La literatura en el lenguaje radial

Se cree firmemente que cuando se utiliza el lenguaje, la palabra, en forma armoniosa, elegante, vistiéndola con toda la riqueza que nos posibilita el idioma castellano, estamos expresándonos en forma bella, lo que equivale a decir, estamos expresándonos en forma literaria.  Esto no es más que concebir a la literatura.

La lengua castellana, por su riqueza, sus matices, la gran cantidad de sinónimos que posee,  y por ser además una lengua  de las llamadas romance, nos permite llegar a la literatura con facilidad.

Muchos pensarían que para hacer literatura en la radio, se debe portar un título intelectual: escritor, poeta o al menos ser un aficionado a esas maravillosas manifestaciones del arte.

Lejos de todo esto, la radio exige la sencillez en su literatura. Los giros enrevesados, el lenguaje rebuscado, un tanto abstracto, no  nos conducirían a nada. Es más, estaríamos en presencia de una literatura como no la admite la radio.

Pensamos que la radio, como aparato transmisor, es como un ser que no nos ve, no se detiene cuando tocan a la puerta o suena el timbre del teléfono, o cuando alguien o algo nos distrae. La radio continúa hablando incluso cuando no le estamos prestando atención. Si además de tener en contra ese mecanicismo, lo que escribimos para la radio no lo hacemos de forma bella, literaria, entonces estamos corriendo el riesgo que nuestro mensaje caiga en el vacío.

Escribir de manera literaria para la radio, tiene, entre otros objetivos, hacer que el oyente nos entienda, que se encuentre a gusto al escuchar nuestro mensaje.

Habrá quienes piensan, que utilizar la literatura en el lenguaje radial, es algo así como escribir a la manera de Miguel de Cervantes y  Saavedra, Carpentier o Lezama, por sólo citar a algunos de los grandes hombres de las letras. Nada más alejado .Se trata de adaptar, precisamente eso, adaptar la literatura al lenguaje radial.

Si volcamos en un texto para la radio un párrafo de “El Quijote” o de “El siglo de las luces”, no por ello estamos haciendo literatura radial, por la sencilla razón de que no es lo mismo leer, que escuchar.

El que lee, el llamado lector, lo hace detenidamente, buscando cada  significado de las palabras e interpretando todo cuanto está escrito, solo que esto lo determina a la velocidad que él entiende;  y cuando lo requiere, vuelve atrás en su lectura. Para el oyente no existe tal ventaja, cuando no entiende alguna cosa, se queda sin poder entenderla. No hay repetición de la información. No existe la posibilidad de buscar en un diccionario el  significado de una palabra escuchada no conocida para él.

Esta es la razón fundamental por la que la literatura radial es distinta a la literatura escrita. Es decir, debe ser mucho más digerible, entendible, más sencilla, menos engorrosa, para que pueda llegar a ser comprendida por todos. Debe sonar en nuestros oídos como una música, que nos penetre lenta y suavemente, de manera tal que resulte un placer escuchar el mensaje radial.

La literatura en la radio puede ser empleada en todos los géneros periodísticos. Desde luego, le corresponde a la crónica el palco de honor por ser el género más apropiado; luego le sigue el comentario. En  estos géneros, la palabra utilizada literariamente tiene una gran fuerza, ya que está desprovista de otra apoyatura, como en el caso de la entrevista por ejemplo, que cuenta con el testimonio del entrevistado, o el reportaje que posee los efectos sonoros, la música y la propia intervención de los testimoniantes.

Tanto en la crónica como en el comentario, se habla en primera persona, o lo que es igual decir, se conversa, aunque estemos en presencia de un monólogo. El secreto es lograr que el oyente intervenga en nuestro mensaje, a pesar de que sepa que no le escuchamos. Es este el justo momento para señalar, que el más grande de todos los comentaristas radiales que ha habido en Cuba, Salvador García Agüero, utilizaba la literatura en la radio, y podía lograr precisamente eso: que los oyentes dialogaran con él.

Se hizo costumbre para muchos, escuchar en los parques por los altavoces los domingos por las mañanas, la palabra  de García  Agüero.  Pausada, bien timbrada, pronunciando las oraciones correctamente, respetando cada punto y cada coma, siempre empleando un lenguaje bello, llegaba a todos con su mensaje, y cuando este caballero del habla afirmaba cosa alguna, muchos oyentes aseveraban con expresiones lo que él decía, afirmaban, negaban, en fin, intervenían en su mensaje. El monólogo era ya un diálogo, y esto sólo era posible lograrlo utilizando  la literatura en la radio.

Desde luego, demás está decir que no todos podemos escribir, ni hablar como lo hacía García Agüero, pero lo que sí podemos intentar todos los que escribimos para la radio, es tratar de lograr un lenguaje  más literario, más ameno y diáfano.

El facilismo muchas veces, nos lleva a que el lenguaje que se utiliza en la radio no sea el más apropiado. El uso de frases manidas, huecas, manoseadas a más no poder, malogra cualquier comentario o información.

A diario escuchamos expresiones como esta: la dulce gramínea, en el marco de,  el presidente azteca, los logros alcanzados, la pujanza del movimiento obrero, parafraseando a, para no emborronar cuartillas, etc.

Todo esto lo que nos demuestra no es más que pobreza del lenguaje, o peor aún, miseria en casa de ricos, porque eso es nuestro idioma: millonario en expresiones, en sinónimos pero desgraciadamente, a veces, quienes escriben para la radio, creen que la utilización de bellas palabras, de giros idiomáticos elegantes, es una cosa ridícula, vana, o quizás en el menor de los casos, sinónimo de flojera. Están completamente lejos de la verdad. La literatura, el lenguaje hermoso, gusta a todos.

¿Pueden ustedes imaginarse a José  Martí escribiendo para la radio? ¿A Juan Ramón Jiménez? ¿A Azorín?…seguro que ningún oyente dejaría de oírle, o ¿apagaría la radio, como sucede ahora tantas veces ante una perorata cargada de expresiones vanas, arcaicas, deslucidas y huecas?

El empleo de la literatura en el lenguaje radial, implica eso sí, un mayor esfuerzo, una redacción más cuidadosa, tener siempre a mano un diccionario de sinónimos presto para ser utilizado en el momento oportuno, y algo más que imprescindible: el estudio correcto de nuestro rico idioma español.

Como algo  adicional subrayo, y no por ello menos necesario, es importantísimo leer, leer mucho a los grandes de la literatura española contando con que algo se nos impregna siempre. Sólo así lograremos una buena literatura para la expresión radial, y por supuesto estaríamos legándole a nuestra juventud el buen hacer y el buen decir.

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