La urna cineraria quedó ubicada ante la estatua de La República, restaurada recientemente, también gracias al empuje y la pasión de Leal Spengler.
Junto a la imagen de Eusebio, permanecieron sus condecoraciones, distinciones ganadas, dentro y fuera del país, por su vida ejemplar al servicio de la cultura y de la Patria; aunque como expresó Abel Prieto, “la distinción que más apreció fue el amor de su pueblo que se hacía visible todo el tiempo”.
El Presidente de la Casa de las Américas rememoró que “cuando Eusebio recorría La Habana Vieja, cuando guiaba a algún visitante extranjero para mostrarle las maravillas de su ciudad, la gente más humilde interrumpía su paso rápido, lo llamaba familiarmente por su nombre, le estrechaba la mano, le daba unas palmadas en la espalda, le entregaba un papel, le pedía una cita, una foto. Es que esa gente sabía que Eusebio trabajaba obsesivamente de manera incansable, y sabía también que en el centro de su labor estaban ellos, sabían que Eusebio trabajaba para ellos”.
“Al cumplir el deber amargo e inevitable de despedir a Eusebio”, Abel Prieto recordó que, durante la jornada del 17 de diciembre, el pueblo le rindió tributo público, después de llorar su pérdida en la intimidad, muy hondamente, hace más de cuatro meses.
Prieto Jiménez aseguró que “Eusebio fue un hombre único, imprescindible, de una honestidad ejemplar, de una devoción apasionada por Cuba, su historia, sus símbolos, por los hombres y mujeres que crearon las bases de esta nación, por los que lucharon para conseguir su independencia plena, por los que han defendido esos ideales de generación en generación, desde el siglo XIX hasta hoy”.
“Martiano, fidelista y revolucionario, Eusebio Leal fue también un cristiano apegado a las doctrinas del Cristo de los pobres, un humanista dotado de una oratoria deslumbrante, un intelectual que combinaba su insaciable sed de conocimiento con la condición de gran fundador, con su entrega heroica a la salvación de la memoria, con su empeño de constante restaurador material y espiritual”, así describió Abel Prieto al Historiador de La Habana.
Subrayó que “la obra de Eusebio abarcó muchísimo más que levantar y embellecer edificios ruinosos y convertirlos en palacios. Se enfrentó con el mismo ímpetu a las ruinas y a la marginalidad, al empobrecimiento moral, y convirtió a las comunidades en protagonistas de esa transformación, e hizo crecer a sus integrantes en ese proceso”.
Abel Prieto evocó de manera especial, la amistad que unió a Eusebio con Fidel y Raúl. En ese sentido, la calificó como “una relación entrañable, de una lealtad a toda prueba, de un enorme cariño. Veía en ellos, y lo decía de manera magistral, herederos directos de Céspedes, Agramonte, Maceo, Gómez y Martí”.
Puntualizó que “en su modo tan intenso de vivir la historia pasada y presente, Eusebio defendía con fervor la tesis fidelista del proceso revolucionario que nace en 1868 y llega hasta nuestros días. Eusebio hizo suya esa Revolución, se puso a su servicio, se empeñó en estudiar, en prepararse con ahínco para serle más útil”.
Eusebio, aseveró Abel Prieto, nos dejó lecciones inolvidables. Destacó que “Eusebio fue un creador perseverante, tenaz, obstinado. Trabajaba por la belleza, incluso en los mínimos detalles, y se oponía tajantemente a la chapucería y a las tendencias que confunden lo popular cubano con la vulgaridad”.
Abel Prieto significó que “Eusebio Leal prestó a la Patria un relevante servicio como embajador de lo mejor de la cultura cubana, capaz de tocar a todas las puertas con la seguridad de que esas puertas se abrirían”.
“Fue mensajero de la verdad de Cuba, de la verdad de la Revolución, y la llevó a todos los foros, supo derrotar prejuicios para convencer magistralmente a muchos confundidos. La misma voluntad de hierro que mostró para estudiar siendo muy joven y para llevar adelante el proyecto de La Habana Vieja, la empleó para enfrentar sus padecimientos. Sufrió con estoicismo las arremetidas de la enfermedad que logró dañarlo físicamente, pero nunca pudo quebrar su espíritu”, destacó Abel Prieto Jiménez.
Más adelante, comentó que “en el año 2017, Eusebio nos prometió seguir presente entre nosotros cuando dijo que: estaba completamente seguro de que cuando ya no viva, cuando ya no vea, iba a seguir caminando por las calles de la ciudad que tanto ha querido”.
Luego de las conmovedoras palabras pronunciadas por el intelectual Abel Prieto Jiménez, los familiares de Eusebio y amigos muy cercanos depositaron rosas frente a la urna que guarda sus cenizas.
Seguidamente, igual homenaje de respeto y afecto le ofrecieron Raúl y Díaz-Canel. También el Vicepresidente de la República Salvador Valdés Mesa, dirigentes del Partido, el Estado y el Gobierno -quienes anteriormente habían participado en la ceremonia de la Guardia de Honor- colocaron flores para el buen cubano que amó con el corazón a Cuba y a su pueblo.
Las cenizas de Eusebio Leal descansarán a partir de este 18 de diciembre en el Jardín Madre Teresa de Calcuta, ubicado al fondo de la Basílica Menor del Convento de San Francisco de Asís, en La Habana Vieja. Cuentan las personas cercanas a él, que este era uno de sus sitios preferidos en la ciudad que tanto defendió. En el monumento funerario también reposarán los restos de su madre, Silvia Spengler Ocampo.
En ese sitio, cargado de simbolismo para la nación, la tierra fue traída desde diferentes lugares históricos de Cuba: Jimaguayú, San Lorenzo, Dos Ríos, San Pedro y Birán.
Eusebio Leal nos seguirá acompañando siempre, desde su amor por Cuba, sus raíces, sus luchas y su historia.