verdadera misión.

No siempre los contenidos, géneros y tipos de historias que construyen en su accionar los escritores mediáticos se relacionan con su vida personal. Abelardo Vidal Rivas hizo de la creación artística otra forma de defender a su patria y a ella volcó su esencia, conciencia, convicción y práctica consecuente manteniendo esa postura hasta el final de su vida.

Con la misma pasión y energía que en su vida personal combatió a perpetuidad la adversidad del deterioro progresivo de su cuerpo y su discapacidad física, este cubano apasionado, enérgico y vital amó a la vida, al amor y a las mujeres sin perder su humanismo, ingenio, voluntad y perseverancia.

En su primera etapa –como a tantos infantes de la Cuba republicana– la lacerante poliomielitis marcó su cuerpo sin anular su espíritu, vitalidad y gracia de criollo auténtico. Cuando décadas después otras dolencias redujeron aun más su independencia motora. Vidal continuó luchando y se ganó por su estatura intelectual, ideológica, patriótica y artística, la admiración, el respeto y el cariño de cuantos le conocimos.

Adaptó historias y creó sus propios relatos, demostrando una particular habilidad para el diseño del ideario del proyecto revolucionario y de los hombres y mujeres que lo hicieron suyo desde 1959. Los medios de comunicación cubanos sufren hoy una gran perdida. Abelardo Vidal Rivas vivirá por siempre a través de sus personajes e historias en el corazón de todos los cubanos.

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