La radio y el difícil camino de la identidad

Para el investigador Fernando Martínez Heredia, la identidad es hija de una lenta y prolongadísima acumulación de aspectos culturales, geográficos, étnicos y de otra índole, de sus choques y refundaciones.

Don Fernando Ortiz, el sabio cubano, apuntó que para ser cubano no basta tener en Cuba la cuna y el porte, hay que tener la voluntad y la conciencia de quererlo ser. Jorge Mañach opinó en su célebre ensayo «Indagación al choteo» que entre las características del cubano están su desapego hacia lo demasiado solemne, su capacidad de ingenio y su vis cómica. 

Patria, dijo Martí, es «comunidad de intereses, unidad de tradiciones, unidad de fines, fusión dulcísima y consoladora de amores y esperanzas».

Esa fusión y esa conciencia identitaria se viven en lo que comemos, en lo que escuchamos, en lo que compartimos y en lo que vemos; pero naturalmente, también se educa. He ahí el nivel crucial de los medios, para hacer común, para adentrar como savia y aliento de las mayorías, lo mejor en materia de pensamiento, voces, autoridades, arte y actitudes.

La identidad cubana se forma a su vez de identidades locales, y la radiodifusión cubana, con una red privilegiada de casi un centenar de emisoras en ciudades más pobladas y en municipios más pequeños, resulta decisiva en el reconocimiento de esos valores.

Ningún otro medio posee en Cuba semejante extensión. La radio expande la cultura y ella mismo va dejando su memoria.

Lo nacional no es lo habanero. Lo nacional es lo que produce la nación toda. La Habana en cualquier caso, es la capital del país y no el país. Cuando no se cobra conciencia real de nación en la difusión y promoción de la cultura cubana, se comienza a invisibilizar parte de la riqueza espiritual del archipiélago que somos, las jerarquías se extravían, se echa mano a lo más cercano y se comienza a dar espacio en nuestros medios a productos mediocres. Y en consecuencia, a popularizar lo que no lo merece.

Lo que no se conoce, no se quiere. Cada vez que se legitima un producto facilista, portador de una filosofía egoísta o discriminadora en cualquier sentido, cada vez que la palabrería se impone a la preparación, cada vez que damos margen a evaluaciones poco rigurosas, la identidad se resiente y la radio se rebaja.

La asesoría radial no puede ser nunca cómplice. Toca a los asesores y a los directores de programas ser los filtros para que a la radio vayan las propuestas más notables, en materia musical, en las entrevistas, en los colaboradores o en los dramatizados.

Eso, naturalmente requiere una preparación sólida y una voluntad sostenida que ha de estimularse y que se concreta en el día a día. De eso se habló en el último evento Caracol convocado por la Sección de Cine, Radio y Televisión de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), temas que, por suerte, he visto en otros espacios. Nunca el debate es infértil si se hace desde la sinceridad y desde la profundidad.

Investigadores y artistas analizaron y aportaron también ideas alrededor de la necesidad de potenciar el conocimiento científico y medio ambiental en la radio y la televisión; así como los daños derivados de la contaminación sonora y de la proliferación de las indisciplinas sociales.

No puedo olvidar a un músico de la talla de José Loyola hablando de que «Cuba se ha convertido en un caos sonoro». Desafortunadamente, suscribo la afirmación.

La proliferación del ruido y la música alta tanto en propuestas estatales como particulares, se ha convertido en una verdadera epidemia en casi todo el país y, lo peor, no se acaban de encontrar las soluciones adecuadas. 

Ojalá esas circunstancias no formen parte jamás de nuestra identidad nacional, que no nos acostumbremos, que no minimicemos sus consecuencias. En eso también la radio y el resto de los medios tienen mucho que aportar a la sociedad cubana: en mostrar, en proponer, en convencer, en exigir. Es un papel inexcusable.

Siempre hemos de volver a Martí, a su faro de pensamiento: “Hay que dar ocasión a lo mejor para que se revele y prevalezca sobre lo peor. Si no, lo peor prevalece”

 

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