Taller y Concurso Antonio Lloga In Memoriam:  “La radio es una actividad etnográfica”

“La radio tiene que estar anclada en una localidad, porque la radio es una actividad absolutamente etnográfica». Esa información que usted recibe, esa información con la que usted interactúa,  ese sentimiento que sale de ahí es un sentimiento de comunidad, es un interés de comunidad; pero de comunidad que se toca, que se habla, que camina, que suda…no solo de comunidad de intereses  o de seguidores. “Antonio Lloga cuando hacía sus novelas se iba a los lugares a hablar con la gente, a conocerlas y esa experiencia la llevaba a la radio… Por eso, he llamado a las novelas del Lloga, la novela etnográfica. Ahí radica parte de su sistema de trabajo, parte de su mito”. Tal es la exégesis, la idea transmitida por el Doctor Carlos Lloga Domínguez, uno de los hijos del actor, escritor y director radial Antonio Lloga Simón (1921-1977), en las sesiones del 32do Taller y Concurso Nacional de la Radio Joven Antonio Lloga In Memoriam, que se desarrolla en Santiago de Cuba. En el estudio teatro de Radio Mambí, vivimos  un encuentro hermoso con la familia Lloga, representada por el Doctor Carlos Lloga y por el profesor Gustavo, quienes se refirieron a su padre, en un recorrido por la vida intensa de un creador que fue además de un radialista de ley, un presentador de espectáculo de muchas estrellas ―Lola Flores y María Félix entre ellas―, un maestro de juventudes y un poeta. El profesor Gustavo destacó como en 1968, Antonio Lloga creó con sus propios hijos y otros pequeños, el primer noticiero infantil de la radio cubana y como pudo interactuar a edad tan temprana con figuras como Fidel Castro y Doña Rosario, la madre de Frank y Josué País García. La emoción inundó el teatro cuando Gustavo declamó “La elegía del forastero”, poema …

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Cuando el micrófono se llenó de sabores

¿Has sentido el olor de una palabra? ¿Te has visto envuelto en los sabores de un chef que sabe como usar la dosis justa de condimentos y de sustantivos? ¿Alguien te ha dicho que el mundo es un libro abierto y te ha mostrado sus páginas frente al micrófono? Pues todo eso fue lo que me sucedió en el diálogo con el chef y asesor gastronómico internacional, escritor, documentalista, yogui y surfista, José María Rodríguez Ares. Son de esas entrevistas que nunca olvidas, que cumplen eso que uno anhela: que la gente se desborde, se derrame. Este gaditano personaliza aquella frase del escritor norteamericano Jack Kerouac en su novela On the Road : “La única gente que me interesa es la que está loca, la gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla de lugares comunes, sino que arde, arde como fabulosos cohetes amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas.” Y es que a José María Rodríguez Ares, la vida se le sale por los ojos, le recorre la punta de los dedos. Él mismo se ha definido como “gastrósofo bohemio” y “guerrero del sabor”. Ha buscado con ardor el origen, la tierra, la magia de los pueblos autóctonos, saltando del centro de Europa al Sudeste asiático, del Sahara a América Latina. A ese proyecto sin fin le ha llamado Bocado en la tierra. Me confiesa que todas las mañanas se postra ante el mortero de su abuelo Ambrosio y de ahí le viene todo, porque aquel se había ido de trapecista por aquí y por allá antes de montar su negocio. Su padre es “pasional con Cuba” y su hijo ha cumplido el sueño de recorrer la Isla desde las …

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A quien no quiere radio…se le dan tres tazas

La radio, ¡ah, la radio! La humilde, la imbatible. Os voy a referir tres historias. Dicen que la radio se va, que se esfuma… Yo digo que se queda dentro. Resguardada, como una flama. Allí, entre las cosas que nadie puede tocar, que nadie puede apagar. Dicen que es pequeña, como si eso fuera menoscabo; que es hermana menor. Yo digo que la radio no cesa de crecer, de demostrar su estatura. Dicen que es la gran pantalla, que es la imaginación. Yo digo que llevan razón, toda la razón del mundo. La gran pantalla Ya lo he dicho, lo he contado, pero solo la mitad. Cuando al filo del mediodía, Radio Progreso anunciaba Alegrías de sobremesa, allá iba mi abuela, indefectiblemente: “Oye, ya están dando Paco y Rita”. Era sinónimo de que debía ir a la mesa sin dilación, y minutos después, emprender rumbo a la escuela. “Era la voz. Era el guión de Luberta, los efectos, la actuación. Eso bastaba para levantar un edificio”. Por esos caminos, flotando en el aire, me iba con la sonrisa de Estelvina, con la picardía del tío Simeón, con la pena de Alejito, con las palabras de Idalberto Delgado y de Marta Jiménez Oropesa, con el sombrero de Melecio y con Teté, siempre enterada de todo. Pasaron algunos años, la familia de Alegrías… tuvo sus tristezas, como toda familia. Un día decidí que no podía esperar más, ni un minuto más, y me fui a La Habana y entré al teatro. Me senté en la última fila. Y aquellas paredes que yo había levantado, aquellos colores que les había puesto, aquellas escaleras, no existían. Era la voz. Era el guión de Luberta, los efectos, la actuación. Eso bastaba para levantar un edificio. Al salir, caminé toda Infanta, tuve que hacerlo. Me fui en silencio, me fui grande, …

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100 años: Elogio de la radio

Dicen que fue con una corneta de juguete que comenzó todo, que Luis Casas Romero daba el toque de atención y tras captar el cañonazo de las nueve desde San Carlos de  la Cabaña, decía ante el micrófono: “Son las nueve en punto”. No era simplemente la hora, era un conjuro para soñar. Luego venía el pronóstico del tiempo, y a seguidas, su hija Zoila Casas presentaba una canción y narraba un breve historia infantil. Sería una corneta de juguete, sí; pero el  compositor, flautista  y director de banda Luis Casas Romero y su familia, no jugaban. Desde su casa en Ánimas 99, surcaron el aire las primeras transmisiones habituales de la radio cubana. No es que no hubiese antecedentes ilustres ―como el caso de Manolín Álvarez en Caibarién―, sino que la 2LC se convirtió en símbolo de una nueva época hace ya cien años Le han decretado  muchas muertes, pero la radio es una continua renacedora. No es hermana menor de nadie,  su estatura está probada. Es una manera colectiva de hacer arte y en consecuencia, forja lazos irrompibles. La radio reconcentra la atención:  no se distrae en edades, rostros, vestidos, gestos. Ese carácter medular, suele dar verdaderas lecciones. Cuando menciono esa palabra, “radio”, se produce el milagro. El tiempo descorre los caminos andados y aparece un niño de uniforme azul y blanco, con el arito rojo de su pañoleta en el centro del pecho. Aquel infante que conozco de cerca, sabía que cuando sonaba el espacio “Por nuestros campos y ciudades”, debía entrar al baño, y a seguidas, al filo del mediodía, cuando Radio Progreso anunciaba “Alegrías de sobremesa”, tenía que estar listo para el almuerzo, sin detenerse en el plato: ya la alegría la había puesto la radio. Minutos  después, ponía rumbo hacia la escuela. Y allá …

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