Aunque no esté de moda

No todos seguimos las mismas tendencias musicales, y por lo tanto cada cual debe tener la opción de disponer de un espacio adecuado para el disfrute de la música de su preferencia, sin que esto implique una agresión a quienes no comulgamos en la misma capilla.

No obstante, ciertas fronteras creadas para preservar una convivencia plena, a menudo se diluyen con la mayor impunidad, para someternos a la contaminación ambiental de una música de absoluta precariedad formal, plagada de textos francamente ofensivos.

Por suerte, existen otras corrientes, vitales y peleadoras, en el torrente de la música cubana, que nos salvan de la avalancha que asalta nuestros oídos en nombre de la moda.

El Primer Encuentro de Trovadores (2), más que una reunión ocasional de los exponentes históricos del género con jóvenes trovadores, fue un oportuno llamado para reflexionar acerca de temas de música y moda de indiscutible vigencia.

Hablando de los períodos propios de la evolución como son el nacimiento, el esplendor y la decadencia de una determinada manifestación artística, tendemos a resumir su vigencia con la palabra moda, síntesis de algo efímero por la corta duración de su impacto emocional en nuestras vidas.

La fugaz lambada del grupo Kaoma; La Macarena, de Los del Río, o el fraude mediático del coreano Pesy y su Gangnam Style, resultan pruebas más que elocuentes de cómo canciones que llegaron a levantar gran hojarasca de popularidad, tuvieron una muy breve existencia por la banalidad de la propuesta.

En cambio, las canciones de la Nueva Trova cubana, independientemente de que hayan tenido mayor auge en un tiempo que en otros, jamás podrían considerarse como manifestaciones de una moda circunstancial.

Cantarle a la pureza del amor y a los valores humanos más universales, hace que cientos de canciones jamás pasen de moda.

Obviamente, en cualquier género de la música cubana, se pueden encontrar magníficas piezas donde se dignifica la belleza del amor, al mismo tiempo que se defiende con pasión la pertenencia a la tierra en que nacimos o a la nación de la que somos parte.

Pero es en el contexto de las obras de los trovadores, donde abunda más esta modalidad que alguna vez llamamos canción comprometida.

Desde el preciso momento en que nace un trovador(a), éste se reconoce como descendiente legítimo de aquella hornada de bardos excepcionales que, como Sindo Garay y Manuel Corona, han dejado en custodia generacional, el patrimonio de canciones donde el amor es reverenciado por esa extraordinaria sensibilidad que continua enriqueciéndonos espiritualmente en pleno siglo XXI.

Privilegiados somos los cubanos por resguardar en el alma insondable de nuestra patria, el impulso vital de aquellos fundadores y los continuadores de toda una épica cuya trovada la bautizaron nueva como también nueva es y será la sociedad que estamos construyendo.

Reconocerse en los textos de las canciones emblemáticas de la Nueva Trova, es compenetrarnos con las vivencias de un pueblo en Revolución. Es constatar la firmeza del recio entramado de la urdimbre de nuestro compromiso político al vislumbrar una multitud de testimonios humanistas convertidos en versos y melodías.

Es descubrir el código cifrado en una música cuya contraseña conocemos muy bien los cubanos para aferrarnos a la solidez de nuestros principios amenazados, sin interrumpir el ritual del amor cantable desde audaces imágenes poéticas. Disfrutar de canciones de la Nueva Trova, significa avanzar por otro de los tantos derroteros que conducen hacia las alturas de imponentes cúspides de la belleza, talladas por gigantes de la palabra, vuelta poesía como Pablo Neruda, César Vallejo o Antonio Machado.

En este intento de expandir la autentica dimensión conceptual implícita en las canciones de la Nueva Trova como hecho artístico decisivo para la identificación del cubano con el calado de sus raíces, es preciso despejar el mal intencionado enfoque de que estas piezas conforman una corriente musical limitada a ser escuchada en los días de duelo de nuestro país.

