Remberto Cabrera González, vivo en la historia de la radio cienfueguera

El deceso de Remberto no deja de ser un golpe sensible entre sus colegas de Radio Ciudad del Mar, la radioaudiencia que le escuchó durante años y sus coterráneos en Rodas, la llamada Villa del Damují.

Es que Remberto, de origen humilde, hombre noble, buen amigo y revolucionario a toda prueba, perteneció a la estirpe de seres arraigados al recuerdo de todos los que lo conocimos y departimos con él; a quienes nos contagió con su optimismo y energía, pues de espaldas a su edad, ya jubilado, se mantuvo por mucho tiempo como corresponsal en Rodas, y asumiendo tareas culturales, del gobierno y el Partido Comunista de Cuba (PCC) en ese municipio que amó y sirvió.

De primer oficio panadero, luchó en la clandestinidad contra la tiranía de Fulgencio Batista; combatió en Playa Girón y luego fue al Escambray para participar como el miliciano que siempre fue, en la Lucha contra Bandidos (LCB).

Al crearse el Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (INDER), se le asignó su dirección en Rodas. Fue fundador del PCC, donde militó hasta el último aliento de su fructífera existencia.

Por más de medio siglo entregó lo mejor de sí a Radio Ciudad del Mar; en esta emisora se desempeñó como narrador y comentarista deportivo.

De finales de los 60s y comienzos de la década que le siguió, lo recordamos narrando la pelota junto a Humberto Duarte Jiménez, otro inolvidable de nuestros micrófonos.

Hasta el momento de su jubilación, compartía la narración con Digno Rodríguez -quien de conserva de Remberto gratos recuerdos-, y Osvaldo Vega Llorens, también locutor y director de programas .

Representó a la Radio Cubana en un torneo de Boxeo que tuvo lugar en la antigua República Democrática Alemana (RDA).

Su amor por la radio fue más allá del deporte. Apasionado del tango, en los primeros años de los 80s fundó el espacio «Rincón Porteño», producido y dirigido por él mismo, al que puso un sello distintivo con una conducción al estilo rioplatense.

Es que Reemberto vivía a plenitud su gusto por ese género suramericano; tanto que muchos amigos y vecinos suyos recuerdan cómo en las noches de invierno se le veía con sombrero  gardeliano y bufanda al cuello, mientras observaba un partido de dominó o conversaba animadamente.

En el caso particular de quien escribe, mis visitas a Rodas se llenaban de mayor prestancia porque Remberto era siempre anfitrión por excelencia.

No olvido las veces cuando me invitaron como jurado al Festival de Música Mexicana de Verano, y él participaba en todo el aspecto organizativo.

Cumplía con espontaneidad responsable muchas tareas. Su mayor deseo era que todo saliera bien. No había acontecer en su pintoresco pueblo de Rodas donde dejara de estar la presencia física y el entusiasmo de Remberto.

Ahora que dijo adiós se hace difícil -diría demasiado difícil- imaginar a Rodas, su cultura, dinamismo y su gente sin tan respetado y querido compañero. Solo queda desearle un descanso en paz por las tantas misiones asumidas con exitoso empeño; seguros estamos que su impronta no terminó con su partida.

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