Cronicar la historia musical (II) Elena Burke, pido permiso…
No es la primera vez que lo cuento, pero no es posible escapar a una historia de cuando se tuvo 20, al encuentro, a esa entrevista que uno quiere guardarse para siempre.
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No es la primera vez que lo cuento, pero no es posible escapar a una historia de cuando se tuvo 20, al encuentro, a esa entrevista que uno quiere guardarse para siempre.
La radio ha sido la plataforma por excelencia para popularizar la música cubana, para preservar la memoria de sus autores e intérpretes, para entregar a los públicos, las anécdotas y la trascendencia que se mueve alrededor de una pieza, de una figura.
No se me va. Llegó con una vieja grabadora y la plantó en la cabina. Antes del diálogo, hundió la tecla con un gesto, como si comenzara a dirigir al Orfeón Santiago, una de las agrupaciones emblemáticas del canto coral cubano. Y empezó a desgranar sus historias como si estuviera en su mismísima casa.
Casi se electrocuta de niño buscando las voces que sonaban en el pequeño aparato receptor, y desde entonces no quiere cuentos con la electricidad. Ella no, pero la radio lo atrapó hace ya 34 años. Se llama Iván Rafael Clavería Clark y todos lo quieren, por noble y por virtuoso.
La poesía, el testimonio, la historia, el cine, la música… han intentado aprehenderlo, pintarlo, contarlo, cada uno a su modo. Han intentado devolvernos a aquel joven eterno, al héroe que un día desapareció para siempre, en un vuelo infinito.