Quienes así piensan, no comprenden la afinidad ideológica entre los paladines de las luchas por nuestra libertad y nuestros cantautores.

Quienes así piensan, está claro que no han tenido miradas serias y profundas para captar la esencia patriótica que se desprende de los textos martianos o de los libros que narran las epopeyas de Antonio Maceo y de Máximo Gómez durante nuestras guerras independentistas o en los libros que hablan acerca de la hidalguía quijotesca del Guerrillero Heroico, Ernesto Che Guevara, del mismo modo que tampoco han prestado oído al mensaje de obras imprescindibles de esta manifestación musical.

Sara González considerada cantora del pueblo y la RevoluciónQué orgullo para los revolucionarios cubanos, poder disponer de canciones cuyas letras están inspiradas en el pensamiento de los héroes nacionales.

Quién no conoce la admiración expresa del Comandante en Jefe Fidel Castro por El Necio, de Silvio Rodríguez, del mismo modo que por Su nombre es pueblo, de Eduardo Ramos, y La Victoria, de Sara González, ambas interpretadas por la propia Sara, y que constituyen un magnífico ejemplo del enlace entre los principios enarbolados por el líder de la Revolución y los artistas que la defienden desde el canto.

Corren días donde gobiernos progresistas y democráticos de nuestro hemisferio, afrontan la arremetida de la derecha neoliberal apoyada por los intereses de dominación del imperialismo norteamericano, en un intento por revertir el avance alcanzado a favor de los pueblos en países como Venezuela, Brasil y Argentina.

La derecha, carente del respeto debido a la soberanía de una nación, que busca excluir a las mayorías en su voracidad por beneficiar a los menos, es capaz de vender a los consorcios extranjeros hasta el aire que respiramos los pueblos americanos.

Ante tal escenario, nuestras canciones de barricada, que durante dictaduras como la de Pinochet en Chile y de la Junta militar en Argentina, fueron censuradas por multiplicar el clamor a favor de la justicia mancillada y de la dignidad usurpada, conservan intactas el aliento que identifica al arte comprometido, la creación artística nacida para defender el derecho de los pueblos.

Coincidimos con relevantes artistas nuestros quienes apuestan por permanecer en la memoria antes que someterse a la moda del momento.

Semejante coyuntura no resulta ajena a canciones habitualmente evocadas por intérpretes de la Nueva Trova como sentencia Vicente Feliú en una de sus últimas composiciones (3), cuando afirma que procede “… de donde habita el corazón, donde se sueña con palomas y se muere por amor”. Sencillamente porque en esto, nos va la vida.

Notas:

(*) Guille Vilar: Guillermo José Vilar Álvarez. Promotor, director, guionista, crítico musical y consumado melómano. Nacido en La Habana el 8 de enero de 1951, el Guille Vilar se graduó de Historia del Arte en la universidad capitalina en 1976 y desde entonces ha dirigido programas como Juventud 2000 en Radio Progreso, A Capella, Onda Retro y Música del Mundo, en la TV Cubana; ha colaborado en publicaciones como Caimán Barbudo, Cubarte y La Jiribilla. Actualmente es Director Artístico del Centro Cultural Submarino Amarillo y ha recibido, entre otros honores, la Distinción Por la Cultura Nacional en 1994, el Premio Espiral Eterna 2011 de la Oficina Leo Brouwer, el Premio Cubadisco 2012 y el Micrófono de la Radio en el 2000. Premio Nacional de Periodismo Cultural José Antonio Fernández Castro, 2014.

(1) Titulo de una conocida canción de Silvio Rodríguez.

(2) Primer Encuentro de Trovadores en La Habana que tuvo lugar en el Centro Cultural El Sauce desde el 8 de julio hasta el 15 de julio del año en curso.

(3) Donde habita el corazón, composición del trovador Vicente Feliú.

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