Y es que su voz nunca se coloca delante del micrófono, pero con sus manos, su cultivado sentido auditivo y su dominio en el arte de la realización, complementa los materiales informativos de muchos de los colegas que lo acompañamos en esta planta radial.
«Era un muchachón, yo estaba en la antigua emisora Radio Guamá, allá en la calle Maceo y Rosario, allí hice muchas prácticas, edité cantidad de programas, entre ellos disímiles capítulos de Escuela en el Campo y de Trabajadores del Mar. Comenzábamos a las siete de la mañana y terminábamos muy tarde».
«Después me desvinculé un poco de la radio porque comencé a laborar en otros centros de trabajo, pero luego – como el bichito de la radio siempre pica a uno- volví para la emisora y aquí estoy desde hace 20 años».
Cada día Tabares llega a la emisora -que siente como su propia casa- para poner la dedicación y el esmero que lleva su labor, con una disciplina ejemplar por la que gana el respeto y la admiración de todos.
«La radio para mí es todo, sin esto no puedo vivir. Yo trabajo hasta los sábados, pero el domingo tengo que venir a dar una vuelta a la emisora. Todos los domingos me dicen ¡Pero tú no trabajas hoy! y yo les digo: Pero esta es mi casa. Prácticamente es mi casa».
Por estos días estuvo de vacaciones, pero no fueron pocas las veces que al llegar yo temprano a la emisora me encontraba a Víctor Tabares Ríos por sus pasillos saludando colegas y alimentándose, creo, del ambiente que aquí se vive.
Como sé que no solo dedica su tiempo a complementar voces con sonidos y efectos sonoros que salen al aire, sino que es también un fiel oyente, hace poco aproveché para dedicarle, por este medio, un material periodístico, a quien yo defino corto de palabras, bueno de corazón, y apasionado por la radio.